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Claudia Varela, columnista

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Qué te faltó

Las cosas duran lo que debe durar y, por más que quieras controlar, las decisiones ajenas no están en ti.

24 de julio de 2022

Camilo es un buen jefe. Tiene un equipo joven, pero muy talentoso y, aunque a veces le cuesta entenderlo, hace un gran esfuerzo por ser un líder que inspire y los escuche.

El ritmo es duro. Se trabaja mucho y más desde hace dos años, ya que por la pandemia tuvieron que reducir la nómina de ejecutivos. Ahora hay muchos clientes que no están invirtiendo porque están esperando “a ver qué pasa”.

Camilo tiene dos ejecutivos que ama con pasión (laboral y respetuosa). Uno es un joven y empezó su carrera en la empresa; de hecho, fue su practicante y desde ese momento se volvió su pupilo. Yo diría que es un poco su copia, habla como él, me atrevo a lanzar que piensa como él y hasta se visten a veces parecido. Por razones obvias, Camilo siente que es el mejor de sus ejecutivos.

De otro lado está Manuela. Ella lleva cuatro años en la compañía, es muy buena en lo que hace y conoce al dedillo a todos sus clientes. Aunque es diferente a Camilo en su estilo de pensamiento, le gusta su gran ambición y la manera directa de su comunicación. Es muy enfocada en resultados y realmente se ha vuelto su mano derecha.

Camilo confía mucho en ella y a veces de hecho le pregunta cosas que ni siquiera son de su resorte. Viéndolo en perspectiva, creo que se complementan bien y que ella tiene esos baches de personalidad que al bueno, pero tímido, de Camilo no se le dan.

Manuela no tiene ningún tema con el horario, trabaja muchísimo, da la famosa milla extra de manera permanente, es proactiva y en general incluso un buen reemplazo. Aunque, a sus 47 años, Camilo no tiene ni medio plan de irse todavía.

Manuela entró a la oficina y le dijo a su jefe sin ningún problema que le agradecía infinitamente su apoyo, que había aprendido como nunca trabajando con él, pero que había llegado una superoferta de la competencia, donde iba a tener una posición regional. Camilo no se lo esperaba.

En lo más profundo de su corazón sentía que su relación con Manuela era eterna, que ella soñaba con remplazarlo y que el día que él decidiera por fin irse a pescar y vivir de sus rentas, ella estaría lista, ahí sentadita para él, agradecida y feliz.

No supo qué decirle y lo único que le salió de la manera más explosiva fue ‘¿me dejas?, ¿cómo me puedes hacer esto?’. Manuela se sorprendió, no esperaba esta reacción y no se sintió muy cómoda, pero sabía que debía mantenerse firme. ‘Pues no te dejo Camilo, no te puedo dejar porque nunca he sido de tu propiedad, solo me muevo a otro reto profesional que esta empresa no puede ofrecerme’.

Camilo se acordó del famoso manual de cómo dar feedback, de cómo entender a los demás, del pódcast de cómo convencer a un millenial, la ted talk de “déjalo que fluya” y todo se le atoró en la garganta. No sabía qué decir y era consciente de que su primera reacción estuvo lejos de un líder inspirador. Se sentó en silencio y le pregunto lo que creo le preguntaría a su esposa si se fuera de la casa. ¿Qué hice mal, Manuela? ¿Qué te faltó? Aquí lo tenías todo’.

Manuela seguía no solo incómoda sino ahora frustrada. Ya no quería continuar esta conversación. Pero el ego de Camilo lo llevó a hacer una pregunta más. ‘¿Qué hago para que te quedes?’. En ese momento, Manuela soñó con ese carro que le dan a los asociados senior. Los ojos se le fueron a montarse en el carro y correr a mostrarlo a su novio, que amaba esa marca. Pero dos segundos más tarde se dio cuenta de que se iba a quedar por un carro. Se sintió mal, no era su estilo.

Respondió sin lío: ‘Nada Camilo, no debes hacer nada. Por favor haz lo que siempre esperé de un líder como tú, no pienses en ti, piensa en mí y permite que me vaya por la puerta grande. Y recuerda, no te dejo, solo me voy’.

Moraleja. Las cosas duran lo que deben durar y, por más que las quieras controlar, las decisiones ajenas no están en ti.

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