SALUD
Medicina prepagada, ¿se volvió impagable?
La medicina prepagada, los planes complementarios y las pólizas de salud cada día son más onerosos para los adultos mayores. ¿Un contrasentido en un país cada vez más longevo? ¿Precios sin control?
La selección adversa es un concepto económico que describe aquellos contratos en los que una de las partes está menos informada y queda en desventaja frente a su contraparte. Típicamente, esta noción se asocia con quienes adquieren seguros de vida sin informar, por ejemplo, sus malos hábitos, afectando a la aseguradora. Sin embargo, con los planes voluntarios de salud –que incluyen medicina prepagada, seguros de salud y planes complementarios– se estaría dando el caso contrario y la selección adversa jugaría contra los adultos mayores.
Ellos cada vez deben pagar más o, en algunos casos no les renuevan sus contratos, justo en la etapa de la vida que más lo necesitan y cuando su único ingreso es la pensión. Ese es el caso de Leonor de Silva, una pensionada a quien hace 25 años le detectaron un cáncer, que le fue tratado por la póliza de salud que tenía de años atrás y que en ese momento le funcionó muy bien para su tratamiento. La póliza la había adquirido con una adición para cáncer y por eso se sentía satisfecha con el producto, pero dos años después su corredor de seguros la llamó para informarle que ya no le iban a renovar la póliza, con el argumento de que no les convenía tener un paciente con cáncer y que su tratamiento lo habían dado por error.
Desde entonces y con su preexistencia, Leonor no pudo acceder a ningún plan de medicina prepagada y solo la atiende la EPS a la que está afiliada. Sus amigos le dijeron que tal vez podría tener un plan complementario de salud, que es más económico y ofrece coberturas similares a las prepagadas, pero su EPS no tenía ese plan. Cuando por fin lo tuvo, Leonor fue la primera en la fila para afiliarse, aunque tampoco la recibieron; esa vez la explicación fue que por ser mayor de 70 años ya no se podía.
Un descontento similar vive el exministro de Hacienda y exrector de la Universidad de los Andes, Rudolf Hommes, que este año debió cancelar 32 millones de pesos por su plan de salud anual y calculó que, de seguir subiendo, en tres años no lo va a poder pagar.
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“Claro que uno sabe que va a subir porque aumenta la demanda de servicios, pero francamente no pensé que se iba a poner por fuera de mi alcance. Es un problema que vivimos muchas personas de mi edad, y es una situación que no figura en el programa de venta de las empresas del sector”, explica Hommes, quien ante su insatisfacción decidió publicar un trino.
“La medicina prepagada está mal diseñada. Aumenta su costo cuando va decreciendo la capacidad de uno para pagar y cuando más la necesita. Es un diseño perverso que termina exponiendo a los mayores a un proceso cruel de selección adversa al final de la vida”, asegura en el tuit, que fue leído por sus más de 15.600 seguidores, muchos de los cuales respondieron contando sus casos o los de sus padres, quienes ahora no cuentan con coberturas voluntarias de salud.
La medicina prepagada está mal diseñada. Aumenta su costo cuando va decreciendo la capacidad de uno para pagar y cuando mas la necesita. Es un diseño perverso que termina exponiendo a los mayores a un proceso cruel de selección adversa al final de la vida.
— Rudolf Hommes (@rudolf_hommes) February 6, 2021
A precios de mercado
Debido a que los planes voluntarios de salud son contratos entre privados, sus tarifas no están sujetas a regulación por parte de las autoridades, sino que se ajustan a las condiciones del mercado y todas operan bajo la misma lógica. A medida que sus afiliados van envejeciendo sube el precio de las pólizas, las cuales arrancan desde 125.000 pesos mensuales para una persona joven y pueden llegar a 2,5 millones mensuales en los adultos mayores. A esto se suma el pago que hacen asalariados, pensionados e independientes a las EPS por su servicio obligatorio de salud.
La molestia de personas como Leonor de Silva y Hommes no es tanto tener que pagar más –pues saben que la vejez implica mayor riesgo de enfermedad–, sino la rapidez con que suben las tarifas y la exclusión sin derecho a pataleo, ya que en muchas de estas pólizas voluntarias la antigüedad no es un factor a tener en cuenta.
