Macroeconomía
¿La guerra en Ucrania afectará también el consumo de carne?
Ya se cumplen más de cuatro meses desde el inicio de esta guerra.
En una granja en el norte de Ucrania, una vaquilla asustadiza pasta cojeando desde que el estallido de un obús le dañó la pata trasera, una señal del sufrimiento que la guerra provoca en los animales.
Con cuatro meses, la ternera se salvó de los bombardeos que destruyeron casi por completo una granja en la localidad de Mala Rogan, 25 km al sureste de Járkov (noreste), matando a un tercio del ganado.
Una “noche de pesadilla” para Liubov Zlobina, la propietaria de 62 años, que desde entonces está “atormentada por los llantos de las vacas quemadas vivas” en su finca el pasado 26 de marzo, cuando los rusos trataban de conquistar la zona.
“Me aferro a esta pequeña superviviente, pero ya le he dado antibióticos dos veces y, por desgracia, la herida supura y no se engorda”, lamenta entre sonidos de bombas en la lejanía y agrega que “si pudiéramos quitarle la metralla, puede que se pusiera bien, pero para la cirugía deberíamos llevarla muy lejos y no podemos”.
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Su marido, que estuvo desplegado en Afganistán como conductor del ejército soviético, muestra a AFP algunos videos de la noche del ataque guardados en su móvil.
“Corrimos en todas direcciones al salir del sótano”, explica Mikolai Zlobin, de 57 años, ya que el heno se incendió inmediatamente. Una vaca que estaba dando a luz murió. Tuvieron que destruir una parte de la pared para que los animales pudieran encontrar una salida mientras los misiles seguían cayendo sobre el rebaño.
“Intenté salvar algunos lechones, pero sus madres estaban aterrorizadas y las protegían bajo sus panzas”, lamenta Liubov, que quedó sorprendida de que los pollos siguieran picoteando como si nada pasara.
Yulia Koval, empleada de 38 años presente esa noche, explica que una viga le cayó sobre la cabeza mientras intentaba empujar a las vacas hacia fuera del establo.
“Podríamos habernos muerto allí porque se estaba cayendo, pero no pensamos”, dice. “Solo queríamos salvarlas, eso es todo”. Aun así, tuvieron que sacrificar a los animales con heridas más graves.
Perros hambrientos, otra amenaza
Del establo no queda más que una estructura de metal oxidado. Las reses se quedan en los campos de los alrededores que, afortunadamente, no han sido minados. Para las más jóvenes han levantado un refugio improvisado, pero deberán encontrar una solución a largo plazo antes del invierno.
La finca de dos hectáreas vive también bajo la amenaza de los hambrientos perros abandonados por sus propietarios en su huida hacia el oeste de Ucrania, más lejos del frente.
“Mira esta oveja herida con sus tres corderos”, dice Zlobina señalando con el dedo al animal, tratando sin éxito de atraparla. “Fue atacada no hace ni 24 horas”, continúa.
“Al principio, las jaurías comían los cadáveres de soldados rusos abandonados y encontrábamos a veces un pie o una mano en nuestra parcela. Pero ahora atacan el ganado”, explica.
En las primeras semanas de la invasión rusa, Mala Rogan fue ocupada por las fuerzas de Moscú, que después se replegaron en esta parte de Ucrania, dejando detrás un paisaje desolado por los combates. La pequeña localidad todavía soporta tiros de artillería pesada. Y las fuerzas armadas exigen una autorización especial para entrar en ella, lo que deja totalmente aislada la granja, privada de gas y electricidad.
Su situación no es excepcional en el país. Los medios reportan regularmente la muerte masiva de animales en bombardeos sobre las regiones más afectadas por el conflicto.
Según el gobierno ucraniano, el país ya ha perdido un 15 % de su ganado. De su lado, la asociación de productores lácteos estima que el número de cabezas bovinas habrá disminuido entre un 8 y un 10 % antes de final de año.
“En 2021, Ucrania contaba con 3,11 millones de cabezas y se espera una pérdida de 300.000 animales”, según la ONG Open Cages Ukraine, que publicó un informe el 9 de junio tras contactar 290 granjas.
Con información de AFP.