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José Miguel Santamaría Uribe

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Los enchufados colombianos

Hoy, el tema es absolutamente diferente. Primero que todo, se acabó el bipartidismo.

José Miguel Santamaría
28 de junio de 2024

Todavía me acuerdo de la política colombiana cuando preguntaban a qué partido político se pertenecía en la época del bipartidismo, si al Partido Conservador o al Partido Liberal, a lo cual –sin el menor rubor– decía que era del partido gobiernista, que siempre estaba con el gobierno de turno. Lo que pasaba en esa época era que existían pocas diferencias ideológicas y de forma de gobernar entre los dos partidos, más durante el Frente Nacional, cuando el compromiso era tener cuotas iguales en el Gobierno.

Hoy el tema es absolutamente diferente. Primero que todo, se acabó el bipartidismo. Segundo, existen más de treinta partidos políticos, muchos de ellos de garaje, sin ideología, los cuales reciben a cuanto político tenga votos o burocracia. Tercero, los últimos presidentes de Colombia han sido elegidos más por movimientos ciudadanos o coaliciones en las que se puede ver a personas diametralmente opuestas en ideología y, sobre todo, en ética.

En las últimas elecciones, en las que fue elegido Petro, el país le entregó en bandeja la Presidencia, lo dejó hacer campaña desde antes, no le puso candidatos opositores de peso y muchos políticos tradicionales terminaron apoyándolo, a sabiendas de los riesgos en que incurriría Colombia con este experimento. Hoy, muchos de ellos despotrican de él cuando ya hicieron el daño en campaña.

Desafortunadamente, lo peor está por llegar, aunque nos han dicho que Colombia no es Venezuela, como dijeron en Venezuela que Venezuela no era Cuba, estamos recorriendo exactamente el mismo camino con menos tiempo. Lo que al final logró Chávez para mantenerse en el poder y crear ese régimen fue cuando compró empresarios y políticos con negocios y contratos. A estos se les llamó “enchufados”, palabra que viene de enchufe, que quiere decir acoplamiento o conexión.

La definición de enchufado más acorde es la de un modismo venezolano que se refiere a una persona o a una relación corrupta, que sin necesidad de pertenecer a la burocracia estatal obtiene de forma ilegal permisos, dineros, préstamos o contratos que sólo quienes poseen autoridad gubernamental pueden otorgar.

En Colombia podría estar sucediendo exactamente lo mismo que pasó en Venezuela. Ya lo vimos en el Congreso que, salvo algunas excepciones de legisladores probos, la gran mayoría viene aprobándole y ayudando a Petro a pasar las absurdas reformas de pensiones, tributaria y la de salud, que, aunque al final no pasó, fue tan duro el trámite que terminó acabando el sistema.

Así mismo vemos ya, además de los congresistas vendidos, a muchos empresarios que han decidido acoplarse al Gobierno Petro, buscando proteger su negocio y el bolsillo a costa del futuro del país y de su familia. A mí no me cabe en la cabeza que alguien haya ayudado a tramitar la reforma pensional sabiendo que sus hijos no van a tener opción de pensionarse y que le dejará un hueco fiscal a Colombia de proporciones increíbles, así durante una primera etapa pueda haber unos pocos beneficios para algunos.

Otro capítulo merecen los gremios que, aunque algunos han querido dar la pelea frente a las barbaridades, al final dependen de sus afiliados, que en muchas oportunidades han hecho renunciar a sus presidentes ejecutivos o los han obligado a negociar. Ya es hora de que en Colombia haya un gran paro nacional con el cual demostremos al gobierno la fuerza de la sociedad civil y le digamos que no queremos comunismo ni queremos corrupción.

Desafortunadamente, hasta ahora va ganando Petro. Son más los que han pactado y los indiferentes que los que han puesto el pecho por Colombia.

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