En Acemi, el gremio de las EPS –que son las que ofrecen los planes complementarios y la medicina prepagada–, señalan que no debe ser sorpresa para nadie que a medida que aumenta la edad, crece el costo de la prima de los servicios, lo cual está establecido en los contratos que firman los afiliados. No obstante, Gustavo Morales, presidente de Acemi, asegura que en el país hay espacio para que existan más productos de seguros privados que atenúen o modifiquen esa regla general de aumento fuerte del precio con la edad, pero advierte que para que eso se dé es “importante que la Superintendencia de Salud agilice la aprobación de nuevos planes de salud, proceso que hoy se demora tres o cuatro años”.
Agrega que las empresas requieren menos trabas para poder innovar en productos, lo que podría llevar a más gradualidad en el aumento de las tarifas y más comodidad para los asegurados, dándole, por ejemplo, más valor a la antigüedad. “Hay que liberar el mercado y eliminar las restricciones a la entrada. El esquema actual de aprobación previa desincentiva la innovación y el aumento de la competencia”, insiste Morales.
En la Supersalud aclaran que aunque ellos no vigilan el tema de tarifas, sí regulan la correcta prestación de los servicios de salud en los contratos de medicina prepagada y los planes complementarios, pero hasta el cierre de esta edición no respondieron ante los cuestionamientos sobre la demora para aprobar nuevos planes.
En Colsanitas, la compañía con mayor participación en medicina prepagada del país con más de 575.000 afiliados, coinciden en asegurar que a medida que una persona va haciéndose mayor, las posibilidades de tener complicaciones y necesidades de atención médica van aumentando, lo que implica un mayor costo. En su caso, las tarifas se definen por rangos de edad, por ejemplo, de 50 a 59, de 60 a 64, de 70 a 74, etcétera, “para no generar variaciones importantes cada año. Las tarifas corresponden a los costos relacionados con la atención médica en cada momento de la vida, y los incrementos no responden a criterios de oferta y demanda, sino a estudios actuariales que sustentan los costos esperados a cada edad”, sostienen en esta empresa, donde dicen no tener límite de edad para la afiliación, y prueba de ello es que tienen afiliados mayores de 100 años.
En Seguros Sura, que manejan una póliza de salud, explican que las tarifas se sustentan en tres principios básicos: equidad, suficiencia e información estadística representativa. Se basan en la idea de que los grupos de edad son homogéneos en cuanto a los riesgos; por lo tanto, la tarifa se establece proporcionalmente según dicho nivel de riesgo en salud, el cual aumenta con la edad. En su caso, la edad máxima de ingreso es 60 años.
¿Cómo mejorar?
Las anteriores explicaciones, sin embargo, no satisfacen a personas como Hommes. Él insiste en que el sistema está mal diseñado y les corresponde a las empresas y al Gobierno buscar soluciones, no tanto para que no cobren por sus servicios –que claramente sus usuarios reconocen y están dispuestos a pagar–, sino para que los aumentos no sean tan marcados o que se pueda tener una especie de seguro para pagar la cuota en la vejez.
Otros afectados por el tema consideran que las compañías podrían hacer un trabajo similar a las aseguradoras de vehículos, las cuales cobran un menor precio a aquellos conductores que hacen menos reclamaciones. Igualmente, si una persona demuestra tener buenos hábitos de salud, y además está sano, no deberían aumentarle tan rápido, pues para muchos el choque se da de un día para otro. Así, independientemente de su estado de salud, el día que cumplen 60 años se les dispara su tarifa automáticamente.
Es claro que este es un dilema que solo atañe a 9 por ciento de los colombianos, lo que equivale aproximadamente a 4,5 millones de personas, según las cifras de 2019; pero que podría llegar a 23 por ciento de la población nacional gracias al crecimiento de la clase media y al hecho de que las mujeres, las personas con mayores niveles de educación y los casados son los que propenden por adquirir estos servicios, y son a su vez grupos crecientes en el país.
Esta situación, unida a la pandemia, hizo que, con todo y las dificultades tarifarias para los adultos mayores, en 2020 aumentara el número de personas afiliadas a los planes voluntarios de salud. En Sura, por ejemplo, crecieron 6 por ciento.
Aunque el sistema de salud del país –por medio de los regímenes contributivo y subsidiado– es el que termina pagando las cirugías, procedimientos y medicamentos más costosos, siempre existirá un grupo que está dispuesto a pagar extra por obtener citas más rápidas, cirugías más expeditas o medicamentos de marca en lugar de genéricos. Sin embargo, para que ese grupo crezca es necesario volver más transparente el esquema tarifario para los adultos mayores, tanto para los que pagan con los limitados recursos de su pensión como para aquellos cuyos hijos, ya en una mejor condición económica, desean afiliarlos, pero no pueden. Que la selección adversa no aplique en ese segmento.