Opinión
Esteban Jaramillo y el Día del economista
La celebración del 3 de julio es oportuna para rememorar su legado en la gestión de nuestras finanzas públicas.
Cada 3 de julio celebramos el Día del economista en Colombia, recordando el natalicio de Pedro Fermín de Vargas, primera persona que se interesó por asuntos económicos en el país. Pero hubo otras figuras que también jugaron un papel fundamental en la construcción de la ciencia económica y de nuestra histórica estabilidad macroeconómica, uno de los más importantes fue el abogado antioqueño Esteban Jaramillo, el gran hacendista del siglo XX. Un hombre que en vida estuvo acompañado por un poco de azar, recurrente impopularidad y mucha creatividad.
Azares varios, pero ninguno como su primer nombramiento como Ministro. Al completar tres semanas como Subsecretario de Gobierno, en mayo de 1903, defendía ante el Congreso la aprobación de una Ley. En ese momento, el entonces Senador Miguel Antonio Caro recordó que Jaramillo no podía hacer esa presentación, dado que constitucionalmente esa facultad solo la tenían los ministros. Por suerte, en el recinto se encontraba el senador Lorenzo Marroquín, hijo del Presidente José Manuel Marroquín, quien luego de contradecir a Caro y afirmar que su padre ya había posesionado al Ministro Jaramillo, salió a comunicarse con Presidencia, contar su mentira y solicitar la expedición del Decreto de nombramiento. Así, por azar, se convirtió en titular de la cartera de Gobierno con apenas 28 años.
Ese precipitado inicio junto con temporadas en Francia y Estados Unidos lo llevaron a responsabilidades mayores en las siguientes décadas. La dirección del Banco Central (anterior al Banco de la República), los ministerios de Agricultura, Obras Públicas, del Tesoro y Hacienda, la actividad docente, el acompañamiento a la hoy centenaria Misión Kemmerer y la publicación de su famoso Tratado de Ciencia de la Hacienda Pública, resumen ese trasegar.
Impopularidad y creatividad
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A lo largo de esos años engendró a muchos malquerientes con sus decisiones responsables e impopulares. Rechazar solicitudes presupuestales, crear el impuesto de renta y eliminar aranceles a los alimentos, generaron animadversión por su figura. Por eso, el 1 de abril de 1930, cuando el Presidente Miguel Abadía nuevamente lo nombró como Ministro de Hacienda, tuvo que renunciar luego de 10 horas en el cargo. Quizá la menor duración en la historia de esa cartera. La suerte no lo acompañaba 27 años después de su fortuita llegada al Ministerio de Gobierno.
La revancha le llegó en noviembre de 1931, en el Gobierno del liberal Enrique Olaya. Al regresar de los Estados Unidos, en donde buscó infructuosamente recursos de financiamiento para que Colombia pudiera soportar la crisis económica en la que estaba, asumió por tercera ocasión el Ministerio de Hacienda. En realidad, la quinta sí contemplamos sus dos pasos previos por el Ministerio del Tesoro, institución fusionada con Hacienda en 1923.
Pese a su origen conservador, tenía la experiencia y el respaldo para afrontar la tarea. Rápidamente, promovió algunos ajustes tributarios, un ambicioso plan de obras públicas y un rol activo del Banco de la República con recursos de redescuento y préstamos al Gobierno, estos últimos permitieron la creación del Banco Central Hipotecario, la Corporación Colombiana de Crédito y la Caja de Crédito Agraria. Cada entidad tuvo un rol fundamental en la reactivación del crédito, necesario para la recuperación.
Si bien hoy parecen recetas repetidas, iniciando la década de los treinta no lo eran. A tal punto que se anticipó un año y medio al paquete de respuesta a la crisis, impulsado por Franklin Delano Roosevelt en los Estados Unidos. También se adelantó cinco años al enfoque de la Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, libro publicado por Keynes en 1936. Difícil ser más creativo.
La siguiente generación
Después de varias décadas de evolución institucional, sabemos que los azares y la impopularidad son y serán parte de quienes transitan con seriedad por esta vía. Por fortuna hay talento creativo para los próximos años. Limitando una extensa lista, se destacan referentes como Juliana Londoño-Vélez (Universidad de California, Los Ángeles), Oscar Valencia (BID), Ana María Cadena (UGPP), Andrés Velasco (Comité Autónomo de la Regla Fiscal), Michel Janna (Autorregulador del Mercado de Valores), María Fernanda Valdés (Minhacienda), José Ignacio López (Corficolombiana), César Pabón (Fedesarrollo) y Daniel Wills (Asofondos).
Nombrar a la primera Ministra de Hacienda confirmaría que este es el siglo de la mujer (¿compromiso del próximo gobierno?). Carolina Rentería, Natalia Salazar, María Fernanda Suárez, Ana Fernanda Maiguashca, Carolina Soto o Ángela Orozco estarían listas para el reto. No todas son economistas, Jaramillo tampoco lo era. Ese monopolio solo lo defiende el cuestionado Consejo Nacional Profesional de Economía (Conalpe).
Mientras llega ese futuro, que esta sea una ocasión para exaltar a quienes diariamente retoman las banderas de Esteban Jaramillo. Profesionales que, entre los azares del destino y soportando la crítica, han cimentado con creatividad y visión de largo plazo nuestros avances como Nación. Necesitamos que esas voces, generalmente disonantes, sigan pesando. Por eso y para todas esas personas: ¡Feliz día del economista!
Lectura sugerida
Esta columna se enriqueció de la biografía: “Esteban Jaramillo, indicador de la economía colombiana”, escrita por Mario Jaramillo. Magnífico texto.