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¿Por qué idea de Petro de compartir utilidades de empresas con trabajadores suena mejor de lo que realmente es?
Esta propuesta suena bien, pero es difícil de implementar y de medir. Expertos advierten que tendría más riesgos que beneficios.
En el Japón de la década de los cincuenta fue creado el método Kaizen, el sistema de producción con el que marcas como Toyota, Honda o Sony revolucionaron sus respectivos sectores. El objetivo es lograr una mejora continua que optimice la productividad y la calidad del trabajo. Eso no solo redunda en mejores resultados empresariales, sino también en más remuneraciones para los empleados.
La implementación del método Kaizen en Colombia, que aquí ya aplican firmas como Alquería, es tal vez lo que está detrás de la propuesta del candidato presidencial Gustavo Petro: planteó en Twitter que todas las ganancias que obtengan los empresarios por reducción de costos de producción “que logrará nuestro gobierno por protección de importaciones, por reducción de costos de energía y financieros, deben distribuirse entre el empresario y los trabajadores”.
Inmediatamente, la idea causó reacciones a favor y en contra. Entre estas últimas se repitió la palabra expropiación, ante lo cual Petro respondió: “La repartición de las ganancias de productividad entre empresarios y trabajadores no es una expropiación, dado que esas ganancias no se podrían hacer sin el Estado, sin los trabajadores y sin los empresarios. Es ni más ni menos que el New Deal de Roosevelt”.
Sergio Fajardo, uno de los rivales de Petro en la carrera presidencial, fue uno de los primeros en reaccionar ante la idea de repartir las utilidades extras que obtengan las empresas por las mejoras en su operación gracias a la labor del Gobierno. “Ilusionar a la gente con mentiras es mezquino. Las condiciones de los trabajadores se mejoran con más competitividad, productividad y mejor política pública, no bloqueando las dinámicas del comercio internacional. Seamos responsables, Gustavo”, dijo Fajardo en Twitter.
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El economista Ricardo Bonilla, quien ha sido asesor de Petro, señaló que la repartición de utilidades con los trabajadores no es una idea rara ni castrochavista. “La han aplicado exitosamente en muchos países y empresas capitalistas desarrolladas. Se conoce como alianzas gana-gana o win-win. Los japoneses dieron ejemplo de eso durante mucho tiempo. El salario para ellos tiene dos componentes: una parte fija o básica, que cubre el mínimo vital, y otra variable, proporcional a los rendimientos”, precisa. Y agrega que el objetivo sería que toda ganancia de productividad y buenos resultados en producción y ventas se distribuya entre los factores productivos (capital y trabajo) no solo en el capital, lo que llevaría a una mejor distribución del ingreso.
Ganancias y riesgos
Carlos Enrique Cavelier, presidente de Alquería, dice que gracias al método Kaizen en su empresa remuneran por desempeño, lo cual mantiene motivado al equipo y se ve en los resultados. Utilizan el sistema de bonificaciones y no le parece adecuada la idea de repartir las utilidades, pues también implica compartir riesgos que no necesariamente los empleados tienen por qué asumir. “Es el caso de United Airlines, donde 30 por ciento de las acciones eran de los trabajadores, y en las quiebras que tuvo la aerolínea ellos fueron los que más perdieron. Eso implicaría que, cuando las compañías pierdan, sus equipos también pierden”, precisa. Y recuerda que durante el paro nacional de mayo, cuando muchas empresas operaron a pérdida, esa política habría implicado un empobrecimiento para los trabajadores.
El empresario Mario Hernández tampoco comparte la idea y la califica como populista. Argumenta que hacer empresa en el país es bastante difícil con tantas trabas, impuestos y parafiscales, lo que se evidencia en bajas rentabilidades sobre patrimonio. El resultado es que muchos colombianos con dinero no invierten en nuevas compañías, pues es difícil recuperar el capital.
En efecto, al analizar los resultados de las 5.000 empresas más grandes del país, la rentabilidad promedio sobre patrimonio fue de 8,91 por ciento en 2020, es decir que por cada millón de pesos invertido se ganaron 89.100 pesos, después de haber asumido una importante cantidad de riesgos.
Hernández considera que este tipo de propuestas se lanzan porque los políticos no pagan nómina y no saben que los buenos resultados se obtienen con eficiencia y productividad. “En lo que se deben enfocar los políticos es en ver cómo aumentar el PIB per cápita y la industrialización”.
Pagar bien
Christian Daes, presidente operativo de Tecnoglass y uno de los industriales que les ha pedido a sus colegas subir el salario mínimo más de lo habitual, opina que ni los Gobiernos ni nadie deben decidir sobre cómo se manejan las empresas. No obstante, sí está convencido de que lo importante es ser justo con los colaboradores y darles todos los beneficios posibles sin poner en riesgo las finanzas de la compañía. “Pero eso es una decisión que debe nacerle a cada uno y no por imposición”, enfatiza.
Rosmery Quintero, presidenta de Acopi, el gremio de las pequeñas empresas, considera que antes de hacer propuestas sobre el sector empresarial hay que conocerlo, ya que su margen de utilidad no es tan grande como muchos se imaginan. Agrega que la decisión de qué hacer con el capital es individual, pues cada uno sabe qué riesgos está dispuesto a correr. “Los trabajadores, por su parte, prestan un servicio que debe ser remunerado como lo establece la ley, y cada vez más empresas les entregan beneficios extralegales. Pienso que esa política desmotivaría la creación de nuevas empresas”, enfatiza Quintero.
Guillermo Sinisterra, profesor de economía de la Universidad Javeriana, opina que la propuesta de repartir las utilidades sería bastante dispendiosa en su implementación y en su medición. Las reducciones de costos que podría implementar el Gobierno (en servicios públicos, mejoras de infraestructura para que las cosas lleguen más rápido, simplificación de los trámites de aduana, etcétera) no impactan de la misma manera a todas las compañías.
Pese a lo anterior, Ricardo Bonilla insiste en que en Colombia les enseñan a los empresarios a ganar y no a distribuir, como si ellos hubieran sido los únicos promotores del buen resultado. “Cuando hay mal resultado, en Japón se reduce el ingreso variable de todos, ejecutivos, propietarios y empleados. En Colombia toda la carga del mal resultado va al trabajo y, por eso, la razón de la fórmula es crear sentido de pertenencia y compromiso con la productividad”.
Una propuesta que puede ser bien intencionada, más si se busca imitar a Japón, pero que, de llegar a implementarse, ojalá no termine siendo un harakiri.