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El terrible daño de los bogotanos al medio ambiente... y sus soluciones
Abono líquido, útiles escolares, ‘madera’ de plástico, gas para el SITP y material para construir vías y edificios; todo eso se puede fabricar con lo que botamos cada día a la basura. ¿Cómo cambiar esta realidad?
Todo lo que desechamos a diario puede ser utilizado en un proceso de producción. Incluso, la incómoda bolsa con papel higiénico que sacamos del baño.
Cada día las empresas encargadas de la recolección de desechos entierran, literalmente, 6.300 toneladas de residuos, que podrían convertirse en dinero, en oportunidades de empleo y en energía.
Esto implica que no solo estamos perdiendo miles de millones de pesos al año por no aprovechar los desechos, sino que también estamos contaminando ríos y comunidades.
Diariamente van a parar al río Tunjuelo, en Bogotá, unos 2.000 metros cúbicos de lixiviados, líquido que se filtra por la basura de Doña Juana y que recoge todo tipo de metales y sustancias nocivas. Incluso hay cianuro y otros elementos tóxicos que llegan al afluente.
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Millones de personas de las localidades de Ciudad Bolívar y Usme tienen que aguantar cada día y cada noche las consecuencias de este desastre. Pero, para no llorar sobre la basura enterrada, es necesario tomar acciones. ¿Qué se puede hacer? La Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (Uaesp) tiene varios planes.
En diciembre pasado contrató dos consultoría: la primera busca encontrar tres opciones para aprovechar los residuos sólidos, y la segunda, para sacarle provecho a los lixiviados.
“A finales de 2022 debemos tener funcionando los tres pilotos de sólidos y el de lixiviados. En 2023 sabremos qué sirve y qué no”, dice la directora de la Uaesp, Luz Amanda Camacho.
Como la definición de la política final se tardará un poco, la entidad cuenta con algunos proyectos interesantes para ejecutar a corto plazo. Ecopetrol, por ejemplo, le donará en las próximas semanas a la ciudad maquinaria para el aprovechamiento y recirculación del plástico.
La Uaesp calcula que cada día los bogotanos desechan 1.320 toneladas de plástico, y el 90 por ciento termina enterrada en Doña Juana. Eso es algo escandaloso, porque en Países Bajos importan residuos, pues les hacen falta para sus procesos de generación de energía o de producción, explica.
Esos dos elementos no se transforman con el calor porque pierden las propiedades, pero pueden usarse en otras cosas, dice Álvaro Parra, subdirector de Aprovechamiento de la Uaesp.
La entidad anunció que empezará a fabricar útiles escolares con productos derivados del icopor, mientras que el PVC será reutilizado en artesanías y otros productos.
Otros plásticos serán transformados en listones para pupitres y muebles. De hecho, las aplicaciones son casi infinitas. El plástico que recogen todos los días los cerca de 25.000 recicladores de la ciudad se procesa en escamas y pellets, una especie de gránulos con los que se fabrica esta ‘madera’ de plástico.
Algo crucial para el medioambiente, teniendo en cuenta que el plástico tarda en biodegradarse unos 500 años. En Bogotá hay cerca de 170 organizaciones dedicadas al reciclaje.
Esta cadena económica es la responsable de la recuperación del 24,23 por ciento de los residuos en la capital.
Esto significa que estamos a medio camino. ¿Y los desechos orgánicos?La Uaesp tiene planes para seis centros de acopio en Bogotá de residuos orgánicos que permitan el procesamiento de unas 300 toneladas de compostaje.
En la actualidad se desarrollan varios pilotos con restaurantes y conjuntos residenciales del norte de Bogotá. Sin embargo, algunos emprendimientos lideran la estrategia en este campo.
Jessica Rivas es cofundadora de Más Compost, Menos Basura, una organización que se dedica a la recolección (en unidades residenciales, bancos, hoteles y restaurantes) del material orgánico para convertirlo en abono de primera calidad.“
Les dejamos a cada familia o negocio interesados unos recipientes de recolección que evitan los moscos y los malos olores, y cada semana pasamos a recoger el residuo”, cuenta Rivas. Más Compost, Menos Basura es como el Netflix del compostaje.
Las familias se suscriben al servicio de recolección por 40.000 pesos al mes. La principal diferencia con la multinacional de streaming es que Jessica Rivas y su equipo compensan cada tres meses a estos suscriptores con abono para sus jardines, algunos alimentos y semillas de árboles.El emprendimiento tiene una bodega de acopio en Suba.
Allí es recogida por Eco Bojacá, una de las 25 empresas en Cundinamarca que se dedican al negocio de la ‘fabricación’ de abono orgánico a partir de los residuos orgánicos.
La iniciativa cuenta con 1.700 suscriptores y recoge 50 toneladas de residuos cada mes. Su meta es llegar a las 500 toneladas en 2025. Con los lixiviados también hay oportunidades.
Según la directora de la Uaesp, cuando este residuo proviene de desechos orgánicos, se puede procesar como abono líquido. Pero lo más importante de todo el cuento del aprovechamiento de los residuos es que entre más se recupera o recircula, el valor de la factura de aseo tiende a bajar.
“Pagamos cerca de 40.000 pesos por cada tonelada que enterramos en Doña Juana y unos 19.000 pesos por el tratamiento del lixiviado que se produce.
Si logramos bajar la cantidad de desechos que terminan en el carro recolector, el recibo saldrá más barato”, explica el ingeniero Fredy Aldana, subdirector de Disposición Final de la Uaesp.
El incentivo perverso es claro: entre más basura o desechos, más dinero para operadores y mayor el pago de la factura.
Otra debilidad de la ciudad en cuanto a residuos son los escombros. La Uaesp detectó 740 puntos críticos, siendo Engativá la localidad más afectada.
El plan de la Unidad es citar a los ciudadanos en determinados puntos de la capital para que se lleven los restos de construcción.
En ese frente falta mucha cultura ciudadana. El otro problema estructural es que en Bogotá no hay una política coherente y eficiente para el aprovechamiento de residuos.
Los muebles y enseres que compran colegios, hospitales, universidades y otras entidades públicas deberían fabricarse, por ley, con material reciclado, con ‘madera’ de plástico.
El Gobierno y el Congreso también deben implementar una política de compostaje aprendiendo de emprendedores como Jessica Rivas y no partiendo de cero.
El modelo ya existe, y otros países sí que les han sacado provecho a los desechos. En Suecia, Islandia y Noruega los buses del sistema público de transporte se tanquean con gas proveniente de los centros de acopio y procesamiento de residuos, mientras que los lodos que se recuperan de las redes de alcantarillado son procesados como estiércol de alto valor para el procesamiento de abonos. En la ciudad este tipo de estrategias no pasan de pilotos y pruebas.
En el relleno de Doña Juana se extrae biogás, aunque muy por debajo de la capacidad del complejo. Este gas se puede utilizar en la generación de energía eléctrica, “pero ahí sería necesario entrar a negociar con Codensa para la distribución”, argumenta Camacho.
Es allí donde se necesita una política pública de aprovechamiento de recursos y residuos.
Acá lo que huele mal no es la basura; es la ineptitud de muchos Gobiernos para sacar adelante un programa de aprovechamiento eficiente y práctico.
La Uaesp de turno tiene planes interesantes. Veremos en 2022 y 2023 si fueron efectivos, o ese dinero también termina en la basura.