OPINIÓN

El covid-populismo

Ninguna conmoción ha sido tan fuerte por el covid -políticamente hablando en Colombia- como la generada esta semana por la partida del ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo.

28 de enero de 2021

En Palacio de Nariño pocas veces han visto tan compungido al jefe de Estado. Y en el Centro Democrático no ha habido hasta ahora una situación que más enlute al partido. Solidaridad es el sentimiento que debería recibir el alto gobierno, así como su partido, porque -no solamente perdieron a un gran líder- sino porque nadie puede asociar esta pérdida a una actitud irresponsable o populista por parte del gobierno en el manejo pandemia. No es López Obrador o Bolsonaro perdiendo un ministro clave por cuenta del coronavirus.

La impactante partida de Trujillo no solamente refleja la obvia fragilidad humana sino también la fragilidad de los gobiernos. No hay que ir muy lejos para reconocer que el virus no respeta jerarquías ni egos políticos. El covid llegó a las líneas de mando en todo el mundo. Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, fue uno de los primeros mandatarios en dar positivo en julio del año pasado. El primer ministro inglés, Boris Johnson, fue diagnosticado en marzo de 2020. Donald Trump la sacó barata en octubre de 2020 tras contagiarse. Emmanuel Macron, presidente de Francia, anunció su contagio el 17 de diciembre pasado. Los presidentes de Guatemala y Honduras superaron el virus y, Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, está contagiado.

Los casos de Trump, Bolsonaro y López Obrador, particularmente, representan una contundente bofetada del virus al populismo sanitario en América. Los tres han coincidido en el manejo irresponsable de la pandemia. Minimizaron desde el principio la gravedad de la amenaza calificándola de “gripecita”, “fantasía mediática” o “farsa”. Han tenido una actitud anticientífica, negándose públicamente al uso del tapabocas y promoviendo sin evidencia tratamientos no recomendados por los grupos de expertos. Los tres han liderado con arrogancia la crisis desestimando su impacto sanitario y vociferando que tienen todo bajo control. Bolsonaro ha dicho que “Dios es brasileño” y por eso podrán superar la crisis. Y Trump afirmó “tenemos el índice de mortalidad más bajo del mundo”. Y también los tres han culpado permanentemente a otros del problema. Tanto Trump como Bolsonaro le echaron la culpa a los chinos, y los dos, han responsabilizado a la OMS por la pandemia. Finalmente han perfeccionado su populismo promoviendo tensiones al interior de sus países. Los tres son países federales por lo que los conflictos con los gobernadores ha sido pan de cada día. Trump y Bolsonaro instaron a la gente a salir a protestar en contra de las decisiones autónomas de los estados.

En Colombia por fortuna no hemos vivido el fenómeno del populismo sanitario, a nivel nacional, pero sí a nivel local o municipal, particularmente en Bogotá. Y hemos visto la confusión, desorden y malos resultados sanitarios (y económicos) que esta mala práctica genera. Tenemos suerte de que el Gobierno Nacional y sus aliados hayan seguido la senda antipopulista en términos generales: no han minimizado el problema, han fundamentado gran parte de sus decisiones en las recomendaciones de los grupos científicos, no han sido arrogantes y no han culpado a nadie. Sin embargo, el virus ha golpeado fuertemente al Gobierno Nacional y en varias ocasiones. La Vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, la primera dama María Juliana Ruíz, la Canciller Claudia Blum, el Director del Departamento Administrativo de la Presidencia Diego Andrés Molano, el exsenador y expresidente Álvaro Uribe Vélez, han tenido que batallar contra la enfermedad. Así vemos que el antipopulismo no garantiza inmunidad, pero sí coherencia política y respeto público, como lo demuestra la lamentable partida de Carlos Holmes Trujillo.

Se esperaría que los golpes que sufren los gobiernos por cuenta del coronavirus -y particularmente los populistas- generen reflexiones de humildad, prudencia y sensatez política. Sin embargo, a la luz de los casos de Trump y Bolsonaro, vemos todo lo contrario, tristemente. Han optado por usar su propia experiencia, tras recuperarse, para desestimar el riesgo del virus, controvertir a sus adversarios políticos y estigmatizar a los grupos científicos. En otras palabras, terminaron agrandados en su propio populismo, lo cual no ha implicado necesariamente su éxito político, como lo vimos con Trump. Pero por fortuna también existen los buenos ejemplos, como el del primer ministro inglés, Boris Johnson, quien tras salir de cuidados intensivos, cambió su perspectiva de la pandemia (asumió su responsabilidad públicamente), llevando a su país a liderar globalmente la lucha contra la pandemia, al convertirse en el primero en aplicar la vacuna. Ojalá López Obrador, quien permanece en estricta vigilancia médica, haya tomado nota y regrese a la arena política con una actitud diferente.

Paradójicamente los gobiernos populistas han sido los primeros en adquirir las vacunas, quizás en compensación a que el populismo ha llevado a esos países a tener las peores cifras de la pandemia. Estados Unidos acaparó gran parte de la producción, México fue el primero de Latinoamérica en firmar acuerdos con las farmacéuticas y Brasil ya tiene vacuna de dos empresas. El gobierno colombiano, que no se ha dejado seducir por los tentáculos del populismo, se quedó atrás en la adquisición de la tan anhelada vacuna. Ojalá los resultados sanitarios alcanzados por su visión antipopulista, no se desvirtúen por la burocracia y los egos que han retrasado la vacunación.

¡Grandes reflexiones políticas nos deja el Dr. Carlos Holmes Trujillo!

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