La poca información que se tiene sobre los ricos colombianos hace que sea más difícil cobrarles impuestos. Los datos que se tienen son sobre ingresos y no sobre su patrimonio. | Foto: istock

Tributaria

¿Los ricos también lloran?: no es tan fácil que paguen más impuestos

Hay consenso para que en la próxima tributaria la clase alta, ese 2,6 por ciento de la población, pague más. Pero no será sencillo: no hay claridad de cuántos son los ricos colombianos ni cuánto valen sus fortunas. Todo indica que la vapuleada clase media terminaría siendo la sacrificada.

27 de febrero de 2021

El año pasado, el Gobierno presentó una nueva metodología para medir la pobreza en el país, que fijó parámetros para saber cuántos colombianos viven en esa condición o están por encima de ella. Además, hizo distinciones entre ciudades, pues las diferencias en el costo de vida hacen que el sueldo rinda más o menos.

Bajo las nuevas condiciones, con datos a 2019, un colombiano está en la pobreza extrema si no tiene ingresos para conseguir alimentos equivalentes a 2.100 calorías diarias, y que tienen un costo mensual de 137.350 pesos. Si le alcanza para un poco más que la comida, pero sus ingresos no superan los 327.674 pesos mensuales, está clasificado como pobre. Ese nivel es el que técnicamente se conoce como línea de pobreza. La siguiente clase social es la de los vulnerables, es decir, aquellos que ganan un poco más que los pobres, pero que están en constante riesgo de volver a caer en esa condición. Para estar en la clase vulnerable, los ingresos deben estar en 2,5 veces la línea de pobreza, lo que equivale a 819.185 pesos mensuales por persona o 3.276.740 pesos en un hogar de cuatro personas. En este caso se divide el ingreso por igual entre niños y adultos.

En la clase media están quienes llegan hasta diez veces la línea de pobreza, es decir, hasta 13.106.960 pesos para un hogar de cuatro y los que superan ese monto son los que pertenecen a la clase alta: allí está 2,6 por ciento de la población y el 6,9 por ciento de los hogares. No obstante, esa no es una medida nacional porque en Bogotá, para que una familia de cuatro personas se considere de clase alta, debe generar más de 17,9 millones mensuales y en Riohacha más de 11,1 millones.

El problema es que si bien el 2,6 por ciento de la población podría clasificarse como rica (alrededor de 1,3 millones de personas) y es a ellos a quienes debería apuntar la Dian, esa medición solo está hecha con base en los ingresos y no en su patrimonio. Aquí no se tienen en cuenta las deudas, ni se sabe con exactitud a cuánto ascienden sus bienes. Por eso, aunque muchos de ellos declaran renta, al final no pagan nada o tributan muy poco.

A eso se suma la elevada informalidad, que hace que muchas personas con altos ingresos sean invisibles para la Dian. Y están las prácticas de muchos ricos de esconder parte de sus bienes a ojos de la autoridad tributaria o de declararlos por su valor catastral, no el real.

La consecuencia de esta situación, en un país necesitado de recursos como Colombia, es que el ingreso mínimo para pagar renta cada vez baja más. Hoy es obligatorio para quienes devenguen más de 4,1 millones de pesos mensuales o tengan un patrimonio de 160,2 millones de pesos en adelante. Eso implica que cada vez se incluye a más personas de la clase media.

Arte y parte

Andrés Zambrano, profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, dice que el problema de gravar a los ricos radica en la falta de datos sobre estas personas. A esto se suma que, como grupo social, sus representantes ejercen poder para que no los graven más. Específicamente, se refiere a congresistas y magistrados, con ingresos de 30 millones de pesos mensuales (91 veces por encima de la línea de pobreza), quienes siempre argumentan que no se les deben subir más los impuestos de renta o de patrimonio, con el argumento de que así están protegiendo a la clase media.

A eso se suma “un problema reiterativo en el discurso sobre impuestos y es que se cree que las empresas son ricas y por eso hay que gravarlas. Eso mata la estructura productiva de un país porque una empresa lo que hace es crear empleo. Eso sí, cuando da utilidades y las reparte entre sus socios es a ellos a quienes se les debe cobrar”, agrega este académico.

Su colega Andrés Álvarez, también de Los Andes, precisa que la gran dificultad para implementar políticas como las que promueve el célebre autor de El capital en el siglo XXI, Thomas Piketty, para que se grave más a los ricos y con ello aminorar un poco la creciente desigualdad, radica en tener claro que riqueza no es igual a altos ingresos. El salario es solo una parte, falta saber si las personas son propietarias de inmuebles, si reciben ingresos por ellos o por su participación en empresas.

Piketty es uno de los economistas que promueven la idea de gravar más a los ricos para combatir la desigualdad.
Piketty es uno de los economistas que promueven la idea de gravar más a los ricos para combatir la desigualdad. | Foto: AFP

La base de la información sobre las clases sociales en el país está en la Encuesta Nacional de Hogares del Dane, pero se sabe que allí el grupo de mayores ingresos está subrepresentado porque es difícil encuestar a los ricos. “Aunque son pocos, no suelen permitir que el encuestador entre a sus casas por temas de seguridad o porque no les interesa que se sepa que son ricos. Por eso, poco sabemos de la parte más alta de la distribución del ingreso”, dice Álvarez.

