ANÁLISIS
Cuba: el problema es de hambre
El lunes 15 de noviembre no se materializaron las anunciadas protestas en contra del régimen en Cuba. Los miles de personas que habían sido convocadas no pudieron salir y fueron bloqueados en sus casas por agentes de la Seguridad del Estado. Las autoridades habían prohibido la manifestación y amenazado a los organizadores —el grupo de debate político Archipiélago que cuenta con 37.000 miembros dentro y fuera de Cuba— con sanciones penales.
El gobierno cubano, con el saltimbanqui de Miguel Díaz-Canel a la cabeza, se congratuló de haber impedido toda protesta. Bruno Rodríguez, el canciller, denunció una “operación fallida”, luego de que el gobierno comunista haya acusado durante semanas a Estados Unidos de querer desestabilizar Cuba con esta manifestación, convocada para reclamar la liberación de los presos políticos. Díaz-Canel había denunciado el domingo la intención de “subvertir el orden interno” y “campañas mediáticas contra Cuba”.
Cuba no se debe preocupar mucho por las manifestaciones. A medida que la Isla cuente con suficientes fuerzas represivas, aún a punta de palos podrá seguir aplastando cualquier tipo de protesta. Las protestas son en parte para reclamar mayores libertades y soltar los presos políticos, pero solo en parte. El problema de fondo, y esto no parece captarlo las autoridades cubanas, es que en la Isla la gente está pasando hambre y ese es el factor fundamental que genera la protesta.
Cuba mantiene, junto con Corea del Norte, el sistema de planificación central más fuerte que queda en el mundo socialista. En reciente artículo en el diario El País, la periodista Isabella Cota afirma: “El producto interior bruto (PIB) de Cuba cayó un 11 % en 2020, de acuerdo con las cifras oficiales. La caída es la segunda peor registrada en la historia, después del desplome del 14 % visto en 1993. Durante el primer trimestre de este año, el PIB vio una segunda caída del 2 %. Mientras tanto la Cepal estima que en el 2021, Cuba rebotará solo un 2,2 %. Esto quiere decir que el 11 % perdido en 2020 puede que no se recupere en los próximos años.”
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Cuba hace parte integral de lo que el venezolano Teodoro Petkoff denominaba la reaccionaria izquierda borbónica, “que no aprende ni olvida”. Para Petkoff, el gran dilema de la izquierda en el mundo ha sido conjugar dos polos, en apariencia excluyentes: libertad e igualdad. Los ensayos en Asia, África y América Latina han devenido en dictaduras comunistas y en la socialización de la pobreza, tal como ocurrió primero en Cuba y ahora en Venezuela. Petkoff se opuso a esta política, convertida en mantra, con todas sus fuerzas.
Cuba está lejos de producir la comida que requiere para alimentar a sus habitantes. Tampoco genera —ni exportando médicos y enfermeros bajo un régimen moderno de esclavitud— las suficientes divisas para importar la comida que requiere. Mientras los cubanos mantengan el férreo control de la economía, no les den espacio a las fuerzas del mercado, y no hagan un cambio drástico en el modelo económico, no van a salir adelante. Si nos ajustamos a la sentencia de Einstein que la más grande imbecilidad es pretender resultados diferentes cuando se hace exactamente lo mismo, los dirigentes cubanos son posiblemente los líderes más imbéciles del planeta.
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Apostilla: A la prensa se le va la mano en los titulares. Recientemente apareció en los medios una noticia que “A las afueras de la corte de Miami piden la libertad de Alex Saab”. En realidad eran 9 infelices gatos, todos ellos pagados por los simpatizantes de Maduro. Es casi ridículo que ese número infeliz de manifestantes llegue a figurar en los medios como una noticia.