Opinión
La importancia de la ‘cancha nivelada’
Mientras que el capitalismo crea constantemente valor, permitiendo que sobrevivan y sobresalgan son las empresas más productivas e innovadoras, el socialismo –por medio de la planificación centralizada– lo que reiteradamente hace es destruir valor
A lo largo de los años el capitalismo ha demostrado de lejos que es el mejor sistema para brindarle prosperidad a la humanidad. Por el contrario, el socialismo, principalmente en sus versiones más extremas, lo que ha demostrado es ser una enorme fábrica de miseria. Mientras que el capitalismo crea constantemente valor, permitiendo que sobrevivan y sobresalgan son las empresas más productivas e innovadoras, el socialismo –por medio de la planificación centralizada– lo que reiteradamente hace es destruir valor, indistintamente sean países o empresas. Cuba, otrora rey del azúcar, hoy no llega al 5 % de la producción antes de la llegada de los Castro. Venezuela, cuyo potencial es sacar 4 millones de barriles diarios de petróleo, difícilmente llega a los 700 mil barriles por día.
Pero no hay la menor duda que dentro del capitalismo hay empresas y sectores ‘ventajosos’ que permanentemente buscan inclinar o desnivelar la cancha de juego a su favor, o en detrimento de otros jugadores.
Una de ellas son las empresas que se adueñan del espacio público y muy concretamente se convierten en ‘dueñas de las esquinas’. Mientras que las otras empresas tienen que buscar sitios en donde colocar sus productos, las ‘dueñas de las esquinas’ se aprovechan que la Corte Constitucional determinó que la protección especial de las personas que se dedican a las ventas ambulantes obedece principalmente a que se encuentran “en situación de especial vulnerabilidad y debilidad por sus condiciones de pobreza o precariedad económica”. Dado que las empresas ‘dueñas de las esquinas’ les pagan retribuciones mínimas a los infelices vendedores ambulantes, es obvio que se van a mantener durante toda la eternidad como personas “en situación de especial vulnerabilidad y debilidad por sus condiciones de pobreza o precariedad económica”.
Otras empresas ventajosas son las aerolíneas que se adueñan de rutas y de los slots en los aeropuertos, indistintamente tengan o no aviones para cubrir las rutas asignadas. Hace unos días apareció la noticia de una de estas empresas arrendando aviones de otras aerolíneas para cubrir rutas asignadas, dado que no tenían equipos suficientes. A toda empresa que no cuente con aviones, ya sea para cubrir rutas o tener ‘slots’ en los aeropuertos, se les debe quitar la ruta y el slot, y ponerla a disposición de otros oferentes que estén dispuestos a pagar por el privilegio.
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Otras empresas públicas que insisten en tener una cancha desnivelada son las del monopolio de los licores, en las que un número muy limitado de licoreras departamentales abusan de la condición monopolística que la Constitución les otorga a los departamentos.
A base de a una cascada de mentiras, una corrupta casta política aduciendo que el monopolio protege la salud pública, la salubridad, que combate la ilegalidad, las adulteraciones y el contrabando, y que recaudan impuestos para los sectores más prioritarios de la sociedad colombiana, han logrado perpetuar dicho monopolio. Todos los anteriores argumentos son falsos. Un estudio de César Augusto Ortiz Ospino señalaba que “una de las formas de fortalecer el crecimiento del sector económico y social del país es eliminando el monopolio rentístico de licores, usando como alternativa la creación y el crecimiento de empresas de licores que compitan en igualdad de condiciones, y aplicando sobre estas el impuesto al consumo ya existente en el ordenamiento jurídico nacional”.
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Apostilla | En días pasados, con enorme satisfacción, consumí un paquete de papas Margarita (parte de PepsiCo), en las que al anverso de la bolsa anunciaban con orgullo que el 100 % de las papas eran cultivadas por campesinos colombianos. Maravilloso será el día en que las empresas de lácteos, incluyendo las que fabrican productos que contiene leche o mantequilla, puedan alardear que la totalidad de la leche o mantequilla que consumen viene de vacas ordeñadas y mantenidas por campesinos colombianos, y no la cuestionable leche en polvo importada.