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La nueva frontera energética: cómo la IA, bitcoin y los reactores modulares están reescribiendo las reglas del poder

Estamos al borde de la próxima revolución tecnológica, y en el centro de esta revolución está la transformación de nuestros modelos de producción.

Guillermo Valencia
22 de octubre de 2024

En el núcleo de todo, está la energía. Es el recurso fundamental del cual derivan todas las cosas. De la energía proviene la materia, y de la materia, la capacidad de creación. Esta es la historia de origen del universo. Pero hoy, estamos viviendo a través de un nuevo tipo de creación, uno impulsado por la fuerza invisible de la electricidad.

Desde 2020, el Nasdaq ha seguido de cerca el movimiento de Cheniere Energy, Inc. (LNG), siguiendo la tendencia más amplia del gas natural. Pero, como en cualquier mercado, la verdadera historia a menudo se encuentra en los outliers. Empresas como Cameco (CCJ), impulsadas por el resurgimiento del uranio, los semiconductores que surfean la ola de la transformación digital, y los gigantes de la IA que están remodelando industrias, han superado al Nasdaq. Sin embargo, incluso entre esos fuertes rendimientos, hay los mega ganadores—los que dejan atrás a los demás. Bitcoin, Tesla (TSLA), y NVIDIA (NVDA) se han disparado mucho más allá, capturando la imaginación y el capital de los inversores que vieron el futuro un poco antes que el resto.

Estamos al borde de la próxima revolución tecnológica, y en el centro de esta revolución está la transformación de nuestros modelos de producción. Las revoluciones industriales del pasado fueron definidas por innovaciones tecnológicas específicas: la máquina de vapor, la electricidad, la computación. Esta vez, los motores son más abstractos, pero sus implicaciones no son menos profundas. Tres fuerzas interconectadas están remodelando el futuro: la inteligencia artificial, los semiconductores, y la mercancía que habilita ambos: la electricidad.

El primer motor es el auge de la inteligencia artificial. Empresas como Microsoft, Google, Amazon y Meta están posicionándose a la vanguardia de este cambio. Están construyendo ecosistemas alrededor de algoritmos, creando nuevos mercados que antes no existían. Pero lo que es aún más importante es que la IA demanda un enorme poder de procesamiento. Entrenar modelos como ChatGPT requiere más que código: consume vastas cantidades de energía. Para ponerlo en perspectiva, entrenar un solo modelo de IA puede usar tanta electricidad como una pequeña ciudad. 1 GWh por día, el equivalente a 33,000 hogares en los EE. UU., es lo que se necesita para mantener ChatGPT en funcionamiento diariamente. La IA no es solo una tecnología abstracta; se está convirtiendo en el próximo gran consumidor de energía.

Esto nos lleva al segundo pilar: los semiconductores. Empresas como NVIDIA y Taiwan Semiconductor no solo están construyendo chips; están construyendo la infraestructura que impulsará la próxima ola de progreso humano. Sin ellos, la IA es imposible. El hambre por un procesamiento más rápido y eficiente ha convertido a los semiconductores en el nuevo petróleo. El control sobre estos recursos se ha convertido en una cuestión de seguridad económica, influencia geopolítica y dominio estratégico.

Sin embargo, los semiconductores, por muy potentes que sean, no son nada sin electricidad. Aquí es donde entra la tercera fuerza. La demanda de energía no solo está creciendo; está acelerándose exponencialmente. Los mineros de Bitcoin, por ejemplo, están entre las entidades más hambrientas de energía en el mundo. Empresas como BitFarms, Hive Blockchain y Riot Platforms consumen colectivamente más de 1 gigavatio (GW) de energía a nivel global. Están acudiendo en masa a regiones como Canadá, Paraguay y Argentina, no por la gente o los mercados, sino por una sola cosa: electricidad barata.

Pero esto es solo el comienzo. La revolución energética no será impulsada por las redes tradicionales. Será impulsada por reactores nucleares modulares y la producción de energía descentralizada. Estos pequeños reactores modulares (SMR) son el futuro: más pequeños, más flexibles y más distribuidos. Se pueden colocar más cerca de los centros de datos, minas de Bitcoin o fábricas, reduciendo la dependencia de redes eléctricas centralizadas y vulnerables. Empresas tecnológicas como Microsoft y Google ya están explorando contratos de energía nuclear para alimentar sus ambiciones de IA, porque el único camino hacia adelante es a través de un suministro de energía estable y garantizado.

Y luego está Tesla. Está en la intersección del trabajo automatizado, la inteligencia artificial, los vehículos eléctricos y ahora, el almacenamiento y la generación de energía. Tesla no es solo una compañía de autos; es el prototipo de la economía del futuro: una empresa diseñada para aprovechar y almacenar electricidad, para convertirla en valor de maneras que las empresas de energía tradicionales no pueden.

Esto nos lleva al cambio definitivo: Bitcoin. En un mundo donde la electricidad es la mercancía más valiosa, Bitcoin representa un nuevo tipo de activo. No está ligado a ningún recurso físico como el oro o el petróleo. Está ligado a la energía misma. A medida que los modelos de producción del futuro toman forma, el propio concepto de valor está siendo reescrito. La electricidad, la fuerza que impulsa todo, ahora es la base tanto de los sistemas tecnológicos como financieros.

Estamos siendo testigos del amanecer de una nueva era, una en la que la lucha por la electricidad es tan importante como lo fue la lucha por el petróleo en el siglo XX. Vemos a Microsoft y Google asegurando energía nuclear, mineros de Bitcoin persiguiendo presas hidroeléctricas, y una descentralización más amplia de la energía que redefinirá cómo funcionan las sociedades. La mercancía más valiosa del siglo XXI será la electricidad, no solo por lo que alimenta, sino porque será el soporte de toda la infraestructura del futuro.