Lo que sí sabe de los ricos es que entre ellos también hay una gran desigualdad. El economista Jairo Núñez estudió este fenómeno y evidenció que el 10 por ciento más adinerado tiene 60 por ciento de la riqueza total del país. El libro de Piketty revela, por su parte, que los colombianos más ricos concentran 49 por ciento del ingreso del país, lo que luce un poco menos peor que el 57 por ciento de Brasil, 53 por ciento de Perú y 60 por ciento de Chile.

Tema cultural

Aunque está clarísimo que es mejor ser rico que pobre y que el dinero no da la felicidad, aunque es lo que más se le parece, en Colombia ser un magnate no está bien visto. Mientras en Estados Unidos los millonarios son celebridades a quienes todos quieren emular y hasta pagan dinero por cenar con ellos y escuchar sus consejos, acá se desconfía de los ricos.

Se cree que si consiguieron dinero fue porque hicieron algo mal en el pasado que disparó su fortuna y constantemente se espera que comentan un error para caerles con todo. A eso se suma una terrible historia de secuestros y pescas milagrosas que hacen que aquellos con dinero prefieran que no se sepa, en especial si el que tiene que enterarse es la Dian.

Wilson López, profesor de la Universidad Javeriana y psicólogo social, atribuye este fenómeno a la devastadora marca que dejó el narcotráfico sobre Colombia. La ostentación y las malas maneras de los narcos volvieron la riqueza algo repudiable. A eso se suma la variable de la corrupción, la cual genera desconfianza en las élites. Esto se ve reforzado por la impunidad y la idea generalizada de que la justicia es para los de ruana.

“La gente rica es minoría en todo el mundo, pero acá la desconfianza en las instituciones hace que no se valore la riqueza de forma positiva y aspiracional. Es más, la convicción de muchos de que nunca van a poder acceder a ese nivel de riqueza hace que su opción sea reprochar al que lo logra”, dice López. Y debido a lo demorado que resulta ascender socialmente, si una persona cambia rápido de estrato se vuelve sospechosa.

Pese a lo anterior, las élites económicas son una realidad innegable y varios estudios internacionales así lo comprueban. También ratifican que, en materia de billonarios y de magnates, Colombia está rezagada frente al vecindario. Según la lista de Forbes, que resalta a aquellas personas con una fortuna de más de 1.000 millones de dólares, en Colombia hay tres; en Argentina, cuatro; en Chile, siete; en México, 11 y en Brasil, 15.

El informe de personas ricas de Credit Suisse indica que en 2019 en Colombia había alrededor de 39.000 personas con más de un millón de dólares, 5.000 con patrimonios mayores a cinco millones de dólares y 2.000 con patrimonios superiores a diez millones de dólares.

También están los estudios sobre los llamados ultrarricos, que son los que tienen 30 millones de dólares o más disponibles para invertir. La firma Knight Frank tiene un modelo para medir ese tipo de fortunas y hasta enero de 2020 en Colombia encontró 807 ultrarricos.

Rentistas y no empresarios

Pese a las cifras anteriores, en 2020 solo 7.627 contribuyentes presentaron su declaración del impuesto al patrimonio y 7.417 normalizaron bienes en el exterior entre 2019 y 2020. En cuanto al impuesto de renta, por el año gravable 2019 presentaron declaración 3.692.756 personas naturales, pero vale la pena recordar que allí no solo están obligados los ricos, sino un creciente porcentaje de la clase media.

Guillermo Sinisterra, profesor de Economía de la Universidad Javeriana, dice que las personas más ricas en Colombia tienen una tasa efectiva de tributación del 10 por ciento, que es menos de lo que paga un asalariado que, por ejemplo, gana cinco o seis millones de pesos al mes.

El profesor Álvarez agrega que aunque no existen muchos estudios, hay varias señales que indican que Colombia parece ser más un país de rentistas que de grandes empresarios, pues la mayoría de los ricos obtienen sus fortunas de rentas de capital y pocos por emprendimientos. Eso dificulta aún más cobrarles impuestos. Por esa razón propone que se graven más las rentas de capital, que, en otras palabras, es poner impuestos a una riqueza que está quieta y no está generando valor para el país. También considera que se debe empinar más la tasa de tributación, pues no debe pagar lo mismo el que gana cuatro millones de pesos que quien devenga 20 u 80 millones al mes.

Juliana Londoño, profesora de UCLA y asociada con Piketty en la investigación global sobre desigualdad, considera que la clave para poder gravar más a los ricos radica en mejorar la calidad de los datos administrativos. “No solo hay que luchar contra la evasión y la elusión de impuestos, para que se declare lo que toca, sino también se debe mejorar la capacidad de la Dian para detectar la evasión”, opina y agrega que los programas de normalización -que es cuando la gente declara bienes en el exterior que antes no habían presentado ante las autoridades tributarias- pueden mejorar esta situación, pero resultan insuficientes en la medida en que sigue habiendo abusos.

Así mismo, considera que, frente a los avances recientes de cooperación internacional, debe asegurarse que en la Dian existe quién procese y, con tecnología de punta y técnicas modernas de análisis de datos, revise y analice esta cantidad de información tributaria que llega del exterior. Que puedan hacer auditorías intensivas y fiscalicen a los evasores.

La próxima tributaria no solo se enfrentará al reto de pasar sin demasiados cambios por el Legislativo, sino también al de lograr que los ricos paguen más sin darle otro golpe a la vapuleada clase media.