OPINIÓN
Explosión inflacionaria en América Latina
En medio de algunas mejoras en las perspectivas económicas de la región latinoamericana, el aumento en precios viene siendo un lastre durante el proceso. Por ahora, la carga inflacionaria viene atribuyendo a América Latina una mala racha de alta inflación a nivel mundial.
Los principales bancos de Wall Street han pronosticado que los aumentos promedio en el costo de vida en América Latina terminarán en promedio en este 2021 por encima de 10 % y, de paso, predicen que la presión sobre los precios al consumidor se extenderá hasta 2022. Al momento, es el margen más alto que se predice a nivel mundial; así que, una fuerte inflación a una de las regiones más afectadas por la crisis pandémica, el panorama se torna muy preocupante.
Esta subida de precios en la región latinoamericana está superando los objetivos que habían sido propuestos por los hacedores de políticas públicas y expertos en la materia. A noviembre, la inflación se consolidó en 6 % para Chile, 6,2 % para México, 10,7 % para Brasil y un gigante 52 % en Argentina.
Es claro que ante el crecimiento de estas tasas, los principales bancos centrales han elevado las tasas de interés mucho antes de que la actividad económica en los países de la región se haya recuperado por completo. Sabemos bien que solo se ha hablado de recuperaciones graduales que poco a poco van llenándose de incertidumbre ante nuevos picos de contagio por las nuevas variantes, la falta de apoyo económico para miles de empresas, las elevadas y crecientes tasas de desempleo e informalidad, etc.
Según ha analizado el Fondo Monetario Internacional (FMI), el alza en precios se relaciona con el incremento de los precios en los alimentos, que empezaban a subir, incluso antes de pandemia. La cuestión es que, en América Latina, los precios de los alimentos representan casi una cuarta parte de la cesta de consumo promedio. Bien se ha escuchado que son millones los hogares que aún están en busca de la recuperación que dejó la crisis del coronavirus, y al tener que destinar más dinero en la compra de alimentos, disponen de menos recursos para gastar en otros sectores o en otro tipo de bienes.
Ahora, debe adicionarse que la región también tiene los mayores niveles de desigualdad del ingreso. Aspecto que atribuye más peso a una carga que, de por sí, es bastante pesada, especialmente para los hogares de bajos ingresos. Asimismo, la llamada inflación subyacente, que excluye los precios de los alimentos y de la energía, ha rebasado la tendencia previa a la pandemia este año, y el pasado octubre registró un promedio interanual de 5,9 %.
Según Bloomberg, en 2021 podría esperarse una tasa de inflación de hasta 11,9 % para América Latina. Para 2022 se esperaría que iniciara una baja, que de preferencia debería ser progresiva, concluyendo a final de ese año en 10,4 %. En contraste, con las otras regiones que registran las siguientes tasas inflacionarias más altas, África terminaría el año con una tasa de inflación de 10,6 %, la región EMEA (Europa, Oriente Medio y África) con 7,8 % y Estados Unidos con 4,5 %. Con lo calculado para el resto de las regiones, el consolidado mundial se estima en 3,7 %.
No obstante hay otros análisis como de Citigroup que pronostican que la inflación en Latinoamérica alcanzaría 10,6 % para ese año o Morgan Stanley’s que ha manifestado que, sin duda alguna, estas tasas inflacionarias superarían 10 %.
Así, los pronósticos más optimistas igual le atribuyen a la región el panorama inflacionario más sombrío del mundo. Pero los efectos que más se sienten y que han afectado al consumidor han sido diferentes productos del sector de alimentos. Por ejemplo, los precios del pollo y los huevos fueron 29 % más altos en octubre 2021 en comparación al año anterior. En México, el gas para cocinar costó 8,2 % más en noviembre frente al mes anterior. Por el lado de Colombia, los productos que más subieron en precio fueron el tomate (10,17 %) y la papa (9,88 %).
La gran suposición ahora es que estas presiones inflacionarias son de carácter temporal y que, en el mediano plazo, es posible que se retorne a unos rangos de tasas más cercanos a las metas de los bancos centrales. El problema es la incertidumbre que se le suma a todo el contexto gracias a los estragos de la pandemia y con esto es muy difícil atreverse a determinar el impacto de la crisis sobre las materias primas. De por sí, también suma a varios cuellos de botella en las cadenas de abastecimiento y a los crecientes costos en materia de transporte.
Las amplias variaciones en precios, que llevan al alza a las tasas inflacionarias en varios países de la región, se configuran como una problemática más dentro de la ya difícil disyuntiva que atraviesa toda la región. Por lo pronto, la política monetaria continúa siendo flexible para respaldar la recuperación que sigue su curso. Lenta, muy lenta, pero al parecer segura.