Claudia Varela, columnista

OPINIÓN

Hasta dónde quiero aguantar

Aguantar sin proponer no es resiliencia, es terquedad.

Claudia Varela
15 de septiembre de 2024

“Nos hemos vuelto resilientes, ya nada podría ser peor y seguimos vivos”, escuché en una conversación de algunos empleados de una empresa enorme en Bogotá, que caminaban comiendo helado rumbo a su oficina, después del rato de almuerzo que sagradamente les brinda su compañía.

“Somos un país que aguanta mucho”, le dijo el uno al otro. “Yo ya estoy cansado de aguantar tanto”, le respondió con cara de aburrido y terminando lo que quedaba de una bola medio derretida de vainilla. Una chica que se había mantenido más bien callada de repente dijo la frase que todos los colombianos repetimos incansablemente desde que tengo memoria, “esperar a ver qué pasa”.

Después de un rato de quedarme con esa conversación, miré mis redes sociales y un par de grupos en los que terminé por supuesto amor patrio de alguien que me invitó, convencido de unir tertulias y pensamientos constructivos. Encontré más de cien mensajes sin leer, donde la mayoría era quejas, comentarios llenos de odio, titulares horribles, palabras duras contra unos y otros. No leí todo por que no quería envenenarme, ya es suficiente entender que no encuentro citas medicas hasta diciembre para una mínima dolencia, así que decidí tomar aire y seguir el día.

Pensé por qué nos quedamos con una mentalidad tan corta esperando que otros hagan algo y más bien nos anestesiamos bondadosamente pensando que aguantamos y por eso somos mas valientes. Aguantar sin proponer no es resiliencia, es terquedad.

La resiliencia y la terquedad son conceptos que a veces pueden parecer similares, pero tienen diferencias importantes. La resiliencia es la capacidad de adaptarse y recuperarse frente a la adversidad, el estrés o el cambio. Una persona resiliente puede enfrentar dificultades, aprender de ellas y seguir adelante de manera positiva. La resiliencia implica flexibilidad y la habilidad de encontrar soluciones creativas a los problemas.

Por su parte, la terquedad es la insistencia en mantener una opinión, decisión o actitud sin considerar otras perspectivas o la posibilidad de estar equivocados. Una persona terca puede resistirse y no estar dispuesta a adaptarse, incluso cuando es evidente que una nueva dirección sería positiva para su entorno.

En otras palabras, mientras la resiliencia se trata de adaptarse y crecer a partir de las dificultades, la terquedad implica una resistencia inflexible al cambio. Una forma de aguantar sobre humana, de la que aparentemente nos sentimos orgullosos en Colombia.

Me parece importante desarrollar la resiliencia y esto se logra adaptándose a la dinámica del entorno, con una actitud positiva, soltando el control, estableciendo metas realizables y aprendiendo de manera constructiva de las experiencias propias.

De igual manera, creo que es vital que estemos convencidos de que por un principio masoquista tenemos que aguantar todo lo que nos pase o nos digan, por que es mejor “evitar esas confrontaciones”.

Mi invitación es a que no normalicemos el desorden, la falta de respeto institucional, la impuntualidad, que nos suban los impuestos al infinito, que no haya citas médicas hasta el otro año, por ejemplo.

Desde la base básica de que quien se opone, propone; me gustaría entender qué está haciendo cada uno, para cambiar lo que está pasando en tu entorno además de “esperar a ver que pasa”. No creamos que hablando mal y quejándonos en redes o en grupo de gente espejo, que nos refleja la misma insatisfacción va a pasar algo.

Movamos la vida, la inteligencia y las acciones a construir un ecosistema que nos permita proyectar este país para nuestros hijos o si no tienes hijos para ti mismo en unos años.

Resiliencia no es aguante extremo e injustificado. No seamos tercos, movamos la fibra y la acción para construir. Pregúntate hoy ¿hasta dónde quiero aguantar?

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