OPINIÓN
Esta semana los colombianos perdimos mucho
La última semana de enero fue nefasta para Colombia. Sobrepasamos los cincuenta mil fallecidos, seguimos paralizados por cuarentenas y toques de queda, pero, sobre todo, la inmensa mayoría de colombianos descubrimos, a punta de golpes, que la pandemia es en serio, que no respeta estratos sociales, ni posiciones políticas. Descubrimos que ante la muerte todos somos iguales.
Hace un año entendíamos que existía un virus “raro” en China, pero lo veíamos lejos y muchos confiaban más en teorías absurdas de conspiración y de guerra económica, que en los verdaderos alcances de esta pandemia. Hoy todos conocemos a alguien que ha fallecido o a alguien que ha perdido a un ser querido... En nuestras familias y en nuestros entornos laborales “alguien” se ha enfermado y ya la mayoría de los colombianos podemos decir que nos hemos sometido al menos a una prueba de coronavirus.
La semana arrancó con la muerte de la doctora Marcela Monroy, luego de librar una larga batalla contra el Covid 19. No tuve el honor de conocerla personalmente, pero varios de mis amigos sí tuvieron esa gran oportunidad y todos coinciden en que perdimos a una gran jurista y a un buen ser humano. La comunidad rosarista está de luto.
Después, en hechos muy extraños y sórdidos, tuvimos que soportar una matanza más. Esta vez en Buga – Valle del Cauca, vimos caer a 5 jóvenes, casi niños, que se encontraban departiendo en una finca sin hacerle daño a nadie. Todavía, en medio de tanta muerte, no es fácil entender cómo o por qué pueden suceder tragedias como esas.
Luego sobrevino la muerte de Julio Roberto Gómez, líder sindical con el que tuve la oportunidad de trabajar y controvertir. Quizás el más ponderado de todos los dirigentes de las centrales obreras, el más conciliador, un puente necesario para la mediación entre los diferentes intereses en el ámbito laboral y el que mejor comprendía que el fin último del derecho del trabajo, es lograr el equilibrio económico y la justicia social.
Con la muerte de Julio Roberto pierden los sindicatos, pierden los trabajadores, pero ante todo perdemos aquellos que nos dedicamos a la defensa de los empleadores. En él siempre encontramos a un ser humano afable y muy estratégico, pero recio en sus posiciones. Nunca dio una pelea que no tuviera sentido o que sintiera que no podía ganar. Hoy recuerdo con nostalgia su célebre adagio de lucha sindical: “si no podemos llegar a un buen acuerdo… lleguemos a un excelente desacuerdo”. Esa frase lo resume todo.
Hacemos los mejores votos porque a la presidencia de la Confederación General de Trabajadores – CGT, llegue alguien que honre una trayectoria de más de 30 años y comprenda, como Gómez lo hacía, que la concertación genera más y mejores réditos que la confrontación. Muchos confiamos en que ese será su gran legado.
Pocas horas después, el Covid 19, con ironía y sorna, se llevó a nuestro ministro de la Defensa Nacional, doctor Carlos Holmes Trujillo. Dos orillas contrapuestas del pensamiento político fueron unidas en una misma tragedia. Compartieron la misma suerte, la misma noche, sin importar en qué creyeran, a quién defendieran o que visión del mundo tuvieran.
Con la muerte del ministro Holmes perdió Colombia. Muchos fueron sus contradictores, en especial durante los últimos meses en que tuvo que enfrentar la furia de una oposición que quería sacarlo del camino de los presidenciales a como diera lugar. Pero hasta el más acérrimo y locuaz enemigo político, ante su muerte, reconoce que en él existió un caballero que dedicó toda su vida al servicio público.
Muchas cosas buenas y malas se podrán decir de su gestión al frente de la cartera castrense o de su vida política, pero todos tenemos claro que se trataba de un colombiano honesto, trabajador y que amaba a su patria con el alma. El debate político que se avecina pierde a un hombre que le cabía el país en la cabeza y quizás a uno de los mejores oradores de los últimos años. El Valle del Cauca pierde a un buen hijo.
Lo más triste y preocupante de estas tragedias, es que los colombianos comprendimos que no existe servicio médico o unidad de cuidados intensivos que pueda salvar a aquel que tenga la mala fortuna de ganarse la lotería negra de contagiarse de un Covid 19 con complicaciones. Monroy, Gómez y Trujillo accedieron a los mejores médicos, a los mejores equipos y a los tratamientos más prometedores para contener la enfermedad, sin embargo, perdieron la batalla. Esa sensación de impotencia y de vulnerabilidad es nefasta, en especial para aquellos que no tienen las mismas oportunidades.
Por ahora no tenemos muchas opciones. Tenemos que rebuscar fuerzas y resiliencia de donde se pueda y ayudar desde donde estemos a evitar el contagio. Pronto llegarán las vacunas, pero pasarán muchos meses, quizás años, para que podamos recuperar la confianza que todos hemos perdido en los últimos días. De corazón siento que los colombianos, por estos días, sin excepción, necesitamos un abrazo y alguien que nos diga, así no sea cierto, que esta horrible noche pronto acabará.