Alimentos
Alimentos: no es el momento de sentir pánico, dice el Banco Mundial
A pesar de las tensiones por la invasión de Rusia a Ucrania en el mercado de los alimentos en el planeta, con precios desbordados que venían desde antes del conflicto, según la entidad, las existencias de arroz, trigo y maíz son históricamente altas. Plantea cuatro escenarios para enfrentar esta nueva coyuntura.
Una de las mayores preocupaciones del mundo, hoy por hoy, está alrededor de los alimentos. No solo por el incremento en los precios y el impulso que le han dado a la inflación global, sino también por la producción y la atención de la demanda global.
Sin duda, los alimentos han sido uno de los principales combustibles para la inflación, que está disparada. En la Eurozona, a marzo, el Índice de Precios al Consumidor llegó al 7 % anual y en Estados Unidos superó el 8 %, la cifra más alta de los últimos 40 años, solo por poner un par de ejemplos. En Colombia, la inflación ha superado el 8 por ciento anual, a febrero y los alimentos han crecido 23,33 % en los últimos 12 meses.
De acuerdo con cálculos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés), en febrero de 2022, el índice de precios globales de alimentos rompió un récord, al llegar a los 140,7 puntos, con un incremento interanual de 20,7 %.
Esta tendencia al alza la traía desde el año pasado cuando los precios empezaron a crecer, producto de una mayor demanda -acompañada de la recuperación de las economías tras la reapertura de muchos países y sectores, luego de las cuarentenas de la pandemia-, pero también por los incrementos de los insumos, los fertilizantes y de la forma en que ha impactado la crisis logística y de los contenedores la distribución.
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Pero ahora, la invasión rusa a Ucrania y el conflicto entre estos dos países -que son dos de los grandes proveedores de trigo, maíz y fertilizantes en el mundo-, ha puesto una nueva presión sobre la proveeduría de alimentos.
De hecho, la ONU advirtió las tensiones que puede generar el alza en los precios de los alimentos y alertó por la crisis humanitaria y la inestabilidad política que podrían aparecer en distintos países por el impacto que tendrá sobre los más desfavorecidos y vulnerables.
“Los precios de los alimentos, el combustible y los fertilizantes se están disparando. Las cadenas de suministro se están interrumpiendo. Y los costes y retrasos en el transporte de los productos importados, cuando están disponibles, alcanzan niveles récord. Y todo esto está afectando más a los más pobres y sembrando las semillas de la inestabilidad política y el malestar en todo el mundo”, dijo el secretario general de la ONU, Antonio Guterres.
Ya más cerca a Colombia, Julio Berdegué, representante de América Latina y el Caribe de la Organización de la FAO, no descarta que la región pueda entrar en una crisis alimentaria. Las simulaciones de FAO para 2022 muestran dos escenarios. Uno moderado en que los precios del maíz aumentan 8 % y del trigo 8,7 %, lo que implicaría 7,6 millones de personas adicionales en condición de hambre para fin de año. El escenario severo evidencia que el precio podría incrementarse 21,5 % para el trigo, 19,5 % para el maíz y 17,8 % para aceites vegetales, conduciendo a que cerca de 13 millones de personas más caigan en condiciones de hambruna.
La vulnerabilidad de Colombia puede ser alta. De acuerdo con un estudio de la Universidad Nacional, el país importa el 75 % de los fertilizantes concentrados en urea –29 % de Rusia, 20 % de Venezuela, 14 % de Trinidad y Tobago, y 13 % de Ucrania–, es decir que el 42 % de este producto proviene de dos países que en este momento afrontan un conflicto internacional.
Por su alto contenido de nitrógeno, la urea sintetizada es el fertilizante (sustancias orgánicas o inorgánicas que brindan nutrientes esenciales) de mayor uso en el mundo, agrega el informe de la Nacional, ya que aporta entre 25 y 30 % de los nutrientes que requiere un cultivo, permitiendo el crecimiento de las plantas y el rendimiento de los cultivos.
¿Cuál es el escenario hacia el futuro?
Un documento de Mari Elka Pangestu, directora gerente de políticas de desarrollo y alianzas del Banco Mundial, establece que los impactos de la guerra en Ucrania se están sintiendo mucho más allá de sus fronteras. Una de las consecuencias más críticas es la crisis de los precios de los alimentos, poniendo en tela de juicio la asequibilidad y la disponibilidad de trigo y otros alimentos básicos. Esto en momentos en que está tratando de salir de las crisis -de salud, económicas y sociales- que ha dejado la pandemia.
