OPINIÓN
¿Por qué Cali?
Mi hipótesis es que, en comparación con otras grandes ciudades, Cali les ofrece muy pocas oportunidades a los jóvenes.
Cali ha sido el epicentro de las protestas y el escenario de numerosos actos de violencia de diversos orígenes durante el “Paro Nacional”. Es muy factible que detrás de esos eventos haya intereses encubiertos de grupos ilegales. También es muy probable que hayan sido alimentados por sentimientos racistas. Y, por supuesto, es posible encontrarle errores de juicio a la administración local y criticar su falta de coordinación con el Gobierno nacional.
Desde mi perspectiva de investigador en asuntos laborales y sociales, quiero proponer otra explicación que no contradice las anteriores, pero que ayuda a entender por qué ha sido tan nutrida y persistente la participación de jóvenes en las protestas de Cali y de algunas otras ciudades parecidas.
Mi hipótesis es que, en comparación con otras grandes ciudades, Cali les ofrece muy pocas oportunidades a los jóvenes. Las posibilidades laborales de los jóvenes son mucho mejores en Bogotá, Medellín, Tunja, Manizales y Bucaramanga. Estas son las ciudades en las mejores posiciones en el ranking de oportunidades laborales para los jóvenes que presenté en 2019 en un artículo de Dinero, que se reproduce aquí.
En estas ciudades era donde había el mayor número de empleos formales para jóvenes entre 20 y 29 años en relación con la población de estas edades. Eso no ocurría en Cali, una ciudad que por su tamaño y sofisticación debería tener muchos más jóvenes en empleos formales. Entre las ciudades que quedaban mal en ese ranking estaban Popayán y Pasto, donde también hubo protestas muy nutridas.
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Cali quedaba aún más abajo según otro criterio: la capacidad para retener y atraer talento joven, es decir, que los jóvenes tengan mejores posibilidades de empleo que los mayores. Por falta de renovación en el trabajo formal y escasas posibilidades de empleo decente para los jóvenes, Cali es una ciudad que se puede estar anquilosando, lo mismo que Pasto y Popayán. El envejecimiento del empleo formal no es común en ciudades grandes, pero sí en muchas medianas y pequeñas, como Montería, Sincelejo o Valledupar. En estas ciudades solo el Gobierno y unas pocas empresas medianas y grandes ofrecen empleos estables, y rara vez surgen nuevas oportunidades laborales en nuevas empresas.
Las protestas se han desarrollado en formas muy distintas en unas ciudades y otras, dejando en claro que los problemas sociales en general, y los laborales en particular, exigen una respuesta diferenciada. No se trata de crear empleos de emergencia en obras públicas, como a veces se propone, sino empleos formales con oportunidades de desarrollo futuro. Es lo que están pidiendo los jóvenes de Cali y de otras ciudades. Es poco lo que puede hacer el Gobierno nacional para conseguirlo.
Lo crucial es adaptar los sistemas de formación y capacitación de los jóvenes a las necesidades de las empresas más innovadoras y dinámicas de la ciudad, identificar los obstáculos que están frenando la aparición de nuevos sectores y coordinar esfuerzos entre empresas y entidades públicas para removerlos. Estas no son tareas de corto plazo. Son tareas que requieren construir una visión de ciudad, que sea compartida por los jóvenes y que tenga el apoyo de la comunidad.
Solo así podrá desactivarse el polvorín de las protestas.