Opinión
Momento de vida
Los momentos de vida te muestran ese espacio temporal que te hace estar en un lugar que quizá este compartido con otros seres humanos o quizá no.
Solemos vivir segmentando a todos los ciudadanos, gente o habitantes del planeta, porque nuestra cabeza mueve sus decisiones muchas veces de acuerdo con cómo se mueve en el diario vivir laboral. Dado que en marketing o en nuestra estrategia de negocios pensamos en clientes, usuarios, consumidores, vemos la vida segmentada todo el tiempo.
Generalmente, la más fácil es la capacidad de consumo o el grupo de edad a los que pertenece nuestro interlocutor o incluso nosotros mismos. Veo cómo, ahora más que nunca, se vuelve casi obligatorio ser parte de un grupo generacional. He escuchado con frecuencia un tanto pegajosa “como yo soy millenial, entonces...”, lo que inmediatamente hace sentir a los demás fuera de una generación que los vuelve viejos, desactualizados o seguramente no parte de la generación ganadora, porque esta vive su cuarto de hora.
El tema es que el Forever Young no existe en realidad. El cuerpo cambia, la sabiduría llega y la paz de los años más maduros también caen de cabeza. Bendito momento donde se abraza la sabiduría y no se siente solo miembro de una generación que pase de moda.
También es cierto que dentro de un proceso de segmentación, entender que la edad no puede ser hoy el criterio para estereotipar o, digamos, “clusterizar” el mundo. Hoy, si tienes 28 años, puede ser que tengas hijos, puede que no, que estés trabajando o viviendo con tus padres, emprendiendo o siendo empleado, quizá casado o absolutamente soltero, y convencido de las bondades de la autonomía de la soledad bien administrada.
Tendencias
La semana pasada tuve el gusto de estar en un evento presencial que, a mi juicio, fue multitudinario. El Centro de Convenciones de Cartagena estaba más que lleno. Había gente, mucha gente que tal vez no iba a un evento de esta magnitud desde hace mucho. Confieso que a mí me costó un poco ver tanta gente junta en un espacio algo cerrado.
Más allá de la agenda, que estuvo impecable, me llamó la atención encontrarme con tanta gente tan diversa y con vidas distintas. Pero quise hacer consciente el análisis de qué me contaban, cómo saludaban, cómo se veían.
Me encontré que estos años (aunque sentimos que no) se nos pasaron encima, aunque estuvimos algo encerrados y viviendo con miedo permanente. Entendí que las vacunas nos devolvieron la vida y la posibilidad de mirar a los ojos, entendí que vivimos con miedo metiendo ganas (como hacemos con tantas cosas los colombianos) y que la edad no es lo importante, sino el momento de vida que tienes.
Encontré amigos que son abuelos (palabras mayores ya), pero que siguen siendo jóvenes desde su sonrisa, actitud y mirada. Incluso una amiga que es abuela está más bonita que antes, delgada, sonriente y en ayuno intermitente.
Y encontré que muchos colegas andan en un momento de estabilidad y graduada de hijos. Amigos que me decían: “Ya estoy empezando a vivir de nuevo”.
Increíble la agenda paralela que viví. En los salones había muchos cerebros preocupados por el ecosistema de la salud, la economía, el país. Hasta candidatos presidenciales virtuales tuvimos. Pero yo seguí también mi agenda paralela de vidas, almas y momentos.
Los años le pasan a cada uno como cada uno decide que le pasen. Pero hoy creo que no se puede segmentar a los demás por la edad o su nivel de ingresos. Hoy, somos de generaciones transversales porque yo, por ejemplo, me siento animalísticamente centennial.
Los momentos de vida te muestran ese espacio temporal que te hace estar en un lugar que quizá esté compartido con otros seres humanos o quizá no. Esto nos muestra que la diversidad es increíble, aunque al final a todos nos pasen los años. Tener hijos graduándose y creciendo es un momento claro. Estar empezando a trabajar es otro y eso no te lo da solo la edad.
A entender entonces la diferencia. La sabiduría de los años. La hermosa fuerza del ímpetu de los más jóvenes y la pasión que se saca cuando “estás empezando a vivir a los 50″. “No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo“ (El Principito).