Opinión
La inversión no se trata solo de rendimiento y volatilidad, sino de crecimiento y longevidad
La gestión de riesgos no se trata solo de diversificación; se trata de seleccionar activos, contratos sociales y empresas con un mayor sesgo de supervivencia.
La teoría financiera convencional se basa en el principio de diversificación, una idea popularizada por Harry Markowitz. Esta teoría sugiere que una acción debe evaluarse en función de dos atributos: rendimiento y volatilidad. Normalmente, la volatilidad se considera una medida de riesgo.
Sin embargo, cambiemos nuestra perspectiva. Las empresas no son solo boletos de lotería, como menciona Peter Thiel. Son entidades vivientes, impulsadas por fundadores apasionados y un equipo de gestión comprometido con un propósito claro. Las mejores empresas a menudo tienen productos innovadores, y si aún no han captado la atención del mercado, pueden estar valoradas atractivamente.
En lugar de enfocarnos en el rendimiento y la volatilidad, deberíamos considerar la tasa de crecimiento de una empresa y su longevidad. La pregunta crucial no es sobre la volatilidad de un activo, sino si esta empresa seguirá prosperando en los próximos 10 a 25 años. ¿Mantendrá este país su contrato social durante el próximo cuarto de siglo? Este es el tipo de pensamiento a largo plazo que Warren Buffett y Charlie Munger adoptan cuando compran empresas con la intención de mantenerlas indefinidamente.
La supervivencia lo cambia todo. Cuando aceptamos la ley fundamental de la impermanencia, nos damos cuenta de que las empresas pueden fallar, las revoluciones sociales pueden remodelar los sistemas económicos y los imperios pueden caer. Es por esto que la selección es mucho más crítica que la diversificación. La gestión de riesgos no debería centrarse en minimizar la volatilidad, sino en evitar inversiones en entidades que probablemente no sobrevivirán los próximos 20 años. Debería enfocarse en aquellas con un fuerte sesgo hacia la longevidad, asegurando al mismo tiempo que la volatilidad extrema no te elimine del juego.
Consideremos el gráfico popular que compara inversiones en acciones, bonos, oro y moneda desde 1800. El claro ganador en los últimos 200 años han sido las acciones estadounidenses. En este período, nuestra civilización ha visto casi nueve generaciones, más de 49 grandes revoluciones y 25 guerras significativas. El contrato social de Estados Unidos ha mostrado una notable resiliencia. A pesar de desafíos como la Guerra Civil, ha perdurado. Este no es el caso de la Francia de Napoleón, Prusia, Alemania de Weimar, Rusia zarista, el Imperio Británico o la Unión Soviética.
La dificultad de mantener un contrato social estable es evidente cuando observamos cuántas veces ha cambiado Alemania su moneda: desde el Kurantmark hasta el Euro, pasando por varias otras iteraciones. Y esto es en un país con un desarrollo tecnológico y científico significativo, sin mencionar las tumultuosas historias monetarias de países como Argentina, Brasil, Turquía y otras economías emergentes.
Sobrevivir es difícil. Las acciones han demostrado ser una mejor apuesta a largo plazo que depender de los contratos sociales transitorios de los imperios dominantes. Cuando profundizas, verás que dentro del mundo de las acciones, el éxito a menudo se concentra entre unos pocos grandes ganadores, aquellos que definen nuevos modelos de producción para nuestra sociedad.
¡La concentración es natural!