ECONOMÍA
Economía: razones para no perder la esperanza de la reactivación
El aumento de los contagios en un tercer pico que no termina y los bloqueos causan incertidumbre sobre el futuro de la economía. Pero aún hay señales positivas. ¿Habrá luz al final del túnel?
Las noticias de muchos actores de la economía indican que hay malas señales en estos tiempos: la pandemia está disparada, los bloqueos ilegales afectan el aparato productivo en algunas regiones, hay anuncios de suspensión de operaciones en plantas de producción, enormes costos para los productores y desempleo.
A esto se suma el mal resultado en materia de inflación: las protestas y los bloqueos se llevaron de un solo tajo el incremento salarial del año pasado, pues presionaron al alza los precios en productos de la canasta básica, como carne, huevos y lácteos, entre otros.
El pesimismo es generalizado. Un sondeo realizado por la firma Mobimetrics señaló que 73 por ciento se mostró poco optimista o nada optimista frente a las negociaciones entre el Gobierno y los líderes del paro. No se ve una salida pronta.
El llamado de muchos empresarios es a la sensatez y a detener las acciones vandálicas que afectan a toda la población. Es necesario suspender las movilizaciones, dialogar y avanzar en soluciones a las legítimas peticiones de los sectores sociales.
Ante este panorama, vale la pena analizar hasta dónde el daño está hecho y qué opciones reales tiene la economía para retomar el rumbo de la recuperación.
Es necesario aplicar algo de sindéresis para entender lo que está pasando, porque el exceso de pesimismo puede llevar hacia el autocumplimiento de oscuras profecías.
Lo primero es distinguir entre los impactos estructurales y los coyunturales, algo que los economistas tienen en cuenta para sus proyecciones. Por ejemplo, cuando hay un choque de oferta de carácter puntual, como una mala cosecha, los técnicos del Banco de la República se lo advierten a la junta directiva a fin de que esta determine si mantiene o no un nivel de tasas, y, así, evitar afectaciones a la economía cuando no es necesario un ajuste.
Todo indica que, hasta el momento, muchos de los impactos son de carácter coyuntural. El principal ejemplo es el de la inflación, que en mayo alcanzó un nivel de 1 por ciento, y disparó el índice anual de precios al consumidor a 3,3 por ciento y, en lo corrido del año, a 3,18 por ciento.
Este fenómeno tiene una explicación: el desabastecimiento originado por los bloqueos a lo largo y ancho del país. Prueba de ello es que el segmento de alimentos y bebidas no alcohólicas fue el que mayor variación de precios tuvo en ese mes con 5,37 por ciento. Los perjuicios han sido generalizados, y todos los colombianos lo sintieron en su bolsillo.
Desde muchos sectores, se han lanzado voces de alerta sobre el fenómeno. Los más recientes fueron los cafeteros, que advirtieron sobre una caída de 52 por ciento de las exportaciones. Pero las señales de auxilio vienen de todos lados: lecheros, repuesteros, vendedores y ensambladoras de carros y motos, petroleros, droguerías y un largo etcétera que se extiende por todos los sectores productivos. En este frente, nadie se puede equivocar: las manifestaciones y los bloqueos han puesto en jaque al aparato productivo nacional. Es necesario superar esta situación rápidamente.
El otro choque coyuntural es el asociado a la pandemia: la ola de casos en Colombia sigue teniendo con los pelos de punta a todo el mundo. Durante el último mes, no se ha bajado de 500 muertos diarios, y es claro que las manifestaciones alargaron el pico más allá de lo presupuestado. Esto es una verdadera tragedia. El país pronto superará el umbral de los 100.000 muertos por el coronavirus, la peor catástrofe humanitaria en la historia nacional. La disciplina y el autocuidado son las claves para superar la situación.
Razones para el optimismo
Las señales son contundentes: el país enfrenta la peor coyuntura de todos los tiempos, iniciada por una pandemia y agudizada por la insatisfacción social que ha llevado a las calles a muchas personas, lo que agravó todos los indicadores de la covid-19.
