Trabajo y Empleo
Salario mínimo 2023: sindicatos van por aumento de 20 % y empresarios buscan una negociación sin polarización
Aunque a los empleadores les pareció alta la cifra propuesta por los trabajadores, decidieron no hacer contrapropuesta sino negociar un acuerdo. Más allá de la coyuntura por lograr un número, revive el debate sobre el salario por regiones y el pago por horas.
El incremento del salario mínimo propuesto por los sindicatos en la mesa de negociación no dejó de sorprender al empresariado. Las centrales obreras pidieron un alza de 20 por ciento, además de insistir en un control de precios a los alimentos, lo que envía señales de que en esta ocasión, como en el pasado, la negociación no llegue a una cifra por acuerdo.
En el mercado laboral, el salario mínimo se asume como un común denominador para toda la geografía nacional y para los trabajadores formales, pues –en teoría– a nadie con un contrato de trabajo le pueden asignar una remuneración inferior, según lo ha exigido el Poder Judicial a través de sentencias. La flexibilización no aplica, pese a las diversas voces que sostienen que facilitaría la contratación de mano de obra formal.
Para ello se exponen casos como el de Estados Unidos, en donde hay bajas cifras de desempleo con un modelo que permite el pago por horas. Allí se estableció un recargo por hora extra laborada y diferencias según el estado (es decir, salarialmente no es lo mismo trabajar en Washington que en Arizona).
En Colombia durante la negociación vuelven a surgir los pedidos de flexibilización, como el de un sueldo diferencial, dadas las particularidades regionales en la producción de las empresas, así como por las diferencias en el costo de vida. Como se evidenció en el más reciente informe de inflación, en noviembre esta fue de 12,53 por ciento en el total del país, pero en Cúcuta se trepó a 15,71 por ciento y en Manizales estuvo por debajo del promedio nacional, en 12,14 por ciento.
Gremios como Fenalco, que agrupa al sector del comercio, están entre los que más defienden la idea de un salario diferencial por regiones y establecer en Colombia el pago por horas. Así se promueve la llegada de nuevas empresas y, además, se ataca la informalidad, que en la medición más reciente fue de 57,8 por ciento, lo que indica que seis de cada diez colombianos trabajan sin recibir apoyo empresarial para cubrir su seguridad social.
La idea de aplicar diferencias con el salario mínimo de una región a otra históricamente ha sido rechazada por las centrales obreras. Además, para la negociación del incremento en 2023 ponen en el debate otros temas coyunturales, como el posible impacto inflacionario del aumento de la gasolina y de la reforma tributaria con la comida ultraprocesada. No en vano, la inflación de los alimentos se ha posicionado durante meses por encima del 27 por ciento y afecta más a pobres y vulnerables, que son los que destinan casi todo su ingreso en comprar comida. Asimismo, con un salario diferencial, se teme que a los trabajadores ubicados en zonas menos productivas les apliquen rangos de sueldos más bajos.
Por el lado del empresariado, la clave está en la productividad y la inflación. Para ser más productivo se requieren condiciones, como la tecnología, algo que ya está solucionado en países como Estados Unidos, pero no en Colombia.
Así, mientras una empleada de servicio doméstico en el país del norte llega a un hogar a realizar la limpieza con una máquina que le permite terminar su labor en poco tiempo y cumplir la misma tarea con varios empleadores, en Colombia reduce su productividad (y su ingreso), pues labora todo un día por el valor de una jornada del salario mínimo diario.
Aunque algunos expertos consideran que el trabajo por horas no sería tan malo para los trabajadores, hoy hablar de ello suena inoportuno, dados los planes del Gobierno de promover el trabajo decente. Desde el segundo semestre de 2023 entrará en vigencia la reducción de la jornada laboral en una hora.
También existen varios proyectos de ley que podrían terminar metidos en la reforma laboral del Gobierno, entre los cuales está el de aumentar las vacaciones de 15 a 20 días; reducir la jornada diurna, con lo cual los empleados ganarían horas extras desde las seis de la tarde; y reglamentar la contratación por prestación de servicios.
Sobre el pago del trabajo por horas, el presidente Gustavo Petro se refirió en su época de campaña cuando se mostró en desacuerdo por considerar que “desvaloriza el salario y acaba por completo la estabilidad laboral, que es una forma de destruir su productividad: la base de la riqueza. Propongo un pacto entre la fuerza laboral y los empresarios para elevar la estabilidad laboral en el país”.
Lo cierto es que en Colombia hasta el momento no se han dado avances en la flexibilización laboral que proponen varios estudios. Mauricio Lenis, magistrado de la Sala Laboral de la Corte Suprema de Justicia que ha participado en la mesa de negociación, dice que “la dificultad para acoger la propuesta diferencial es porque quedó en el imaginario que ya estuvo en los años setenta y no funcionó. En cuanto al trabajo por horas, en sí, no es el problema, porque puede servir en ciertas actividades puntuales y, de hecho, así lo aplican algunos empresarios.
El inconveniente es el pago de la seguridad social (en pensiones, por ejemplo, no se puede cotizar por debajo de un mínimo)”. En el caso del salario diferencial, Lenis argumenta que podría avanzarse tomando solo lo urbano y lo rural (no por regiones) “si se fundamenta bien”.
Entre tanto, Jorge Bedoya, presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), sostiene que “de cara a la reforma laboral es pertinente que, bajo la premisa de que esta reforma no puede precarizar las condiciones de los trabajadores formales y sí debe contribuir a combatir la informalidad y a incentivar la generación de empleo, en el caso del campo colombiano temas como los contratos por estacionalidad o por horas según las características propias de las actividades agropecuarias deberían analizarse. Asimismo, evaluar los impactos de lo que podría ser salarios por regiones”.
El aumento que se negociaráLa tendencia en Colombia en los últimos años ha sido incrementar el salario mínimo con cifras superiores a la que resulta de la fórmula que incluye inflación y productividad. Para la muestra está lo sucedido en 2022, cuando el alza aplicada fue de 10,07 por ciento y partió de un IPC de 5,6 por ciento, con una productividad registrada en 2021 de 1,19 por ciento.
En la actualidad, el salario mínimo es de un millón de pesos, lo que hoy equivale a 207,5 dólares. Si se acogiera el incremento del 20 por ciento propuesto por los sindicatos, llegaría a 249 dólares. En Ecuador fijaron un mínimo en 450 dólares, y México decretó un incremento del 20 por ciento y lo llevó a 314,8 dólares. Esos insumos serán argumentos en la mesa tripartita. Ahora falta el acuerdo.