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Mr. Market: la gran inteligencia colectiva

La liquidez, al igual que la dopamina en la mente humana, enfoca nuestra atención en el corto plazo, desviándonos de nuestro mayor potencial como seres humanos: la capacidad de crear.

Guillermo Valencia
27 de agosto de 2024

En mi publicación anterior, exploré la naturaleza cuántica de la mente. Al igual que la mente, el mercado puede verse como una vasta red de interacciones, donde billones de mentes compran y venden, funcionando como sinapsis en un cerebro global. Grandes entidades como BlackRock, Vanguard y los fondos soberanos actúan como centros neurales, respondiendo a los diferentes potenciales de flujos de liquidez y a la creatividad de nuestra mente colectiva.

El mercado, al igual que la mente, experimenta diferentes estados de resonancia, todos ellos influenciados por el ciclo económico. En lugar de un ECG para medir las ondas cerebrales, podemos observar el precio del cobre en comparación con el oro para comprender el pulso de este ciclo. Cuando hay optimismo y expectativas de crecimiento, el cobre sube y el oro baja; cuando hay pesimismo, el oro sube y el cobre baja. Este indicador es quizás el más conectado a la economía real, aunque no es la única fuerza que impulsa el mercado.

Cobre/Oro (XAUC/XAU) Vs “High Yield”/Tesoros (HYG/TLT)

Los traders de bonos, por ejemplo, están sintonizados con una realidad distinta. En su marco cognitivo, cuando anticipan crecimiento económico, los bonos de alto rendimiento se convierten en los activos preferidos; en cambio, cuando prevén una recesión, los bonos del tesoro toman la delantera. Esta divergencia en la percepción entre los traders de metales y los traders de bonos plantea una pregunta fundamental: ¿Quién tiene la razón?, ¿qué sustenta esta disparidad? y ¿qué podría hacer que continúe?

La liquidez, al igual que la dopamina en la mente humana, enfoca nuestra atención en el corto plazo, desviándonos de nuestro mayor potencial como seres humanos: la capacidad de crear. Así como la dopamina crea ciclos de refuerzo en nuestra mente, proporcionando placer efímero y alimentando el ego, en los mercados es la liquidez la que puede generar asignaciones erróneas de capital y burbujas. Para medir la “dopamina” del mercado, no basta con observar las políticas de la Fed; también debemos considerar el carry trade, que refleja cómo fluye la liquidez en el sistema financiero.

Actualmente, el Yen japonés, con sus tasas de interés cercanas a cero, ha creado el diferencial de oportunidad más significativo en el mercado, permitiendo que el dinero fluya de Japón hacia inversiones de alto rendimiento en deuda emergente. Esta, en mi opinión, es la razón detrás de la divergencia entre lo que descuentan los traders de bonos y los traders de metales. Mientras persista el carry trade, siempre habrá apetito por los bonos de alto rendimiento. Pero cuando el carry trade se debilite, serán los traders de metales quienes revelen la verdad: tasas altas durante un tiempo prolongado, costos elevados de transporte e insumos que están deteriorando los balances de muchas compañías zombis.

AUDJPY Vs HYG (ETF de “High Yield”)

Una gráfica que considero un excelente proxy para el carry trade es la del Dólar australiano contra el Yen japonés (AUD/JPY). Cuando hay expectativas de crecimiento, la liquidez fluye hacia monedas como el Dólar australiano, que representa el apetito por materias primas. A medida que se debilitan estas expectativas, el Yen se fortalece y el carry trade se deteriora. La desarticulación del carry trade ha sido históricamente un detonante de procesos significativos de default de deuda.

Al igual que nuestras creencias y versiones del ego se desmoronan al enfrentarse a la realidad, el mercado refleja el estado de nuestra civilización. Sin embargo, existe una frecuencia superior más allá de la liquidez y la deuda: la creatividad y la productividad.

Cuando una parte de nuestra sociedad resuena con la creatividad, se generan bull markets. Los años 20 vieron el auge del jazz con Louis Armstrong y el Charleston; los 50, el rock and roll con Elvis; los 80, el pop con Michael Jackson y Madonna; y los 90, el grunge con Kurt Cobain y el pop con Britney Spears. Hoy, estamos en un nuevo bull market, marcado por el éxito rotundo de Taylor Swift. Cada uno de esos períodos también estuvo acompañado de grandes disrupciones tecnológicas: los años 20 con el nacimiento de la industria automotriz, la electricidad y la industria química; los 50 con la televisión, los semiconductores, las aerolíneas y la energía nuclear; los 80 con la computación; los 90 con Internet; y desde el 2020, con el nacimiento de la inteligencia artificial y la transformación del sistema de producción.

Puede parecer sorprendente relacionar a las estrellas de la música con el mercado financiero, pero nuestra civilización sigue patrones sencillos. El primer algoritmo para el crecimiento económico es la guerra y la supervivencia, donde la escasez crea un juego de suma cero lleno de violencia y culpa. El segundo es el comercio y la confianza, similar a la conexión íntima, donde la fe mutua crea nuevas oportunidades. Finalmente, la frecuencia más alta es la creación de algo nuevo, un nuevo modelo de producción.

La tecnología, el arte y la música son expresiones de este espíritu creativo. Mr. Market, en esencia, es una inteligencia colectiva que refleja estos patrones fundamentales.