GUILLERMO VALENCIA

OPINIÓN

AI Superpowers, una ventana a la innovación china

En su competencia con EE. UU., China construyó la infraestructura tecnológica para que grandes compañías de internet y su población prueben su modelo de inteligencia artificial.

22 de febrero de 2022

Una inteligencia artificial es capaz de controlar el plasma al interior de un reactor de fusión nuclear con el fin de mantenerlo en funcionamiento. Otra demostró que puede programar como los humanos y concertar la idea de máquinas que puedan programarse a sí mismas.

Los avances de DeepMind parecen cada vez más impresionantes. Lo interesante es que quizás no sea Occidente el que lleve la delantera en este asunto.

En su libro ‘AI Superpowers: China, Silicon Valley, and The New World Order’, el científico y escritor, Kai-Fu Lee, examina la ciencia detrás de la inteligencia artificial y cómo las empresas tecnológicas de China y Estados Unidos la están aplicando.

Para Lee, esta se trata de un esquema avanzado y programado, que realiza tareas por sí solo con datos que guían sus acciones.

¿China está lista para dominar en este campo? Occidente puede haber dado los primeros pasos en el Machine Learning, pero es China el que lo está aplicando de forma masiva en su sociedad.

A lo que suma la feroz competencia que existe entre las compañías chinas de tecnología. Lee, quien ocupó cargos en Google, Microsoft y Apple, fue testigo de primera mano de la falsificación de sitios web con el fin de destruir marcas, de violación de patentes y otras prácticas despiadadas en el ambiente empresarial chino.

De este punto se resalta que esa presión por crear un modelo de negocio que logre hacer un producto que la gente quiera, use y compre permite que la innovación avance.

“No importa de dónde vino una idea o a quién se le ocurrió. Todo lo que importa es si puede ejecutarlo para obtener una ganancia financiera. La principal motivación de los empresarios chinos no es la fama, la gloria o cambiar el mundo. Todas esas cosas son buenos beneficios secundarios, pero el gran premio es hacerse rico, y no importa cómo”, explica Lee.

Un campo de pruebas

Mientras en Estados Unidos se realizan innovaciones constantes de tecnologías reservadas a unas pocas empresas, en China se ha logrado una aproximación distinta:

Infraestructura: El ejército chino invierte cerca de US$1.6 billones al año, en el estándar anglosajón, en la implementación de esta tecnología, según un reporte del Pentágono. Las grandes compañías chinas hacen lo propio.

Por ejemplo, Tencent, un gigante del Internet, invirtió US$70 billones en infraestructura de 5G y servicios en la nube durante 2020.

Implementación: con la infraestructura desarrollada queda la implementación de esta tecnología. La pandemia dejó al mundo ver cómo China empleó tecnologías de reconocimiento facial y la recolección masiva de datos de sus ciudadanos. China, como explica Lee, tiene la capacidad poner en la práctica sus innovaciones y corregir errores sobre la marcha.

Millones de usuarios: La población china ya consume productos que recopilan data para entrenar a distintas inteligencias artificiales. WeChat y Alipay lideran y son dos ejemplos de aplicativos masivamente usados y que aprovechan la captura de datos para estos fines.

¿Nos reemplazarán las máquinas?

Por último, y más allá de una competencia geopolítica, este libro brinda una respuesta a la incertidumbre de que las máquinas realicen los trabajos de los seres humanos.

Para Lee estas tecnologías no son un juego de suma cero. Algunas profesiones evolucionarán hacia relaciones simbióticas entre los humanos y máquinas.

Un ejemplo de esto es cuando él mismo se recuperó de un linfoma en etapa IV, gracias al cuidado de su familia y amigos. ¿Cómo se sentiría un paciente al recibir un diagnóstico de cáncer de un robot?

En este contexto, la máquina puede realizar un análisis de los síntomas y dictar el tratamiento, mientras el médico actuaría como una especie de interfaz, asegurándose de que tanto el conocimiento médico, como los sentimientos humanos se comunicaran correctamente.

Esta transición requerirá cambios sociales, económicos y gubernamentales significativos, debido a que muchas personas asocian sus profesiones con sus identidades y no se adaptarían bien al quedar desempleados por cuenta de la tecnología.

El ingreso básico universal podría ser una solución durante algún tiempo, pero no parecería ser una solución sostenible. Lee sugiere que gobiernos y empresas incentiven profesiones y tareas más enfocadas en procesos en los que la tecnología no sea definitiva.

“La educación podría variar desde la capacitación profesional para los trabajos de la era de la inteligencia artificial hasta tomar clases que podrían transformar un pasatiempo en una carrera”, explica Lee.