Recuperación Económica
Así va la recuperación de las librerías y editoriales, ¿hay buen panorama para 2023?
Tras el impacto de la pandemia, este sector pasó a sufrir una escasez de insumos como papeles y tintas. Pese a que se han incrementado los costos de producción, se beneficia de un mayor interés de los colombianos por la lectura.
En 2021 se prendieron las alarmas por la escasez de papel en Colombia, un año después de esa crisis, todo parece indicar que la situación no mejoró del todo, pero el camino de las editoriales y las librerías parece estar en recuperación. Por ahora, la amenaza más latente es uno de los artículos de la reforma tributaria que plantea una mayor tributación para este sector económico.
En Colombia se utiliza el papel para la producción de empaques, papeles suaves, imprenta y escritura. Para nadie es un secreto que, con la llegada de la pandemia, la falta de materias primas a nivel mundial y la crisis de los contenedores, diferentes sectores han tenido problemas. De acuerdo con Luis Enrique Izquierdo, gerente comercial de Calixta Editores, esa escasez sigue vigente.
“En el suministro de papel mantenemos las mismas deficiencias de hace un año. En Colombia se consiguen dos tipos de papel: de alta y de media calidad y con este último es que se está trabajando hoy. Además, la recuperación no ha sido total porque el papel es importado y se paga en dólares, lo que sube el precio de producción y afecta la calidad de impresión”, dijo Izquierdo en entrevista con SEMANA.
Según datos de la Cámara de la industria de pulpa, papel y cartón de la Asociación de empresarios de Colombia (ANDI), el subsector de imprenta y escritura representa el 27 % de la industria nacional. Preocupa que el alza de precios de libros, papeles y cuadernos siga en aumento y afecte rentabilidad de los pequeños y medianos editores y libreros.
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Aunque este año ha sido el mejor de los últimos tres, Izquierdo dice que hay preocupación en el sector por el impacto de la reforma tributaria, la subida de la inflación, el dólar y las negociaciones del salario mínimo, pues todas son variables que afectan el costo de producción e imprenta editorial.
“Como muchos agentes del sector, las editoriales contratan los servicios de una imprenta para desarrollar sus productos, pero previo a eso ha tenido que contratar otros servicios relacionados como el diseño de las portadas, los correctores de estilo, editores, y otros empleos más. Todo eso hace parte de la sumatoria de elementos que definen el valor de un libro, más los costos de impresión y distribución”, dijo.
Así mismo, Izquierdo señala que la reforma busca que las industrias del sector editorial que tienen una renta considerable, aumenten su tributación. Es decir, como en el país “hay dos partes de la industria, una grande y una independiente, y la primera agrupa cerca del 80 % del catálogo, se espera que ese sector sea el que tribute en mayor cuantía, porque las editoriales independientes, las librerías pequeñas y la parte más baja de la cadena productiva no podrían realmente hacerlo”, explica.
Y es que como él dice, el problema parece estar en la poca definición del artículo del proyecto de reforma, pues no es claro si todo el sector se vería afectado. “el otro 20 % del catálogo lo tienen las ediciones independientes que, por los volúmenes de imprenta y rotación de unidades, pueden tener costos de producción más altos, rentabilidades menores y, hacer que paguen más impuestos podría llevarlas al borde de la quiebra”.
Sobre el panorama para 2023, Izquierdo dice que es optimista, pues, aunque todo inca que el país y la economía del mundo se van a desacelerar, la industria editorial colombiana parece tener una buena base de consumo y, aunque con inconvenientes, se puede basar en una agenda cultural suficiente para seguir por la senda de la recuperación.
“Aunque el año pasado no hubo FilBo, sí tuvimos varias ferias locales en Cali, Medellín y el Eje Cafetero. Entonces este año la Feria del Libro fue un buen indicador de cómo se puede llegar a comportar el sector para los años que vienen”, afirma Izquierdo. Por ejemplo, la pandemia tuvo un impacto fuerte en la cantidad de libros que el colombiano promedio lee, y eso incrementó los ingresos del sector. En 2020 un colombiano leía 2,7 libros al año, pero hace veinte años, este porcentaje apenas rozaba el dígito, y según la encuesta ‘Lectura, Escritura y Oralidad y espacios de lectura’, realizada por el Observatorio de prácticas de lectura y escritura de BibloRed de Bogotá, el índice de lectura de los bogotanos fue de 4,6 libros anuales, lo que podría indicar una mejora general del índice nacional.
Sin embargo, para Izquierdo la preocupación tiene que ver con el precio de los libros, “digamos que tenemos que seguir manejándolo y esperar que, de alguna manera, se estabilice el dólar y que podamos trabajar con unos índices que permitan producir, imprimir, vender y ganar en toda la cadena”. Una de las posibilidades a explorar es la inclusión de libros electrónicos en el mercado, de acuerdo con cifras presentadas en el informe de la Cámara Colombiana del libro (CCL), “el libro digital, que en 2018 representaba el 7,3% de la oferta de títulos, pasó a 25,2% en 2021″.
Los e-books podrían ser una buena opción para sobrellevar la escasez del papel en Colombia y abrirles las puertas a las editoriales que aún no han entrado en el mundo digital. Sin embargo, el interés de los lectores por consumir hoy en día libros físicos implica que deben estar dispuestos a pagar más por ellos y, como dice Izquierdo, que un libro no sea impreso no quiere decir que tiene un menor costo de producción, sino que, por el contrario, en Colombia puede implicar gastos equivalentes o superiores.