Industria
Este arquitecto se convirtió en el duro de las sillas de oficina y educativas | Ya tiene 15 patentes
Con su empresa Kassani lleva 35 años en el mercado y emplea a 110 personas; acaba de lanzar una silla especial para aulas escolares a mitad de precio de las importadas. Esta es su historia.
Hace 37 años, el arquitecto Jorge Vergel estaba trabajando en una obra y al no contar con todos los elementos que necesitaba para desarrollar su trabajo decidió diseñar una mesa de dibujo que no fuera de madera como las que se conseguían en ese entonces, sino de acero. La mesa funcionó bien y se le ocurrió ofrecerla a los almacenes de diseño, como era Bima, que en ese momento estaba empezando.
Fue tal el éxito de la mesa de dibujo de Vergel que dos años después lo motivó a crear Kassani Diseño, una firma de muebles que no solo se ha dedicado a crear nuevas piezas, al punto de que ya cuenta con 15 patentes, sino que también exporta y comercializa en el país marcas importadas.
Vergel recuerda que la idea de la empresa se originó porque inicialmente para las mesas de dibujo consiguió los tubos acero en una fábrica de exhostos, luego necesitó máquinas que doblaran los tubos, así que inició un emprendimiento en el garaje de una obra que tenía en ese momento y el resto del trabajo los subcontrataba. En los años noventa vio la oportunidad de volverse especialista en sillas y cuando empezó la apertura económica se dio cuenta de que podía integrar tecnología alemana e italiana a sus diseños, al tiempo que podía fabricar bajo la licencia productos de marcas extranjeras reconocidas.
“Siempre me enfoqué en muebles de oficina. Intenté con muebles para hogar, pero en ese segmento no me gustó la forma de competir, pues copiaban mis diseños y los vendían más baratos”, comenta este empresario y recuerda que una de sus grandes apuestas ha sido por el diseño. Por eso, también en la década de los noventa, contrató a un diseñador francés, quien le sugirió apropiar tecnologías de la industria automotriz, de termoformado y de inyección de poliuretanos en la fabricación de muebles, lo que le sirvió incluso para asesorar fábricas en Venezuela.
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El siguiente paso fue montar una tienda para exhibir sus productos y empezar a exportar. Alcanzaron a atender ocho países, pero cuando vino la revaluación del peso tuvieron que contraer parte de su negocio de fabricación y concentrarse más en comercialización.
Apuesta por la educación
Junto con el mobiliario para oficinas, desde hace 20 años Kassani (marca que viene del nombre de un pueblo en la frontera entre Bolivia y Perú, pero al que le agregaron doble S) abrió una división especializada en educación, pues diferentes estudios han demostrado que las sillas y demás muebles marcan la diferencia en los resultados académicos de los estudiantes.
Esa división comenzó porque la Universidad de los Andes, de la que es egresado Vergel, le pidió desarrollar una mesa que se convirtiera en tablero, la cual funcionó tan bien, que la tienen patentada. “Nos gusta que nos pongan retos de diseño para solucionar necesidades y para crear productos que no existían y así nos dimos cuenta de que mientras la oferta de muebles para oficina es amplia y competida, la de mobiliario educativo es reducida”, comenta el arquitecto.
En este campo, Kassani no solo produce muebles, sino también libros para especialistas en educación. Esto llevó a que participaran en proyectos como Maloka, en que el aprendizaje es tipo laboratorio y requiere muebles para dicho fin.
Así mismo, representan en el país al fabricante alemán VS, uno de los pocos del mundo dedicados al mobiliario educativo. “Con 110 años de antigüedad, VS es un referente global, pero una silla de ellos ya vale casi un millón de pesos por temas cambiarios (su costo es de unos 200 dólares) y eso la vuelve imposible para las instituciones educativas. Por eso, hace tres años decidimos desarrollar una silla educativa colombiana con diseño europeo”, dice Vergel, y explica que participaron en un proyecto de innovación en el SENA, en el que compitieron 18.000 proyectos y ellos ganaron. Su meta es que la silla, a la que bautizaron Albert, se convierta en estándar para el sector educativo por su ergonomía y funcionalidad, y además porque cuesta la mitad de lo de una importada.
“Es un diseño pensado en la educación, no cogimos una silla de cafetería y la adaptamos”, reitera Vergel, quien agrega que lamentablemente este mobiliario está concentrado en la educación privada, pues en la pública hay mucha burocracia para la compra de este tipo de productos, que no solo son cómodos para la espalda, sino que mejoran la capacidad de atención.
Su meta es volver con fuerza a los mercados externos con la silla Albert, para así mantener los 110 empleos que tienen en su fábrica de Tocancipá y recuperar los niveles de producción que tenían antes del inicio de la pandemia.