OPINIÓN
Nada con tu propia aleta
Normalizamos los sesgos, los pensamientos intuitivos y automáticos, las creencias propias.
Hay muchos atajos. Muchas formas de hacer más corto el camino que no tenemos consciente, pero que claramente marca nuestros pensamientos y, por tanto, nuestro comportamiento. El tema es que a veces nos gusta tenerlos y otras ni siquiera somos conscientes de que los tenemos. Normalizamos los sesgos, los pensamientos intuitivos y automáticos, las creencias propias.
En mi libro DiversIQ hablo de sesgos y atajos cognitivos. Hoy quiero hablar un poco del sesgo de confirmación porque lo he visto mucho últimamente. Es difícil cambiar una creencia. Una de las razones principales de esta dificultad radica en que permanentemente estamos buscando información que “confirme” lo que creemos. Le damos más valor a la información que valida nuestras creencias, al tiempo que desechamos y despreciamos aquella que no esté acorde con ellas.
A esta tendencia se le llama en psicología “sesgo de confirmación”, término introducido por Kanheman y Shane en 2002, en su artículo ‘Revisitando la representatividad: sustitución de atributos en el juicio intuitivo’.
Evidentemente, la aparición del Internet en la vida de todos ha revolucionado nuestra capacidad de acceder a información que confirma lo que creemos. Una simple búsqueda en Google de la expresión “no quiero vacunar a mi hijo” genera más de 367.000 resultados, dentro de los que se mezclan los que explican la urgencia de la vacunación, hasta más de 200 que conté y ofrecen justificaciones de todo tipo sobre los “peligros físicos y mentales” que trae la vacunación.
Tendencias
Aunque suene ilógico, en el siglo XXI hay un sector entero de la sociedad que quiere evitar que sus hijos sean vacunados porque tiene la convicción -con “evidencia” en mano- de que las vacunas traen efectos mortales para los pequeños.
Me refiero a este ejemplo porque, en algún momento que trabajé en el tema de vacunas, me di a la tarea de entender los comportamientos de la comunidad antivacunas. Lo veía como una clara muestra del sesgo de confirmación. Imaginaba a esa madre de familia que había escuchado que las vacunas eran malas, que buscaba en internet, que encontraba información que le daba la razón, lo que reforzaba su creencia y la llevaba a dejar de vacunar a su hijo.
En distintos procesos gerenciales, organizacionales, de selección, entre otros, este sesgo se presenta de forma silenciosa, pero implacable. He asesorado procesos de selección donde he escuchado frases como “necesitamos un ingeniero porque son mas estructurados”. Y sí, hay ejecutivos que creen que las mujeres, las personas pertenecientes a comunidades étnicas, los homosexuales, las rubias, los bajitos, los fornidos, algunas profesiones en particular son menos capaces que los demás para desempeñar una actividad, realizar una tarea o ejercer una función. Y esos mismos ejecutivos buscan autoconfirmarse: en el club, en internet, en los estudios que buscan para darse la razón.
No estoy segura de que se pueda evitar del todo el sesgo de confirmación. Pero si estoy segura, porque lo he hecho, que se puede buscar, analizar y preguntar. Es más que necesario llevarnos la contraria, permitir que las opiniones diversas sean la fuente de las decisiones. Creo que los sesgos pueden gestionarse y esto es parte vital de lo que debemos dejar claro si queremos ser líderes que influencien e inspiren para lograr metas colectivas.
En muchas negociaciones que he tenido la oportunidad de liderar, suelo nombrar un “contrariador o contrariadora”, una persona que todo el tiempo, de forma terca y deliberada, contradiga las soluciones, dé los peros y señale los contras. Es un trabajo emocionante y a veces ingrato, pero es una ayuda enorme para poder entender que la mejor respuesta está en la contribución diversa que recoja las más variadas experiencias.
Yo misma soy contrafiadora natural, así que me gusta asumir este rol para aprender más. Pero debo reconocer que la vida organizacional invita menos gente a que lleve la contraria y más a que se adapte al esquema, que funcione como “pez en la pecera”.
Abracemos más los peces que saltan fuera y nos dicen en que nos equivocamos, y entendamos que cada quien nada con su propia aleta. No más sesgo de confirmación, escuchemos más y hablemos menos. Hay que rodearse de gente diferente no que te reconfirme siempre. ¿Te atreves?