PIB
El nuevo gobierno arrancará con vientos de desaceleración
Aunque los datos de crecimiento en lo que va de este año han sido favorables, el Gobierno de Gustavo Petro tendrá que enfrentar una economía que crecerá más lento. Termina un periodo con una base de comparación baja frente a los paros de 2022 y se avizora un 2023 con más retos en materia económica.
El comportamiento de la economía en Colombia en lo que va de 2022 ha reportado buenos indicadores. En el primer trimestre, el crecimiento fue de 8,5 por ciento, y en abril y mayo las cifras han superado el doble dígito. Un análisis del Banco de Occidente advierte que, actualmente, la economía se encuentra 8,3 puntos porcentuales por encima del nivel observado en febrero de 2020, el referente prepandemia, y espera que el PIB del segundo trimestre presente una expansión de dos dígitos.
Para Davivienda, el crecimiento del valor agregado en el segundo trimestre sería del orden de 12,4 por ciento y para cierre de año llegaría a 6,7 por ciento.
Estas proyecciones ya son compartidas por entidades internacionales: el Fondo Monetario Internacional (FMI) volvió a poner a Colombia entre los países de la región con mayor crecimiento para este año. En abril estimaba una expansión de 5,8 por ciento y ahora la calcula en 6,3 por ciento.
El consumo de los hogares sigue siendo el principal combustible del crecimiento de la economía. Un desempleo cediendo, aunque todavía no llega a un dígito; unas remesas dinámicas que en el primer semestre de este año superaron los 4.400 millones de dólares y el crecimiento del crédito, que a julio registró un aumento del 16,1 por ciento anual, mientras que el ahorro solo avanza 13 por ciento, a pesar del aumento en las tasas de interés.
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El crecimiento en Colombia sorprende, mientras en el mundo soplan vientos de recesión. Estados Unidos registró en el segundo semestre una contracción de su economía de 0,9 por ciento. En el periodo enero-marzo se dio un incremento negativo de 1,6 por ciento. Tras dos trimestres consecutivos en negativo, su economía podría estar en el marco de la definición técnica de recesión. Sin embargo, el Gobierno de Joe Biden la ha descartado por factores como la dinámica laboral.
La inflación en Estados Unidos sigue cerca al 9 por ciento, y la Reserva Federal ya aumentó las tasas de interés y las elevó al rango de entre 2,25 y 2,50 por ciento. La pregunta es si la economía estadounidense logrará hacer un aterrizaje suave de su economía, que incluso facilite la reducción de la inflación, o si será, por el contrario, una recesión con dramáticas caídas en la producción y aumento del desempleo.
En la mayor parte del mundo, la inflación sigue desbordada, con máximos históricos, por cuenta del impacto de la invasión rusa a Ucrania, las tensiones en el mercado de alimentos y en el sector petrolero y energético, por las restricciones en el suministro de trigo, maíz, aceites y fertilizantes, así como de crudo y gas. China se ha convertido en una incertidumbre global por cuanto su estrategia de cero tolerancia al virus para combatir la covid representa fuertes restricciones y aislamientos. Analistas como Morgan Stanley anticipan que la zona euro entrará en recesión a fines de 2022. La incertidumbre radica en cuánto podría durar una eventual recesión y qué tan profunda puede ser. Ya hay factores que se están combinando –como los aumentos en las tasas de interés en Estados Unidos y en Europa, y la aversión al riesgo– que empiezan a registrar los efectos. Uno, la incertidumbre global del precio del dólar. Su apreciación se da debido a que es considerado como un activo refugio en medio de la volatilidad.
Y dos, ante una recesión y la posibilidad de que la demanda se reduzca, los precios de los commodities, particularmente del petróleo, empezarán a ceder. El crudo pasó de niveles cercanos a los 130 dólares por barril a ubicarse en la frontera de los 100 dólares. La duda es hasta dónde pueden caer los precios, en especial del petróleo. Si bien se han descolgado, la persistencia en la guerra entre Rusia y Ucrania pone un piso al valor del crudo.
Las complejidades
Con este escenario, el panorama para Colombia no es sencillo. Primero, por el resultado mismo del crecimiento. Si bien hay dinámica, el dato del segundo trimestre se da sobre la base de comparación del año pasado, cuando el país, por esos mismos meses, pasaba por una fuerte tensión social que derivó en paros y bloqueos que afectaron la producción y el consumo.
Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrollo, explica que el crecimiento en mayo frente a abril pasado se contrajo 0,2 por ciento. Además, el efecto base de comparación va a desaparecer desde la segunda mitad de este año. Y el próximo año se verán cifras más normales de crecimiento, que se calcula en 2 o 3 por ciento.
