Laboral
Tras el escándalo de las empleadas de Laura Sarabia, cómo está el mercado laboral de quienes se dedican a esta importante labor
Mayores de 30 años, madres cabeza de hogar y solo dos de cada diez tienen seguridad social. Radiografía de los 605.000 trabajadores domésticos del país, que cada vez son menos.
En medio de los numerosos escándalos que sacuden al país, uno de los más recientes ha sido protagonizado por una trabajadora doméstica acusada de robo, así como de haber sido víctima de abuso de poder. Lamentablemente, este caso no es aislado. Los robos en hogares son habituales y suelen pasar desapercibidos, al tiempo que estos trabajadores, en su mayoría mujeres, sufren con frecuencia abusos de sus empleadores. Además, es preocupante que un alto porcentaje de empleadores no cumpla con la obligación mínima de proporcionarles seguridad social.
Pese a que el trabajo doméstico y la economía del cuidado son vitales para el país –según la cuenta satélite del Dane en 2021, tuvo un valor económico de 230 billones de pesos, superando a actividades como el comercio, la administración pública o la industria manufacturera–, es un sector con una elevada informalidad y en donde es una realidad de facto el polémico salario mínimo regional, pues la remuneración de estas trabajadoras no es igual en todo el país y va bajando mientras más alejada sea la ciudad o departamento. Estadísticas de Symplifica, empresa dedicada a formalizar trabajadores domésticos, indican que quienes desempeñan estos oficios en Antioquia son los que reciben el pago diario más alto promedio del país, con 62.416 pesos, mientras que en el Atlántico son apenas 49.103.
No obstante, Antioquia no es el departamento con la mayor cantidad de empleadas formalizadas, pues si bien en Medellín puede haber más conciencia en esta materia, en zonas como el Urabá o el Bajo Cauca reina la informalidad.
Los empleadores que más cumplen con su deber de pagar la seguridad social de sus asistentes de hogar son los de Bogotá y Cundinamarca. Salua García, CEO y cofundadora de Symplifica, lo atribuye a varios factores: a que los habitantes de la capital tienden a ser más defensores de todo tipo de derechos y menos clasistas que en otras ciudades. A eso se suma que las empleadas de las grandes urbes están más informadas gracias a las redes sociales y a su entorno, lo que les da más contexto a la hora de exigir sus derechos. Además, está el temor de los empleadores de ser demandados por incumplir sus deberes de pagar los aportes correspondientes a salud, pensión, riesgos profesionales y caja de compensación.
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Vale la pena recordar que, aunque el salario mínimo diario hoy está en 38.667 pesos, si a una persona que trabaja por días se le paga 50.000 o 60.000 ahí no está incluida la seguridad social, eso es simplemente un precio de mercado y no exonera al empleador de cumplir con los aportes correspondientes.
Números a la baja
Si bien la pandemia fue muy dura con varios sectores económicos, diferentes estudios la calificaron como una ‘recesión femenina’, pues el golpe para las mujeres fue mucho más duro que para los hombres. Miles de ellas perdieron sus empleos, no solo porque las empresas cerraron, sino porque ya no tenían ayuda en sus labores del hogar. A su vez, las mujeres dedicadas al trabajo doméstico, en particular las que se emplean por días, fueron las principales víctimas de la crisis sanitaria. Ellas no podían teletrabajar y, encima, vieron cómo muchos hogares decidieron prescindir de sus servicios o pasarlas de tiempo completo a tiempo parcial.
Esto se ve en las cifras del Dane, las cuales indican que desde 2010 y hasta marzo de 2020, en promedio unas 661.000 personas se dedicaban al trabajo doméstico en el país. Es más, el punto más alto fue en mayo de 2015, cuando alcanzaron a ser 839.000, pero tras la llegada de la covid-19, en abril de 2020, apenas 342.000 colombianos se dedicaban a esos oficios.
Aunque la cifra se ha recuperado, es un número que viene bajando. En noviembre del año pasado había 730.000 trabajadores domésticos y en abril de este año eran 605.000, pese a que el desempleo femenino sigue siendo mayor al masculino. Si bien no existe una explicación oficial para este decrecimiento, es posible que el estigma asociado a las trabajadoras domésticas, que son ubicadas en la parte más baja de la pirámide social, haya influido. Esto es lamentable, ya que su labor como cuidadoras es vital. Sin ellas, muchas mujeres no podrían ingresar al mercado laboral. La informalidad en los contratos de trabajo y la oportunidad de laborar en plataformas digitales que tampoco requieren preparación académica podrían ser otros factores que expliquen esta tendencia a la baja.
El perfil
Las estadísticas de Symplifica, firma que en su historia ha ayudado en la formalización de más de 33.000 trabajadoras domésticas, indican que hoy mayoritariamente son mujeres de 30 años en adelante (la edad promedio es de 44 años). Aquellas que están en la informalidad reciben ingresos diarios promedio de 3 dólares (unos 13.200 pesos), mientras que las formales llegan a 11 dólares (48.400). Así mismo, 56 por ciento son madres cabezas de familia. El 60 por ciento de las formales son contratadas de tiempo completo y el 40 por ciento, de tiempo parcial (por días).
Justamente, este último grupo es el que tiene “más empleadores que se hacen los locos con sus deberes, lo que es supercrítico porque las trabajadoras por días son las que menos ingresos reciben”, comenta Salua García. Aunque se siente muy orgullosa de los logros que han obtenido en los últimos siete años, también le preocupa ver que no mejoran las cifras de formalidad. “Mientras en Bogotá y Medellín los empleadores cumplen las normas, en el resto del país pareciera no importarles y su argumento es que en su ciudad se maneja así. El resultado es que solo dos de cada diez trabajadores domésticos tienen seguridad social en el país”, reitera.
Lo más lamentable es que desde hace 11 años existe la normatividad que obliga a cumplir con la seguridad social de este grupo de trabajadores. A la indolencia de numerosos empleadores, se suma la incapacidad del Estado para controlar, pues los inspectores de trabajo solo hacen visitas en las empresas, difícilmente pueden llegar a las casas a verificar si están cumpliendo con el servicio doméstico.
Otra característica de estas trabajadoras es que en su mayoría son migrantes que vienen del campo o municipios pequeños a trabajar en casas de familia. A ellas se han sumado las venezolanas, que son las que más sufren con la informalidad al no tener permiso de trabajo.
QUE NO LE PASE A USTED
El mal manejo de un hurto doméstico fue el detonante del más reciente escándalo nacional. Para evitar cometer errores, la recomendación consiste en iniciar un proceso de descargos, ya que la Ley establece la presunción de inocencia y además porque es difícil probar un robo. Si se acusa a la empleada sin pruebas, el proceso se le puede devolver al empleador por injuria y calumnia. Hay que pensar con calma y no dejarse llevar por la rabia del momento, pues por el afán de salir de la trabajadora hacen mal liquidación y eso después se puede complicar. En Symplifica recomiendan además que si se ponen cámaras en la casa, cuyas imágenes pueden servir como pruebas, informar previamente de su existencia a la trabajadora.