Crédito
Menos crédito y más morosidad tienen a los bancos colombianos viviendo los dolorosos
El crédito hoy cae a su nivel más bajo en 23 años; un tercio de las entidades registra pérdidas y la cartera vencida está al alza. ¿Qué está pasando con el sistema financiero y qué esperar?
la expresión francesa déjà vu se refiere a la sensación de haber experimentado algo antes, incluso cuando la situación actual es completamente nueva, y aunque la economía colombiana de finales de la década de los 90 es muy diferente a la de hoy, hay algunos indicadores que parecen un déjà vu: alta inflación, elevadas tasas de interés y pérdidas bancarias.
Claramente el contexto actual es mucho mejor que el de finales del siglo pasado, con entidades financieras más fuertes y con capacidad para aguantar chaparrones, no obstante, no se dejan de prender alarmas cuando se conoce que hasta agosto (cifras más recientes de la Superintendencia Financiera) un tercio de los bancos del país registraban saldos en rojo y solo dos en un grupo de 29 pudieron mejorar sus resultados (Coopcentral y Citibank), el resto perdieron o redujeron sus ganancias.
Jonathan Malagón, presidente de Asobancaria, el gremio de los bancos, confirma que esta es la primera vez desde la crisis del Upac en 1999, que hay tantas entidades con pérdidas, pero que se justifica en el estrangulamiento de los márgenes de intermediación, que es el principal mecanismo a través del cual ganan dinero los establecimientos de crédito y que hoy está en su nivel real más bajo de los últimos 20 años.
El margen de intermediación se refiere a la diferencia entre lo que cobra el banco por prestar y lo que paga por los ahorros que le depositan sus clientes. Ese margen está afectado por la decisión del Banco de la República de subir sus tasas de interés para combatir la inflación. Hoy están en 13,25 por ciento, justamente el nivel más alto del presente siglo.
Eso implica que deben cobrar más por los créditos, pues las tasas del Emisor sirven de base para las demás tasas de interés de la economía, y también pagar más por los depósitos, pero algunos factores han dañado esa ecuación. Uno de ellos fue la decisión de muchos bancos de reducir las tasas de interés de las tarjetas de crédito en el primer trimestre del año, así como las de algunos créditos de vivienda. Aunque no fue generalizado ni para todos los deudores, sí implicó una baja que no se replicó por el lado de los depósitos que, por el contrario, cada vez debían pagar más intereses. Así, los rendimientos de los CDT (Certificados de Depósito a Término), que son uno de los instrumentos de ahorro más populares en el país, alcanzaron a llegar a 18 por ciento, algo no visto en más de dos décadas.
A esta situación se sumó una norma técnica que se venía implementando por etapas desde 2019 y que entró en pleno vigor en marzo de este año. Se trata del Coeficiente de Fondeo Estable Neto (CFEN), un indicador introducido por la Superintendencia Financiera que busca que las entidades bancarias fondeen de manera adecuada sus activos para que no tengan riesgos de liquidez. Es decir, que respalden los créditos con pasivos más estables como CDT o cuentas de ahorro, en lugar de optar por fondos de inversión, que son más inestables, esto, claro, dependiendo del tipo del crédito y de los plazos.
Medidas prudenciales
Implementar el CFEN es una medida prudencial, justamente para evitar que situaciones como las actuales terminen en crisis o en quiebras bancarias como las de marzo de 2023 en Estados Unidos, cuando tres bancos con una exposición significativa al sector de tecnología y a criptomonedas (Silvergate Bank, Silicon Valley Bank y Signature Bank) entraron en bancarrota. Además, el CFEN forma parte de los llamados acuerdos de Basilea, que son un conjunto de normas y estándares diseñados para fortalecer la estabilidad financiera y garantizar la solidez de los bancos a nivel mundial.
Malagón explica que buscar esos pasivos más estables para cumplir con el CFEN fue lo que llevó a una mayor competencia en los CDT y elevó sus tasas a 18 por ciento –hoy ya han bajado, van en 14 por ciento, pero siguen altas para su promedio histórico–. “Si solo hubiéramos tenido el alza de tasas de interés del Banco de la República habría sido manejable, pero este año se han sumado varias cosas”, reiteró, al tiempo que destacó que esta regulación evidencia el alto cumplimiento de los indicadores de solvencia y liquidez de la banca nacional.