De hecho, un análisis del BBVA Research comienza a evidenciar algunas señales de moderación en la actividad, a partir del crecimiento de la demanda de energía y de su indicador Big Data Consumption Tracker, que advierte una desaceleración para junio y en especial para julio en el gasto de los hogares. En Davivienda advierten en su Índice de Gestión de Compras (PMI) del sector industrial colombiano, que en julio se dio un giro en el entorno económico del sector manufacturero de Colombia, tras el buen desempeño registrado en junio. “En este periodo de encuesta, la creación de puestos de trabajo se vio frenada y las empresas se mostraron menos optimistas en relación con el panorama futuro. Asimismo, la inflación del costo de los insumos volvió a repuntar, lo que se tradujo en un pronunciado incremento de los precios de venta. El Índice, ajustado por factores estacionales, se situó en 49,5 puntos en julio, cayendo notablemente desde la cifra cercana al récord de 55,7 puntos en junio”, señaló el análisis. La incertidumbre generada por el cambio de Gobierno, la alta inflación, la escasez de insumos y la débil demanda golpearon la producción en julio.
Aunque moderado, el descenso puso punto final a una secuencia de expansiones mensuales que se extendía ya un año. Esta situación se da en un escenario de cambio de Gobierno. Colombia tendrá, por primera vez, un mandatario de izquierda, en cabeza de Gustavo Petro. No será fácil para la nueva administración explicar que ya no se crecerá a tasas de doble dígito y, por el contrario, las cifras no tendrán la dinámica de antes. Además, el ambiente internacional tampoco ayudará y será muy volátil. Como explicó Juan Daniel Oviedo, director saliente del Dane, no es muy positivo que el crecimiento de la economía esté soportado en el gasto de los hogares. “Necesitamos que el crecimiento esté basado en inversión. Y mientras el crecimiento del gasto de los hogares está a dos dígitos a tasas trienales, cuando nos comparamos con el primer trimestre de 2019, el crecimiento de la formación bruta de capital fijo apenas llega a ser del 1 por ciento trienal en ese periodo”, señaló.
Y la otra gran amenaza al crecimiento es la inflación que no cede en Colombia. Para junio fue de 9,67 por ciento en el índice de precios al consumidor (IPC), mientras que el índice de precios al productor (IPP) supera el 30 por ciento.
Esta dinámica en el costo de vida y el aumento de precios ha llevado al Banco de la República a aumentar tasas que desde octubre crecieron de 2 a 9 por ciento. La decisión no solo busca atajar la inflación, también tendrá efectos sobre la inversión, amenazando los cierres financieros de muchos proyectos, tanto en lo macro como en lo micro.
En julio, la inflación anual llegó a doble dígito. Y en los meses que vienen tendrá mayores presiones. Por una parte, el precio del dólar generará nuevas tensiones en productos y materias primas importados que aumentarán los precios, además de otros costos indexados a él.
Por otra, se verán los efectos del invierno en el precio de los alimentos que, si bien en algunos productos –como la papa– ha servido para que se abaraten, en otros, como la leche, han impulsado incrementos del 38 por ciento en el IPC. Además, habrá que ver si el nuevo Gobierno continúa con la senda de aumento en el precio de la gasolina, que buscaría llevar el valor por galón de los 9.000 pesos actuales, a cerca de 11.000 al final del año. Esto para quitarle presión al déficit del Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles, que, según Fedesarrollo, llega a 34 billones de pesos.
La gran pregunta es cuándo será el techo de la inflación que permita al Banco de la República frenar el aumento de tasas. Distintos analistas, como Bancolombia y BBVA, advierten que con el incremento de 150 puntos básicos en la pasada reunión de la junta del Banco de la República y la llegada a 9 por ciento, se esperaría que el ciclo de ajustes en la tasa de intervención estaría cerca de terminar.
De otro lado, Colombia tiene hoy un déficit fiscal cercano al 6 por ciento del PIB, y el Gobierno entrante, el próximo año, tendrá que hacer un ajuste de 2 puntos del PIB. Es decir, cerca de 24 billones de pesos en reducción del déficit fiscal. Colombia tiene, además, una deuda pública mucho más alta que la que tenía en la prepandemia y su financiamiento se hace a tasas de interés mucho más altas. En tanto, 2021 cerró con un déficit en la cuenta corriente equivalente a cerca del 6 por ciento del PIB, que ha aumentado significativamente frente a 2020 y 2019, y que, sumado al fiscal, se conocen como los déficits gemelos. El panorama para el próximo Gobierno no está fácil. Tendrá que sacar una reforma tributaria que le traiga recursos, pero que no asfixie ni a las empresas ni a los hogares y en diciembre deberá discutir un salario mínimo con una inflación cercana al doble dígito, que puede presionar el costo de vida. La tarea es generar confianza en un escenario volátil e incierto.