Economía
El acuerdo de Mar-a-Lago: redefiniendo las reglas del comercio internacional
Esto no se trata sólo de imponer aranceles o usar la economía de Estados Unidos como apalancamiento.
Durante décadas, las guerras comerciales han sido vistas como juegos de ganar-perder: una competencia de suma cero en que el beneficio de un país viene a expensas del otro. Pero con el acuerdo de Mar-a-Lago, Donald Trump y sus asesores están introduciendo un cambio radical: están transformando completamente la estructura del juego. Esto no se trata sólo de imponer aranceles o usar la economía de Estados Unidos como apalancamiento, se trata de aplicar los principios del juego del ultimátum para controlar toda la negociación.
El reciente anuncio de Trump deja clara esta estrategia: “La idea de que los países Brics intenten alejarse del dólar mientras nos quedamos mirando se ACABÓ... No hay ninguna posibilidad de que los Brics reemplacen al dólar estadounidense en el comercio internacional”.
A primera vista, esto podría parecer otra táctica agresiva de guerra comercial. En realidad, es algo mucho más grande. Al emitir un ultimátum claro —cooperar o enfrentar una pérdida total—, el equipo de Trump ha redefinido cómo opera el comercio global.
Guerras comerciales vs. el juego del ultimátum
Las guerras comerciales tradicionales siguen un modelo de ganar-perder: un país impone aranceles, otro responde, y ambos sufren pérdidas económicas mientras luchan por la supremacía. Este modelo de desgaste deja resultados inciertos y, a menudo, daña a ambas partes.
El acuerdo de Mar-a-Lago, sin embargo, utiliza los principios del juego del ultimátum, alterando fundamentalmente esta dinámica. En el juego del ultimátum:
- Una parte (Estadoss Unidos) establece los términos.
- La otra parte (un socio comercial) debe aceptar o rechazar los términos.
- Rechazar la oferta resulta en una pérdida total para ambas partes, pero con un daño mucho mayor para el rechazante.
La estrategia de Trump lleva este concepto al ámbito global. Al amenazar con aranceles del 100 % y la exclusión del mercado estadounidense, establece un binomio claro:
● Aceptar y alinearse con los objetivos de Estados Unidos, asegurando acceso continuo a la economía más grande del mundo.
● Rechazar y enfrentar el aislamiento económico, sin espacio para compromisos.
Esto no es solo una política comercial. Es una aplicación estratégica de apalancamiento que elimina las zonas grises y obliga a las naciones a tomar una decisión.
Cómo cambia esto el comercio global
El acuerdo de Mar-a-Lago transforma la estructura de las negociaciones comerciales de una batalla de desgaste a un ultimátum contundente. Las consecuencias para los socios comerciales son claras:
● Aceptar los términos de Estados Unidos y disfrutar de los beneficios continuos del comercio y la cooperación.
● Rechazar los términos y enfrentar consecuencias económicas devastadoras, incluida la exclusión del mercado estadounidense.
Esta estrategia elimina la incertidumbre de las guerras comerciales tradicionales y obliga a las naciones a actuar de manera decisiva en favor de la alineación con las políticas estadounidenses.
Localismo, no proteccionismo
Algunos críticos llamarán a esto proteccionismo, pero están equivocados. El acuerdo de Mar-a-Lago no se trata de levantar muros económicos, se trata de usar los principios del localismo para redefinir las relaciones comerciales.
● El localismo construye resiliencia: al priorizar las industrias y cadenas de suministro domésticas, Estados unidos garantiza que su economía permanezca fuerte, independientemente de las interrupciones externas.
● El localismo crea apalancamiento: al limitar las opciones de los socios comerciales, Estados Unidos consolida su influencia mientras reduce la dependencia de naciones poco confiables.
● El localismo redefine las alianzas: fomenta el comercio basado en la reciprocidad, asegurando beneficios mutuos en lugar de acuerdos desequilibrados.
El juego del ultimátum en acción
Los asesores de Trump, en particular Scott Bessent, entienden que el juego del ultimátum no solo impone apalancamiento, también fuerza claridad. Al eliminar las zonas intermedias, obliga a los socios comerciales a revelar sus verdaderas intenciones. Esta estrategia refleja escenarios de alto riesgo como el famoso dilema de Golden Balls. (Mire este fascinante episodio de Golden Balls).
En este marco, Estados Unidos no es solo un jugador, es quien dicta las reglas. El acuerdo de Mar-a-Lago establece una estructura en que la cooperación no es solo ventajosa, es la única elección racional.
Un nuevo marco global
Bajo el acuerdo de Mar-a-Lago, las naciones se agrupan en buckets verdes, amarillos y rojos:
- Países verdes: se alinean completamente con los objetivos de Estados Unidos, disfrutando de términos comerciales favorables y asociaciones estratégicas.
- Países amarillos: cooperan selectivamente, enfrentando restricciones hasta que se alineen completamente.
- Países rojos: resisten la alineación y enfrentan aranceles punitivos y exclusión económica.
Esta estructura hace explícito el juego del ultimátum: las naciones deben elegir entre alinearse o volverse irrelevantes.
Más allá de los aranceles: una gran visión
El acuerdo de Mar-a-Lago es más que una política comercial, es una estrategia para remodelar el orden económico global:
● Reforzar la dominancia del dólar: al contrarrestar los intentos de los Brics de crear monedas rivales, Estados Unidos asegura la posición del dólar como moneda de reserva mundial.
● Integrar comercio y geopolítica: el comercio no es un fin en sí mismo, es una herramienta para lograr objetivos más amplios, desde la seguridad de las cadenas de suministro hasta contrarrestar amenazas militares.
● Crear un nuevo sistema global: al igual que Bretton Woods, este acuerdo establece un marco para la cooperación internacional, pero bajo términos definidos por Estados Unidos.
El poder del ultimátum
La brillantez del acuerdo de Mar-a-Lago radica en su simplicidad. Al estructurar las negociaciones comerciales globales como un juego del ultimátum, Trump asegura que Estados Unidos mantenga la ventaja. No es una guerra comercial tradicional, es una estrategia de alto riesgo que minimiza la incertidumbre y maximiza el control.
Esto no es proteccionismo. Es un ultimátum calculado. Las reglas han cambiado y Estados Unidos ahora es el maestro del juego.