En la Superfinanciera no creen que el CFEN sea tan determinante de las pérdidas bancarias sino el ciclo económico, que tuvo un choque muy fuerte en 2020 con la pandemia, cuando la inflación se derrumbó mejorando el poder adquisitivo de los hogares. El ciclo empezó a cambiar y la inflación a subir, pero los hogares siguieron consumiendo al debe. Al cierre del año pasado, la cartera crecía al 3,2 por ciento real y la carga financiera de los hogares se hizo muy pesada, pues los créditos eran más caros, lo que significa que tenían que destinar un mayor porcentaje de sus ingresos al pago de sus obligaciones. Como resultado, surgieron unos desequilibrios que deben ajustarse, y es lo que ocurre hoy, con una cartera que hasta agosto de 2023 decrecía al 4,34 por ciento.
Malagón indica, de nuevo, que desde 1999 la cartera no caía a ese ritmo y eso ha vuelto a los bancos más cuidadosos al escoger a quién le prestan, lo que en un efecto dominó lleva a que se movilice menos crédito en el país, “y esa es la noticia más mala porque detiene el proceso de profundización financiera en el que aspirábamos a que la cartera estuviera por encima del 50 por ciento del PIB y hoy va en 44. Lo ideal es que el crédito crezca más que el PIB, pero hoy va peor”, sostiene.
Y llegan los morosos
Al menor otorgamiento del crédito se sumó otro factor previsible en esta situación, y es que a medida que suben las tasas de interés también aumenta la cantidad de deudores que no pueden pagar a tiempo. Al corte de agosto, de cada 100 pesos prestados 4,87 estaban en mora, mientras que un año atrás eran 3,65. Si se mira por tipo de crédito, donde hay más deudores colgados es en consumo –tarjetas de crédito, libre inversión, libranzas–, con 7,64 pesos en mora por cada 100 prestados.
La mayor morosidad no es solo un lío para los deudores colgados, sino claramente para los bancos, pues tienen que buscar cómo recuperar esa cartera y también aumentar los ahorros que obligatoriamente deben hacer para cubrir el riesgo de prestar dinero, dado que el que prestan es el que depositan los ahorradores. Ese ahorro se conoce como provisiones y, en términos contables, son un gasto que afecta el estado de resultados de los establecimientos de crédito. En otras palabras, entre más provisiones menos utilidades.
En la Superfinanciera sabían que tras el boom pospandemia era previsible que se presentara un aumento de la morosidad, por eso les pidió a los bancos guardar un poco más de plata de las utilidades de 2022 y gastarla en 2023 para cubrir parte de las pérdidas actuales. Así no solo hay más estabilidad financiera, sino que se marca la gran diferencia con la crisis de finales de los 90: hoy tienen más ahorro.
Además, para que ese ahorro sea más efectivo, la Superintendencia acaba de sacar una circular externa, que entrará en vigencia en los balances de noviembre, la cual flexibiliza el uso de las llamadas provisiones contracíclicas, que en el país se implementaron desde 2007 y que son precisamente un ahorro para los momentos malos. Para utilizarlo anteriormente se exigían cuatro condiciones técnicas y ahora serán tres.
Lo que viene
Ómar Suárez, gerente de estrategia de renta variable de Casa de Bolsa, cree que en los resultados bancarios no solo han influido el bajo crecimiento económico, las altas tasas de interés y la elevada inflación, sino también la incertidumbre política y jurídica que ha llevado a muchas personas a aplazar o a abandonar los planes de comprar vivienda y a las empresas, a dejar de invertir. Así la menor demanda por crédito se une a la decisión de los bancos de ser más rigurosos al prestar plata. Por este motivo las entidades más golpeadas son las que están más concentradas en los créditos de consumo o de vivienda.
La pregunta que viene es si este momento de estrés bancario ya tocó fondo. Desde Asobancaria, Malagón cree que el año entrante va a ser un poco mejor, no solo por el efecto base, sino porque todos los analistas dan por descontado que la inflación va a terminar 2024 entre 4 y 6 por ciento, lo que le da oxígeno al Banco de la República para reducir sus tasas. Así mismo, cree que la morosidad ya tocó techo y va para abajo. En las cifras actuales aún arrastra cartera que venía emproblemada desde la pandemia, cuando se dieron numerosos refinanciamientos que algunos no pudieron cumplir, pero ahora, como se han privilegiado los deudores menos riesgosos, es factible que las nuevas cosechas de crédito tengan menor morosidad.
Sin embargo, el factor clave para la recuperación del crédito será el crecimiento económico, que los analistas estiman por debajo de 2 por ciento en 2024.