Opinión
Llegó la hora de marchar. ¡Es ahora o nunca!
Algunos suelen llamarnos fatalistas e incluso nos tildan de “tremendistas” a aquellos que clamamos y apoyamos esta marcha desde hace varios meses.
El domingo 21 de abril de 2024, con profunda fe en Dios, pero principalmente con toda la confianza puesta en los colombianos, será un día histórico en nuestro trasegar como nación. Es el día en que un pueblo unido saldrá a marchar para defender sus garantías democráticas, la libertad y el desarrollo social y económico de varias generaciones.
Algunos suelen llamarnos fatalistas. Incluso nos tildan de “tremendistas” a aquellos que clamamos y apoyamos esta marcha desde hace varios meses. Se cree, con mucha inocencia, que es muy temprano para denunciar los riesgos evidentes que nos acechan y que al presidente Petro hay que darle más tiempo para lograr los cambios que prometió.
Pues bien, lejos de una visión apocalíptica fantasiosa, para la mayoría de los colombianos hoy ya es claro que la destrucción de todas nuestras instituciones estatales y sociales ha comenzado y avanza a pasos agigantados. Todo, absolutamente todo, se deteriora y se destruye ante nuestros ojos. Así de sencillo, así de claro, así de sincero.
Preferimos marchar ahora, pacífica y democráticamente, para enviarle un mensaje contundente al Gobierno: Los que cuidamos la actual Constitución, la que Petro ha jurado cumplir varias veces, nos sentimos muy cómodos con nuestras libertades individuales y sociales, pero, sobre todas las cosas, somos muchísimos más.
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Es frecuente que nos pregunten para qué marchar y esa inquietud se está volviendo muy fácil de resolver. Debemos marchar porque todo, absolutamente todo, está mal o tiene un futuro muy nublado e incierto. Hoy en Colombia, no existe ningún sector, actividad o gremio al que las cosas le estén saliendo bien. Por el contrario, en todos los congresos, conferencias, encuentros y coloquios, el tema es recurrente: cómo debemos afrontar la crisis que el Gobierno Petro está generando por inacción, por ineptitud o por fanatismo ideológico.
A lo anterior súmenle que muchos colombianos ya están sintiendo pasos de animal grande en materia de seguridad. Literalmente, nos devolvimos 20 años en materia de secuestro, extorsión y delincuencia común. Ya son numerosos los pueblos de Colombia que no tienen fuerza pública y en donde los grupos subversivos se han convertido en la única autoridad. Hoy, viajar por las carreteras de nuestro país volvió a ser un acto de fe. Regresamos a las épocas oscuras en que tener una camioneta o un pequeño negocio implicaba ponerse literalmente un revólver en la cabeza.
Siendo claro que todo el mundo tiene una razón para salir a marchar este domingo, la pregunta frecuente es si este tipo de marchas sirven. En eso, la respuesta es contundente: ¡Sí sirven y mucho! Para la muestra, un botón, dirían las abuelas: el 4 de febrero de 2008, más de 5 millones de colombianos marcharon en más de 200 ciudades del mundo en contra del secuestro, de la violencia y de la extorsión que asolaba el país por cuenta de las FARC. A raíz de ese movimiento social, ese grupo terrorista perdió su escaso respaldo popular; se volvió una cruzada nacional exigir su desmovilización. Esa marcha legitimó varias operaciones militares que recuperaron el control y la tranquilidad en lugares donde antes reinaba el caos y la anarquía.
A pesar de los esfuerzos de Petro para impedir la movilización social, incluido declarar un absurdo y ridículo día cívico, con la esperanza de que la gente se vaya de paseo y no marche, este domingo, con determinación, con civismo, con amor de patria y con la esperanza de poder recuperar el país, saldré con mi familia a marchar e invito a los que leen estas letras a hacerlo. ¡Es ahora o nunca!