No obstante, se deben distinguir los elementos coyunturales de los estructurales. Por lo menos, así se desprende de muchas cifras, no hay razones (aún) para pensar que el sector productivo sufrió un nocaut. Ante todo, es preciso decir que la economía sigue respondiendo apenas se reinician actividades. Las cifras muestran que los datos de producción aumentan solo al subir el interruptor y reiniciar la maquinaria productiva. Y esto ocurre al mismo ritmo o inclusive a uno superior al de antes de la llegada del coronavirus.
En su columna en el diario El Tiempo, la presidenta del Consejo Privado de Competitividad, Rosario Córdoba, aseguró que nadie puede negar que la recuperación ya empezó, y eso queda en evidencia en las proyecciones de muchos centros de estudio y entidades multilaterales que ven a Colombia creciendo hasta por encima de 7 por ciento este año. Más que muchos otros países.
Por tanto, es posible afirmar que la economía no ha sufrido daños estructurales: el aparato productivo responde muy bien a cualquier intento de reactivación.
A esto hay que sumarle el choque positivo en los precios de las materias primas: café, petróleo y minerales, como carbón, ferroníquel y oro, tienen buenos precios, hay altos volúmenes de producción, y eso, con un dólar por encima de los 3.500 pesos, significa mayor liquidez para la economía colombiana.
Esta tendencia en la canasta exportadora está acompañada por buenas cifras en las ventas no minero-energéticas. De acuerdo con el análisis del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo (MinCIT), este abril ha sido el mejor de los últimos años en ventas al exterior de productos no minero-energéticos. El país exportó en el cuarto mes 1.467 millones de dólares en bienes de este tipo. Ese fue el registro más alto para abril desde 2013, cuando se vendieron 1.528 millones de dólares en estos productos. Allí se destacan muebles, confecciones, dátiles, higos, piña, edificios prefabricados, café, polipropileno, carnes y preparados de carne, y hasta medicamentos.
Esta tendencia es positiva y revela un cambio estructural, pues exportar no es un logro menor, ya que exige adecuaciones en la línea de producción, contactos en el exterior y logística; todo eso solo se obtiene después de un largo proceso empresarial. Así que este es un terreno ganado para el país.
Otro factor positivo: la política monetaria laxa del Banco de la República. Las señales de alerta se encendieron por la inflación de mayo. Pero hay una alta probabilidad de que el Banco mantenga las tasas bajas, dado que el choque del quinto mes es estrictamente coyuntural. De hecho, la inflación anualizada sin alimentos se mantuvo en 2,11 por ciento, todavía dentro de los límites aceptables para la entidad. El equipo técnico del Emisor hará énfasis ante la junta directiva en este mensaje.
A esto hay que sumarle dos razones más al optimismo: primero, las vacunas funcionan, como lo muestran los resultados en el grado de contagio de los mayores de 60 años, que ha venido cayendo; segundo, a pesar de todas las vicisitudes, el proceso de vacunación avanza y ya supera los 10 millones de dosis. El ministro de Salud, Fernando Ruiz, se ha comprometido, en reiteradas oportunidades, con cumplir la meta de inmunizar a 35 millones de colombianos de aquí a diciembre. Se debe hacer fuerza para cumplir ese objetivo.
Desafíos estructurales, claro que hay. El más importante de ellos: responder a los reclamos de quienes se han visto muy afectados en esta dura y larga coyuntura, pues cayeron en la pobreza o en la vulnerabilidad. Son, principalmente, jóvenes y mujeres con los que el virus se ensañó al sacarlos del mercado laboral y de las oportunidades de prosperidad. Eso no se puede perder de vista.
No es tiempo de cantar victoria. Los desafíos siguen ahí. Pero hay signos positivos que pueden dar algo de optimismo. No es tiempo de perder la esperanza.