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¿Recesión global? Así se podrían afectar las inversiones en 2023
El mundo entró en un año de desaceleración, y la pregunta es si la economía global tendrá un aterrizaje suave o si sufrirá una segunda recesión en menos de diez años.
La volatilidad y la incertidumbre siguen siendo las constantes en la agenda económica global. No es claro qué tan profunda será la desaceleración, si se llegará a una recesión o si el mundo registrará un escenario de alta inflación con muy bajo crecimiento, como se conoce a la estanflación.
Las señales son confusas. El crecimiento mundial se está desacelerando debido a la elevada inflación, el aumento de las tasas de interés por parte de los bancos centrales –precisamente, para atajar la escalada de los precios–, la incertidumbre frente a las inversiones y los impactos causados en los precios y abastecimiento de alimentos y fertilizantes, así como de energéticos por la invasión de Rusia a Ucrania.
“Dada la frágil situación económica, cualquier nuevo acontecimiento adverso –como una inflación más alta que la prevista, aumentos abruptos de las tasas de interés para contenerla, el resurgimiento de la pandemia de covid-19 o la intensificación de las tensiones geopolíticas– podría empujar a la economía mundial a la recesión. Sería la primera vez en más de 80 años que se producen dos recesiones mundiales en la misma década”, dice el Banco Mundial.
Esta entidad prevé que la economía mundial crecerá 1,7 por ciento en 2023 y 2,7 por ciento en 2024. La fuerte desaceleración del crecimiento será generalizada: los pronósticos se corregirán a la baja para el 95 por ciento de las economías avanzadas y para casi el 70 por ciento de los mercados emergentes y las economías en desarrollo.
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Muchas alarmas están encendidas. La inflación, que aunque en muchos países ya tocó techo –después de máximos en la historia reciente–, aún se mantiene en niveles altos y lejos de los rangos fijados por sus autoridades monetarias.
Esto ha presionado a los bancos centrales para que suban las tasas, también, históricamente altas, en periodos relativamente cortos. Por ejemplo, la Reserva Federal en Estados Unidos, para frenar la inflación más alta en las últimas cuatro décadas, llevó los intereses en diciembre pasado a un rango de entre 4,25 y 4,50 por ciento, el aumento más alto en los últimos 15 años, mostrando el camino para los otros bancos centrales.
Esto, a su vez, generó un efecto dominó en el precio del dólar que llevó a devaluar otras monedas, incluso unas muy fuertes como la libra esterlina o el mismo euro, que cedieron terreno ante el dólar.
Además, uno de los motores del mundo, China, también tuvo fuertes reparos en su economía, en especial, por la política de covid cero: ante cualquier brote del virus, aislaba ciudades enteras y paralizaba operaciones.
Esto afectó no solo su demanda interna, sino también producciones globales y cadenas de suministro, lo que impulsó un reajuste en estas cadenas de abastecimiento y la búsqueda proveedurías más cercanas a los mercados.
El panorama por los recursos también se ensombrece. El aumento de las tasas de interés por parte de los bancos centrales para frenar la inflación desbordada y la desaceleración del crecimiento mundial amenazan con llevar a un gran número de países a una crisis de la deuda. Según un informe del Banco Mundial, cerca del 60 por ciento de los países más pobres muestran un alto riesgo de sobreendeudamiento o ya se encuentran en esa situación.
David Malpass, presidente del Banco Mundial, señaló que esta “nueva crisis que sigue a la pandemia” encuentra a los países en desarrollo con una posición fiscal deteriorada.
“Los países –dice Malpass– no cuentan con suficientes mecanismos de amortiguación fiscal para sufragar gastos en favor del crecimiento y el desarrollo”.
“Más allá de esta marcada desaceleración cíclica, los países en desarrollo se enfrentan al riesgo de que estas tendencias de las economías avanzadas –inflación, crecimiento lento, menor productividad, uso excesivo de los recursos energéticos a nivel mundial y tasas de interés más altas– continúen después de 2023. Si las políticas fiscales y monetarias actuales se convierten en la nueva “normalidad”, los gobiernos avanzados absorberán gran parte del capital mundial, lo que contribuirá a que se perpetúe la falta de inversión en los países en desarrollo y obstaculizará el crecimiento futuro”, dijo Malpass.
