OPINIÓN
“Gracias a Dios, el dólar existe”
Hace un par de años, en este mismo medio, el autor de esta nota escribía: “Lenin decía que no había medio más sutil, más seguro de derrocar la base existente de la sociedad que corromper la moneda”.
El proceso involucra a todas las fuerzas ocultas de la ley económica del lado de la destrucción, y lo hace de una manera en la cual ni un hombre en un millón sería capaz de diagnosticar”. El líder comunista ruso, al que no le faltaba la razón, se refería a disminuir notablemente el valor del dinero mediante la hiperinflación, cuyo resultado aminora el poder adquisitivo de los ciudadanos y como consecuencia desaparece parte de su riqueza. Mediante la inflación, que ahuyenta las inversiones y estimula la fuga de capitales, los gobiernos empobrecen a muchos (y con razón se denomina un “Impuesto de los pobres”) y enriquecen a algunos. Es el arma ideal para castigar a los opositores y premiar a los áulicos. En Venezuela, que hoy posiblemente tiene la hiperinflación más grande del mundo, menos de 30 días tienen que pasar para que se dupliquen los precios de la economía. No hay aumento de salarios que pueda compensar semejante desequilibrio, y ni siquiera existe la posibilidad de comprar por anticipado, ya que el desabastecimiento de bienes básicos es regla desde hace mucho tiempo. En Venezuela los chavistas, al corromper la moneda, aplicaron la sentencia de Lenin y derrocaron la base existente de la sociedad. Venezuela es un estado fallido.”
Hoy la situación de Venezuela es radicalmente diferente a la de hace dos años: nuestro vecino, de hecho, es un país “dolarizado” y en la práctica el 90% de los bienes y servicios se tranzan es en dólares. El pasado noviembre, el dictador Nicolás Maduro anunció en una entrevista televisiva: “Ese proceso que llaman de dolarización puede servir para la recuperación y despliegue de las fuerzas productivas del país y el funcionamiento de la economía, una válvula de escape. Gracias a Dios, existe”. A Maduro le tocó comerse su discurso anti-imperialista y aceptar que la supervivencia del país estaba basada en una moneda que tuviera la confianza de sus habitantes. Para el economista venezolano, Luis Vicente León, “Las causas de la inflación son fundamentalmente la monetización del déficit fiscal. El propio Gobierno venezolano, reconoció abierta y explícitamente en boca del propio presidente Maduro, que habían cometido errores al haber generado dinero para cubrir el déficit y que eso había disparado los procesos de precios y habían generado inflaciones imparables, que mezcladas con la pérdida total de confianza en las autoridades monetarias y en la autoridad de Gobierno, desató el proceso hiperinflacionario. Y luego de desatado, tú no lo resuelves hasta que aplicas un modelo integral de cambio que rescate inversión, confianza, que reequilibre mercados.”
Pero no todo el mundo está en esa tónica de no acudir a emisiones irracionales. El llamado Grupo de Puebla, organización que agrupa a los grupos de extrema izquierda del continente, en su más reciente declaración, recomienda: “Acudir a emisiones directas de los bancos centrales para los gobiernos. Los países europeos están demostrando que en casos de calamidades como la que atravesamos, la financiación de programas con recursos de emisión es legítima. El espacio dejado por tasas negativas de inflación y la necesidad de expandir la demanda para reactivar la economía y reconstruir el tejido social, justificaría plenamente este mecanismo en algunas economías de América Latina y el Caribe. Una idea que debería contemplarse consiste en la eliminación de la regla fiscal y que sean directamente los gobiernos y no la banca privada quienes gestionen los recursos para la recuperación.” En igual sentido de acudir a emisiones es que se ha pronunciado el candidato izquierdista, Gustavo Petro.
Tanto el Grupo de Puebla como Petro hacen cómoda omisión que los gobiernos europeos, bajo el mando del Banco Central Alemán, adelantan emisiones totalmente controladas que no contribuyen a la inflación. Por el contrario, países como Venezuela y Argentina, nunca supieron manejar sus emisiones. Si una persona tuviera un millón de dólares equivalentes en bolívares el día en que subió Chávez al poder (2 de febrero de 1999), y los hubiera guardado debajo del colchón, hoy tendría 6 dólares. Es decir, el millón de dólares convertido a bolívares venezolanos perdió un 99.9999 % de su valor.” Seguir las recomendaciones del Grupo de Puebla desembocaría inexorablemente en tener que eventualmente “dolarizar” la economía. El que no lo crea, que le pregunte a Nicolás Maduro.