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José Miguel Santamaría Uribe

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Maduro y Petro siguen ganando

A pesar de la intervención de distintas naciones, los dos mandatarios hacen caso omiso a sugerencias externas.

José Miguel Santamaría
27 de septiembre de 2024

Aunque, institucionalmente, hasta enero de 2025 es que Nicolás Maduro Moros debe entregar el poder a Edmundo González Urrutia, las probabilidades de que esto suceda son cada día menores. Al parecer, hay Maduro para rato.

Hacía mucho tiempo que por Latinoamérica no había un triunfo electoral tan contundente como el que le propinó la oposición al chavismo en las elecciones del 28 de julio de este año. Ganar por una diferencia de 30 puntos al partido de gobierno es una hazaña. Desafortunadamente, el gobierno —aliado con la organización electoral, la justicia y el ejército— entregó una información falsa y se proclamó ganador. Hasta ahora, no han entregado a la comunidad internacional una sola prueba de su supuesto triunfo.

A pesar de que la OEA, la Unión Europea, Estados Unidos y la mayoría de los países demócratas del mundo no han reconocido el triunfo de Maduro, y han venido apoyando a González Urrutia, no ha pasado nada, y no parece que algo diferente vaya a ocurrir. La comunidad internacional no tiene dientes. No tiene cómo sacar a Maduro del poder mientras en Venezuela estén aliados el poder judicial y el ejército con el chavismo.

Maduro, desde su llegada al poder, se ha acostumbrado a hacer lo que le venga en gana. Nunca pudo demostrar que no había nacido en Colombia, por lo cual no habría podido ser presidente. Este señor se pasa todo por la faja y nunca ha pasado nada.

Hoy los venezolanos están supeditados a que un grupo de mercenarios comandados por un señor Erik Prince vaya a Venezuela y saque a la fuerza a Maduro y sus secuaces a cambio de una recompensa. Ojalá esto suceda. Pero qué tristeza que esta sea la manera que tenga el mundo democrático para hacer justicia después de un triunfo tan contundente.

Solamente dictaduras de poca monta, como Cuba o Nicaragua, han reconocido el triunfo de Maduro, y países como Brasil, México y Colombia, aunque no lo han reconocido, sí le están haciendo el juego. Muy triste que Colombia —con esa historia democrática tan larga— esté patrocinando con su silencio este robo. El problema es que para Petro es negocio estar del lado de Maduro.

Es difícil encontrar dos personas más afines y con historias tan parecidas que Maduro y Petro. Los dos vienen de las juventudes comunistas, nunca han respetado la ley (ellos piensan estar por encima de ella), dicen no ser del establecimiento, pero siempre han vivido del Estado y, lo que para los colombianos es peor, Petro tratará, como Maduro lo está haciendo, de perpetrarse en el poder. Petro ya tiene la Fiscalía de su lado y —al parecer— se queda con la Procuraduría. Le faltan las Fuerzas Armadas.

Cada discurso de Petro es más alucinante que el anterior. En todos busca excusas por no haber hecho nada de lo que prometió en campaña. Siempre está culpando al capitalismo, a la prensa y a los empresarios de querer tumbarlo o asesinarlo y, lo que es más peligroso, siempre habla que el pueblo debe salir a las calles a defenderlo, que las reformas y cambios que quiere hacer, si no lo dejan, los hace a la fuerza. Todo su discurso apunta que tratará a toda costa que no haya elecciones y que, si las hay, pueda manipularlas. Colombia está en un riesgo inminente de convertirse en otra Venezuela.

Existen todavía muchos incrédulos de lo que vengo diciendo hace rato. Ojalá dentro de dos años no esté diciéndoles que se les dijo y se les advirtió muchas veces.

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