INVERSIONISTAS

De la materialidad y otros demonios para las instituciones financieras

Los ejercicios de materialidad no tienen nada de mágico, por el contrario, son bien realistas.

Fred Seifert, Director LAC de NINT, an ERM Group Company.
14 de abril de 2023
Superintendencia
Superintendencia Financiera de Colombia. | Foto: Superintendencia Financiera de Colombia.

Cada vez más iniciativas y regulaciones hablan de la necesidad de que instituciones financieras (IFs) realicen ejercicios de materialidad. Aún más: existe también la demanda por la “doble materialidad”. Eso viene generando inquietudes por parte de las IFs, sobre cómo y porqué realizar estas acciones -en su visión, complejas y atemorizantes. Pero no hay necesidad de hechiceros, médicos o de encerrarse en conventos puesto que existen abordajes objetivos para estos ejercicios, con resultados importantes y de este mundo.

Vamos por partes: inicialmente, es importante entender los diferentes tipos de materialidad que cubren temas sociales y ambientales -estos incluyen los aspectos climáticos, el objeto principal de la Normativa 031 de la Superintendencia Financiera de Colombia (SFC). Por un lado, existe la materialidad ambiental y social “tradicional”, más relacionada con el impacto de las actividades de la empresa sobre el medio ambiente y las personas.

En el caso de las IFs, este tipo de ejercicio de materialidad busca entender el impacto generado por sus inversiones en diferentes grupos de interés, tales como clientes, empleados, inversionistas, fondeadores, reguladores, comunidades afectadas por los proyectos financiados y la sociedad civil en general. De hecho, la consulta a estos stakeholders es la principal forma de definir la materialidad de impacto -y es lo que comúnmente se ve en los reportes que siguen los requisitos de Global Reporting Initiative (GRI), por ejemplo.

Por otro lado, tenemos la materialidad financiera. Esta cambia la visión de la materialidad de impacto y busca entender como cuestiones ambientales y sociales de diferentes tipos pueden influenciar en el desempeño financiero de una empresa. Es algo que recomienda el Taskforce for Climate-related Financial Disclosures (TCFD) y el abordaje de Sustainability Accounting Standards Board (SASB).

Una vez más, como suele ser en la exposición a la mayoría de los riesgos, para una IF se debe concentrar en el análisis del portafolio: ¿cuáles son los principales riesgos/oportunidades que existen en los sectores/regiones/segmentos de negocios?, ¿cómo suelen concretarse (vía temas operativos, legales, reputacionales, etc.)? y ¿cuán preparados están los actores financiados para manejarlos? Los resultados darán una buena visión de la sensibilidad de los resultados de la IF (flujo de caja, activos, liquidez, entre otros) a estos temas ambientales y sociales.

De hecho, varios de estos asuntos ambientales y sociales ya pueden estar reflejados en los resultados financieros de una empresa. Dicho eso, es fundamental que sean considerados en sus planes y proyecciones, de modo a minimizar daños y apalancar oportunidades.

Finalmente, claro, existe la doble materialidad. Esta significa explorar la retroalimentación y sinergias que existen entre los impactos que una empresa puede generar en la economía, el medio ambiente y la sociedad y los impactos que recibe esta misma empresa relacionados con temas ambientales y sociales y que son fundamentales para su capacidad de generar valor y sostener la perennidad del negocio. Si un tema ambiental o social es material según la perspectiva de impacto y la financiera, entonces cumple con los criterios de doble materialidad.

Aterrizando este último concepto en un ejemplo dentro de la realidad (y las demandas) de una IF en Colombia: en la consulta a las partes interesadas, se identifica como tema material el financiamiento de nuevas tecnologías más eficientes. Esto surge en las conversaciones con clientes, fondeadores y representantes de la sociedad civil.

En el ejercicio de materialidad financiera, se verifica que la demanda potencial de productos financieros para apoyar el aumento de la eficiencia energética en determinadas industrias es significativa y hay una brecha importante de oferta. Configura, por lo tanto, una oportunidad relevante, con potencial de ingresos significativos para la IF.

Al cruzar los dos ejercicios, es posible notar que el financiamiento de soluciones climáticas eficientes es una oportunidad que cumple con los requisitos de doble materialidad. Otros varios ejemplos son posibles de mencionar considerando el contexto colombiano y los reportes de sostenibilidad de algunas IF: financiamiento de actividades intensivas en carbono (materialidad de impacto) vs precio del carbono para actividades financiadas en el sector de petróleo y gas (materialidad financiera); necesidad de consulta a comunidades afectadas (materialidad de impacto) vs costos de compensación de comunidades desplazadas en grandes proyectos de infraestructura (materialidad financiera); entre otros.

Aunque la Normativa 031 se enfoca en la materialidad financiera -mencionando a las recomendaciones TCFD y estándares SASB-, el ejercicio de doble materialidad aporta y sería algo natural de ser realizado dado que muchas de las IFs colombianas también cuentan con sus matrices de temas materiales según la visión de impacto. Por lo tanto, cruzar los datos sería beneficioso para que la IF, el regulador y todo el sistema financiero de Colombia entiendan los temas ambientales y sociales materiales para el país.

Es importante resaltar que, aunque complejo, los ejercicios de materialidad no tienen nada de mágico, por el contrario, son bien realistas. Hay metodologías muy bien consolidadas para ambos abordajes y, aunque la SFC no indique una metodología estándar, una gran referencia es el informe Statement of Intent to Work Together Towards Comprehensive Corporative Reporting, en lo cual las entidades responsables por los principales estándares de sostenibilidad -entre ellas las ya mencionadas GRI y SASB- crearon una definición conjunta del concepto de materialidad, incluyendo las visiones de impacto y financiera, y cómo esta empata con sus respectivos frameworks, indicadores y metodologías.

Tampoco se debe esperar que el ejercicio de doble materialidad arroje respuestas automáticas sobre cómo deben ser las políticas y prácticas de una IF. Esto es confundir el mapa con el territorio: los ejercicios de materialidad proporcionan una visión de lo que es relevante, hacia adentro y hacia afuera para una empresa, y cabe a ella interpretar los resultados y definir las acciones adecuadas.

Considerando todo esto, vale el mensaje: el ejercicio de la materialidad no es personaje (potencialmente) rabioso o tenebroso, a ser tratado he interpretado con todos los tipos de abordajes esotéricos y desgastantes. En verdad, es un insumo valioso (y necesario) para una IF, si respetadas sus características y alcance, para la creación de una estrategia objetiva y en línea con sus capacidades y necesidades.