INVERSIÓN
Minería : ¿Del carbón al cobre?
Mientras el carbón pasa por uno de sus momentos más difíciles, el sector está a la expectativa del futuro de proyectos de cobre y oro, ve el ajuste de otros minerales como el níquel y tiene los ojos puestos en las rondas mineras. ¿Cuáles serán las señales?
El 2020 ha sido uno de los años más difíciles en la historia del Cerrejón. La empresa, que opera en La Guajira, cerró sus exportaciones con 13,6 millones de toneladas de carbón, la cifra más baja en los últimos 18 años, que representa una disminución de casi 50 por ciento frente a 2019, cuando vendieron 26,3 millones de toneladas.
La dura crisis obedece a la reducción de la demanda de carbón en mercados de Estados Unidos y Europa en medio de la peor pandemia del siglo. Pero también a la tendencia hacia las energías renovables, la caída de los precios, los fallos judiciales que no les permiten acceder a reservas de carbón más rentables, la disminución de actividades por más de 40 días para adoptar las medidas de seguridad requeridas para reducir el riesgo de la covid-19 y los 91 días de huelga. Ante este panorama, la compañía anunció un plan de adelgazamiento de su nómina, en lo que ha denominado un proceso de transformación que asegure su sostenibilidad.
Esta historia se repite en otras firmas carboneras. Tras un año de conversaciones con el Gobierno, Glencore, la poderosa minera internacional, decidió devolver los títulos mineros de la explotación de sus minas de carbón por medio de Prodeco, en el Cesar. Las alarmas se encendieron, pues estas mineras son la principal fuente de trabajo y de recursos en las regiones donde operan. Sus habitantes ven con preocupación cómo esos ingresos podrían limitarse, o incluso desaparecer, en el tiempo. Estos dos hechos han sacudido al sector minero, en especial al del carbón, que produce divisas importantes para el país. Pero, en medio de esta compleja situación, el oro y el cobre, que algunos denominan los minerales del futuro, buscan un espacio en el contexto nacional.
Su enorme potencial y su demanda creciente en el planeta los ha convertido en activos refugio en momentos de crisis. Además, son indispensables en industrias de telecomunicaciones, tecnología, y para desarrollar las turbinas y baterías de las energías limpias. Otros como el níquel, después de años de dificultades, han logrado estabilizarse y aprovechan la nueva dinámica de precios y demanda. A pesar de la expectativa que despiertan, los proyectos mineros que están a punto de ser licenciados o que iniciaron fases de construcción se enfrentan a tensiones sociales, ambientales y políticas. Así, entre iniciativas esperanzadoras y panoramas retadores, el ramo busca reactivarse y sacar adelante desarrollos que representarían millonarios recursos de inversión, divisas, impuestos, regalías y empleos, al tiempo que evitarían que las reservas queden enterradas en momentos de enormes dificultades fiscales.
Las expectativas
Hace un par de semanas, el Gobierno anunció rondas mineras para el mediano plazo, que buscan atraer inversión en exploración. Como menciona Juan Camilo Nariño, presidente de la Asociación Colombiana de Minería (ACM), el propósito es dejar de ser un país con potencial geológico para convertirse en uno con certeza geológica. En 2019, la inversión en exploración en el mundo fue de 15.000 millones de dólares. Gran parte de esos recursos fueron a Canadá, Australia y Estados Unidos. En la región, Perú, Chile y México se llevaron casi el 30 por ciento. La inversión en Colombia fue marginal.
Nariño dice que aunque la nación ha mejorado los tiempos de otorgamiento de los títulos mineros, el proceso debe ser más ágil y estar acompañado de actividades previas en materia geológica, de relaciones con las comunidades y revisiones ambientales. Eso significa que cuando se entreguen los títulos vayan ya con parte del camino recorrido. En el corto plazo, la atención está en iniciativas que iniciaron su fase de producción o esperan las audiencias públicas y las licencias ambientales.
Uno de los grandes jugadores en este momento es Anglogold Ashanti. Tiene en sus manos dos proyectos. En uno, aunque no es el operador, cuenta con 50 por ciento de su desarrollo, y la participación restante está en manos de B2Gold. Se trata de Gramalote, en San Roque, Antioquia, que ya cuenta con licencia ambiental. Su construcción y desarrollo cuesta unos 1.000 millones de dólares, de los cuales Anglogold aportaría unos 500 millones, que deben ser aprobados por la empresa antes de terminar este semestre. El otro es Quebradona, en Jericó. La compañía ya entregó toda la información, documentación y los más de 174 requerimientos que hizo la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla) para su licencia.
Felipe Márquez, presidente de Anglogold Ashanti para Colombia y Argentina, asegura que es el mejor estudio de desarrollo ambiental que se ha hecho en el país. “Será la mina más moderna de cobre de Colombia, y quizás de la región, con una apuesta innovadora y con tecnología que este país no ha visto, como vehículos autónomos de operación remota”, dice.
Pero aún debe darse la audiencia pública en las próximas semanas, y la definición de la licencia, a finales de abril o principios de mayo.
Márquez destaca que la mina comienza a cerrarse desde el mismo día que empieza su construcción. Es decir, se iniciará el desarrollo de un parque biodinámico de unas 600 hectáreas, que conectarán con otras 2.600 cuando termine, en varios años, la fase de producción. La inversión en Quebradona para producir cobre se acerca a los 1.500 millones de dólares. En otras palabras, con los dos proyectos, Anglogold podría iniciar inversiones en los próximos meses por unos 2.000 millones de dólares. Pero, sin duda, Quebradona es el punto de quiebre.