Según el análisis de Pangestu, Ucrania y Rusia representan más de una cuarta parte de las ventas anuales de trigo en el mundo, la guerra ha causado un aumento significativo del precio de los alimentos: no solo del trigo, sino también de la cebada, el maíz y el aceite comestible, entre otros productos exportados por estos dos países. Los precios de los alimentos a nivel local y mundial ya estaban cerca de máximos históricos antes de la guerra, y un gran signo de interrogación se cierne sobre las cosechas de las próximas temporadas en todo el mundo debido al fuerte aumento de los precios de los fertilizantes.
“Por muy preocupantes que sean estas tendencias, no es momento de sentir pánico. He aquí un hecho que puede sorprenderle: las existencias mundiales de arroz, trigo y maíz –los tres principales alimentos básicos del mundo– siguen siendo históricamente altas. En el caso del trigo, el producto básico más afectado por la guerra, las existencias se mantienen muy por encima de los niveles durante la crisis de los precios de los alimentos de 2007-08. Las estimaciones indican también que alrededor de tres cuartas partes de las exportaciones rusas y ucranianas de trigo ya se habían entregado antes del inicio de la guerra”, señala el análisis.
Recuerda que esta no es la primera vez que el mundo enfrenta una crisis alimentaria. Hubo una en el periodo 2007-2008, que tuvo su origen en la sequía y el aumento de los precios del petróleo. En ese momento los grandes países productores, preocupados por el abastecimiento interno de alimentos, restringieron las exportaciones, circunstancia que incrementó los precios.
Y así como advierte la crisis, explica la situación que generó la covid-19 y cómo actuaron los países: siguieron vendiendo productos alimenticios a pesar de que los confinamientos afectaron a los puertos, el transporte de carga y la movilidad de los trabajadores. “Este comportamiento cooperativo ayudó a limitar las interrupciones en las cadenas mundiales de suministro de alimentos y evitó que la situación empeorara, beneficiándose así todos los países”, agrega el análisis.
La gran pregunta es cómo enfrentar esta nueva coyuntura y gestionar la incertidumbre de los precios de los alimentos.
Pangestu, en su documento publicado por el Banco Mundial, plantea cuatro prioridades.
En primer lugar, mantener el comercio de alimentos. Los países y las organizaciones internacionales deben volver a unirse en su compromiso de mantener el flujo comercial de productos alimenticios. El Grupo de los Siete (G7) ha exhortado a todos los países a mantener abiertos sus mercados alimentarios y agrícolas, y a evitar toda restricción injustificada a sus exportaciones.
En segundo lugar, apoyar a los consumidores y los hogares vulnerables a través de redes de protección social. Es imprescindible mantener o ampliar los programas de protección social que ayudan a proteger a los consumidores. No solo la disponibilidad de alimentos, sino la asequibilidad de estos es una preocupación especialmente en los países de ingreso bajo y mediano, donde la gente tiende a gastar una mayor proporción de sus ingresos en alimentos que en los países de ingreso alto. “Muchas personas ya estaban disminuyendo el gasto antes de la guerra debido a la reducción de los ingresos y al aumento de los precios de los alimentos. En un entorno de recursos limitados, los Gobiernos deben priorizar la asistencia a los hogares más vulnerables”, dice Pangestu.
En tercer lugar, apoyar a los agricultores. Si bien las existencias mundiales de alimentos son adecuadas ahora, es necesario proteger las cosechas de la próxima temporada ayudando a los productores de alimentos a enfrentar un marcado aumento de los insumos, incluidos los costos de los fertilizantes y la menor disponibilidad de dichos insumos. Medidas como eliminar los obstáculos al comercio de insumos, poner mayor énfasis en el uso más eficiente de los fertilizantes, y reorientar las políticas públicas y el gasto para dar un mejor apoyo a los agricultores podrían ayudar a proteger la producción de alimentos dentro de seis meses. También es hora de invertir más en investigación y desarrollo en esta área: ampliar la ciencia incipiente y la aplicación de biofertilizantes, que dependen menos de los combustibles fósiles que los fertilizantes sintéticos, aumentaría las alternativas sostenibles para los agricultores.
Y el cuarto punto, y tal vez el más crucial: aún cuando se pueda responder a las necesidades inmediatas, es clave transformar los sistemas alimentarios de modo que sean más resilientes y lograr una seguridad alimentaria y nutricional que perdure en el tiempo. “Los sistemas alimentarios ya se estaban recuperando de múltiples crisis antes de la guerra. La inseguridad alimentaria aguda iba en aumento en muchos países, como consecuencia de las crisis económicas, los múltiples conflictos, una sequía histórica en África oriental y una plaga extrema de langostas”, puntualiza el informe.