La complejidad ha llegado a las empresas. De acuerdo con una encuesta de Natixis Investment Managers, uno de los principales gestores de activos en el mundo, que consultó a 500 inversionistas institucionales que gestionan más de 20,1 billones de dólares de activos, para la mayoría de ellos es inevitable una recesión este año, pero incluso la califican como necesaria.
Por su parte, un reciente informe de la consultora EY muestra que los CEO están divididos sobre el impacto de la desaceleración económica mundial. Si bien la gran mayoría, el 98 por ciento, espera una recesión, hay poco consenso sobre su duración, profundidad y gravedad.
El vaso medio lleno
Estados Unidos y China son, hoy por hoy, los mejores termómetros de la economía global y, en las últimas semanas, se han venido dando eventos que están moderando las expectativas.
Estados Unidos quebró la tendencia de una inflación creciente. Para diciembre, en su medición anual, llegó a 6,5 por ciento, 6 décimas menos que en noviembre, mientras la inflación mensual se contrajo 0,1 por ciento. Todo indica que llegó al pico y ahora recorrerá una senda hacia abajo.
La expectativa es que Estados Unidos logre un aterrizaje suave de su economía, sin sacrificar empleos y manteniendo la estructura productiva. Según un informe de Bloomberg, la tasa de desempleo se encuentra en un mínimo de aproximadamente 50 años en medio de señales cada vez más convincentes de que la inflación ha dado un giro. “En teoría, es raro y difícil ver una gran disminución de la inflación sin un daño importante en el mercado laboral. Pero en la práctica, parece que eso es lo que sucedió en los últimos tres meses”. Y agrega que las acciones han tenido un buen comienzo en 2023, lo que refleja la mejora del estado de ánimo. Según JPMorgan Chase & Co., siete de las nueve clases de activos que rastrea para su modelo indican una probabilidad de recesión de menos del 50 por ciento. “Hace unos meses, el mercado estaba dando señales de que la recesión estaba básicamente garantizada”, advierte.
Sin embargo, aún hay riesgos latentes. Por una parte, no se define el futuro de la guerra entre Rusia y Ucrania, que ya va a cumplir un año, y por otra, las grandes tecnológicas –que han sido motor de crecimiento–, desde el año pasado y lo que va de 2023, han despedido a más de 200.000 personas, según el portal Layoff. Esto podría convertirse en una bola de nieve que disminuya el gasto, así como en más despidos en otras partes de la economía.
Por el lado del gigante asiático, con su decisión de dejar atrás su política de covid cero y abrirse nuevamente, es posible que el primer trimestre de este año traiga tensiones por el aumento de los contagios, pero suben las posibilidades de que posteriormente su economía inicie una senda de recuperación, impulsada por su demanda interna y el avance en la reconexión con los mercados internacionales. Según el pronóstico de JP Morgan Asset Management, el crecimiento del PIB de China se recuperaría al 5,4 por ciento en 2023.
Pero no todo es favorable, como lo advierte The Economist: si la reapertura de China parece aumentar la demanda mundial y, por lo tanto, la presión de los precios hasta un grado incómodo, los bancos centrales endurecerán la política para contrarrestar la amenaza.
¿Y el vecindario?
América Latina no será ajena a la desaceleración de la economía, aunque la recuperación china puede ser un aliciente para las exportaciones de sus productos básicos.
Sin embargo, para analistas como Oxford Economics, además de la inflación, el mayor riesgo es la inestabilidad política y las tensiones sociales, en especial en América del Sur.
Por un lado, los disturbios y la represión violenta de las autoridades peruanas amenazan con desestabilizar el gobierno de la nueva presidenta Dina Boluarte. Por el otro, en Brasil, a las preocupaciones sobre los planes fiscales del presidente Luiz Inácio Lula Da Silva, ahora se suman las perspectivas de un periodo prolongado de malestar social, tras el ataque al palacio presidencial, al Congreso y a la Corte Suprema de simpatizantes del expresidente Jair Bolsonaro.
En medio del deterioro de las perspectivas para la mayoría de las economías de la región, “México parece el más estable, por sus vínculos económicos con Estados Unidos y Canadá, a pesar de las dificultades con las políticas austeras de Amlo, la confianza empresarial deprimida y la erosión de las instituciones públicas”.
Hay que estar atentos a los indicios de los mercados y al estado de ánimo de la economía, que parece estar dando señales distintas a las de hace apenas unos meses.