PIB
Del oasis al desierto, así va la economía colombiana
El año sigue con una buena dinámica en materia de crecimiento económico, tras conocerse el resultado de agosto. Pero los nubarrones se ven en el horizonte de 2023. ¿Estanflación a la vista?
Mientras en el planeta la incertidumbre y las sombras de la recesión acechan, en Colombia los resultados del crecimiento de la economía para este año siguen sorprendiendo.
De acuerdo con el Índice de Seguimiento a la Economía (ISE), del Dane, en agosto la actividad económica creció 8,6 por ciento respecto al mismo mes de 2021. En el cálculo mensual, el comportamiento presenta un incremento de 1,4 por ciento respecto a julio de 2022, y una variación negativa de 0,3 por ciento con relación a junio de este año. En los primeros ocho meses del año, el crecimiento se ubica en 9,7 por ciento.
Las actividades económicas que más contribuyeron a esta dinámica fueron las terciarias; es decir, suministro de electricidad, gas, vapor y aire acondicionado; distribución de agua; comercio; transporte; alojamiento y servicios de comida; comunicaciones y actividades financieras, entre otras. Ellas aportaron 6,5 puntos porcentuales a la variación anual del ISE.
Las cifras de crecimiento de la economía este año tienen dos caras de una misma moneda. En una, por una parte, el efecto base de comparación, en especial en el segundo trimestre del año, fue muy importante, pues el año pasado, por esa época, se dieron protestas y bloqueos que paralizaron la actividad productiva en diferentes regiones del país. Y, por otra, como explica Felipe Campos, gerente de inversión e investigaciones de Alianza Valores y Fiduciaria, la influencia del subsidio a la gasolina ha sido determinante en los motores de crecimiento de 2022. “La idea de que Colombia en un año crezca 7 por ciento o más frente al promedio de la región de 3 por ciento, necesariamente debe llevarnos a estudiar las políticas atípicas internas. Acá sobresalen los 28 billones de pesos de subsidio a la gasolina estimado para este año (2,3 por ciento del PIB), y las políticas de asistencia social extraordinaria (2,2 por ciento del PIB)”, señala.
En este contexto, no es tan difícil –agrega Campos– explicar el buen crecimiento del país y al mismo tiempo entender por qué nuestro déficit fiscal se mantendría cerca al 7 por ciento (5,6 por ciento del Gobierno nacional central y 2,3 por ciento del Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles) para 2022, mientras la región ya se encontraba en el 3,6 por ciento en promedio en 2021.
En la otra cara, sin duda, se destaca la dinámica que trae la economía desde el año pasado. Como dice Daniel Velandia, director ejecutivo de Research y economista jefe de Credicorp Capital, Colombia se sigue beneficiando de altos precios de commodities, de remesas que superaron los 8.500 millones de dólares y están alimentando el gasto de los hogares, y de un mercado laboral recuperándose. “Esperamos un crecimiento este año de 7,8 por ciento. Vamos a ser de los países que más crezcan en el mundo”, dice Velandia.
Sin embargo, para el año entrante, las perspectivas de Colombia tendrán más nubarrones. Casi que se le pondrá freno de mano al crecimiento: pasará de cerca de 8 por ciento este año a casi 0 por ciento para 2023, según el Banco de la República.
El escenario no pinta bien. La caída en la confianza de consumidores y empresarios, las incertidumbres que está generando el Gobierno con sus anuncios –en especial con el futuro del sector minero-energético, principal generador de divisas del país– y una inflación que no cede son los ingredientes de un coctel muy complejo. Después de dos años de crecimiento sostenido, viene el ajuste normal de la economía. Sin embargo, la desaceleración puede ser más profunda y registrar lo que los expertos denominan estanflación: un bajo o nulo crecimiento y una inflación alta.
Por ahora, el costo de vida seguirá presionado por el incremento en los precios de la gasolina; el invierno, que mantendrá al alza los precios de los alimentos, y, especialmente, la disparada del dólar, que encarecerá las materias primas y productos importados terminados. ¿Estamos en el tránsito del oasis al desierto?