Primero, porque es clave en el desarrollo de cobre para el país. Según la ACM, Colombia produce 10.000 toneladas de cobre al año con la minera El Roble, en el Chocó. Quebradona, por su parte, emplearía a 4.000 personas en su fase de construcción en cuatro años, y produciría a partir de 2025 más de 70.000 toneladas de cobre al año; eso es, multiplicaría por más de siete la producción actual.De acuerdo con un estudio de Jaime Arteaga & Asociados y el Centro Nacional de Consultoría, cerca del 70 por ciento de la población de Jericó considera que la minería es positiva para el municipio. Sin embargo, hay tensión con vecinos de la zona de operación en ese territorio, donde los dueños de fincas ganaderas y de recreo se han opuesto al proyecto. Aunque este tiene el apoyo de las instituciones del sector minero, otras entidades emblemáticas como Proantioquia están divididas.
Y, segundo, porque los ojos están puestos en las señales que dará hacia el futuro. Si sale adelante en los procesos que le faltan, metería a Colombia en el radar y en las grandes ligas del cobre de Latinoamérica, donde Chile y Perú son los grandes productores. También mandaría un mensaje muy poderoso para atraer inversión que permita diversificar la oferta minera del país. “La Colombia más verde que estamos visualizando necesita de más minería, entre esas de cobre, con la que el país no puede ser un importador”, dice Nariño.
Pero si no se cristaliza, podría ser un duro golpe para un ramo minero que está pasando uno de sus momentos más álgidos. Para algunos analistas, si Quebradona no avanza, el desarrollo de nuevas iniciativas sería cada vez más difícil.Una de las preguntas es por qué muchas de las grandes mineras no están en el país. Y las pocas que están, como Glencore, van de salida. Un experto del ramo advierte que Colombia no ha madurado su actividad minera y espera desarrollos de la envergadura de Quebradona. “Si entra este proyecto, es una buena señal para que vengan las grandes. De lo contrario, será muy difícil que aterricen en Colombia las mayores mineras del mundo”, precisa.
Hay muchas presiones sociales, ambientales y de intereses particulares en torno a un tema que polariza, es taquillero y coincide con la campaña electoral. En medio de las dificultades fiscales y sociales que ha ocasionado la pandemia, no solo para el Gobierno nacional, sino también para los locales, este tipo de iniciativas pueden ser un bálsamo. No obstante, hay que hacerlas bien en cuanto a la regulación y normatividad, con reglas del juego claras, y con autoridades muy atentas y vigilantes a su desarrollo. Incluso los proyectos de carbón, que según distintas instituciones internacionales tendrán vida útil por muchos años más, deberán ser más competitivos en Colombia.
Es necesario madurar la discusión pública minera: no caer en la satanización y permitir que una actividad bien hecha genere empleo, divisas, inversión y estabilización fiscal, en uno de los tiempos más críticos para el país. Y no dejar pasar oportunidades que luego lamentaremos no aprovechar.
Otros frentes mineros
Si bien es cierto que Quebradona es el punto de quiebre, otros proyectos y desarrollos mineros vienen avanzando. El año pasado entró en operación Continental Gold, y para esta vigencia se afianzará con 250.000 onzas adicionales de oro en el país. Colombia produce 1,4 millones de onzas, y las que están ligadas a empresas medianas y grandes, formales y vigiladas son unas 450.000. Continental aumentará esa producción con una inversión de 400 millones de dólares. Por su parte, Caldas Gold invertirá 300 millones de dólares, y de 25.000 onzas pasará a producir 150.000 en tres años.
Y jugadores locales como Mineros buscan afianzar y consolidar su producción por encima de las 100.000 onzas. Otras mineras establecidas hace muchos años en Colombia lograron ajustarse en tiempos de pandemia, mantener las producciones y aprovechar un aumento de precios por el crecimiento de la demanda. Es el caso de Cerro Matoso.
Según Ricardo Gaviria, su presidente, mientras algunas mineras tuvieron que parar por cuenta del coronavirus, ajustar sus protocolos de bioseguridad y suspender operaciones, esta empresa fue de las pocas que no paró y cumplió con sus planes de producción. “Nos adelantamos a las disposiciones del Gobierno. Tenemos un equipo especializado en medicina preventiva en temas de salud pública, y trabajamos de la mano con las alcaldías y la gobernación; porque al final se trataba de quitarle el componente de miedo a todas estas instituciones, de tal manera que nosotros pudiéramos seguir operando. El año pasado logramos sacar adelante un proyecto que se llama Queresa y Porvenir, y en mitad de la pandemia nos dieron la licencia ambiental –ordenada por la Corte Constitucional–, con consultas y demás, pero nos hicieron algunos requerimientos adicionales que tuvimos que cumplir. Y antes de que se acabara el año estábamos haciendo las obras de infraestructura, adecuando vías y demás, para poder arrancar este proyecto antes de que acabe este semestre”, dice Gaviria, quien asegura que invirtieron más de 12.000 millones de pesos adicionales durante la crisis sanitaria para garantizar la operación. Además, en octubre inició la reparación de uno de sus hornos, y la empresa llegó a tener 2.500 contratistas, entre ellos, muchos extranjeros. Solo registraron dos casos de covid asociados a esta operación.
Muchas firmas de níquel en el mundo pararon o redujeron su actividad, disminuyendo la oferta. Y aunque la demanda también cayó, ya empezó la recuperación, en especial de acero inoxidable –para obras– y de baterías –para renovables–, en la que el níquel es clave. Los precios se han situado por encima de 8,5 dólares la libra, pero en la pandemia estuvieron por debajo de 5 dólares. Aunque las cotizaciones han mejorado, están lejos de épocas de vacas gordas, cuando llegaron a 18 dólares.
El desafío es mantener una producción de unas 40.000 toneladas al año, con la que pueden sobrevivir, según los cálculos de la compañía, en momentos de vacas flacas.