Opinión
Micromovilidad: una potencial solución para las ciudades
Las ciudades enfrentan hoy día un rápido crecimiento poblacional y, en paralelo, una latente necesidad de trasladarse mediante diversas opciones de transporte. El tema es que los embotellamientos y la mala calidad del aire son algunos de los factores que podrían estar demandando de otras alternativas.
A medida que aumenta la población y se ha modelado el desarrollo y la dinámica de las grandes urbes, una de las dificultades que se mantienen en muchas ciudades del mundo ronda en torno a la movilidad. Si bien durante mucho tiempo se ha priorizado el uso de automóviles, ahora la micromovilidad se ha vuelto una tendencia, especialmente en las generaciones más jóvenes, y puede plantearse como una potencial solución a enormes desafíos como la congestión vial y el impacto medioambiental.
Todos, sin importar género, estrato, ocupación o similares, tenemos que movilizarnos. Sea por necesidad o por ocio, necesitamos desplazarnos de alguna manera. El tema es que con el paso del tiempo y los avances tecnológicos, tenemos una serie de opciones que rondan entre el transporte público y privado, y que varían entre el acceso a cada uno de ellos por aspectos como los costos, comodidad, seguridad, la conexión logística entre las redes de transporte, las opciones que ofrecen ahorro en tiempo, entre otros.
Por supuesto, lo ideal es contar con una red pública que sea lo suficientemente robusta, accesible e inclusiva, integrada con las necesidades de desplazamiento de la gente. Con sistemas de transporte que ofrezcan un mínimo de comodidad y un máximo de seguridad.
Asimismo, tener la factibilidad de tener un transporte privado que mantenga su eficiencia y no se tranque por los innumerables embotellamientos o por el mal estado de las vías. Cuya disponibilidad no se vea afectada por altos niveles de inseguridad o sistemas de semaforización que dejan de funcionar a mitad de la noche. En sí, lo ideal sería tener una suma inteligente que contribuya a la movilidad urbana.
Sin embargo, todo ello es bastante idílico. Son pocas las ciudades que mantienen unos sistemas integrados de transporte efectivos y, de por sí, no puede pensarse en alguna ciudad de América Latina. Tan solo focalizando las ideas en ciudades como Bogotá, Medellín o Cali, no hay nada más alejado de la realidad.
Lo que generalmente pasa por la cabeza es un aumento creciente en el costo de transporte, aumentos en el precio de la gasolina, incontables vías en un estado deplorable, robo de las tapas de las alcantarillas que comprometen los vehículos, inseguridad en todos los medios de transporte (sin importar si es público o privado), congestión vial, retrasos por el alto tráfico a falta de una semaforización inteligente, un pico y placa que no se sabe si tiene más ventajas que beneficios... Solo por mencionar algunos.
Para nadie es un secreto que bienestar o calidad de vida también se relaciona con una especie de “calidad” sobre la movilidad. En muchas ocasiones las personas admiten que calidad de vida también es vivir cerca al trabajo, por ejemplo, o vivir cerca de centros educativos para manejar mejor la movilidad de los niños y niñas. Algo que, en la realidad, es difícil de lograr.
Pero si tuviera la oportunidad o la opción de poder transportarse en su mayoría en bicicleta, ciclomotor, patines o hasta en monopatín, ¿lo haría? Precisamente esto es la micromovilidad, el uso de servicios de transporte ligeros que buscan reducir la dependencia con los sistemas de transporte motorizados y tradicionales. En realidad, vehículos que están diseñados para trayectos de pocos kilómetros y que viajan a baja velocidad.
En una encuesta realizada por McKinsey en julio de 2021, publicada como Encuesta de Consumidores de Propiedad de Movilidad, mostró un considerable entusiasmo en sus encuestados sobre el empleo de este tipo de vehículos. Casi el 70 % afirmó que estaba dispuesto a usar vehículos de micromovilidad para sus viajes de rutina. No obstante, también se confirmó que esta aceptación estaba lejos de ser uniforme, y casi mundialmente acogida por factores específicos de ubicación o por motivos de seguridad.
Ahora bien, para plasmar las ventajas medioambientales, la Alcaldía de Bogotá revisó diferencias clave entre tres cifras que mostraban la discrepancia entre el espacio que ocuparían 250 personas movilizándose en bicicleta, carro o TransMilenio, y la cantidad de emisiones de CO₂ que emite cada medio de transporte por kilómetro. En el caso de TransMilenio, el espacio fue de 67 metros cuadrados con 0,03 kg de dióxido de carbono emitido, mientras que con el carro fueron 2.500 metros cuadrados y 100 kilogramos, respectivamente. No obstante, con la movilidad en bicicleta el espacio ocupado fue de 250 metros cuadrados y cero partículas de dióxido de carbono al aire.
Aunque el tamaño del mercado de la micromovilidad haya crecido bastante en pocos años, esta es una industria que aún está en sus inicios. Muchas empresas han incorporado esta novedad para el uso de sus trabajadores, pero el apoyo en materia gubernamental aún es un vacío, tanto que podría decirse que la micromovilidad no forma parte de los programas de transporte actuales en la región.