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José Miguel Santamaría Uribe

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Reforma laboral o pliego sindical

Ya está claro que la reforma laboral que se tramita en el Congreso está hecha a la medida de estas agrupaciones.

José Miguel Santamaría
4 de octubre de 2024

Para nadie es un secreto que parte del triunfo de las elecciones de 2022 por parte de Gustavo Petro se debió al apoyo irrestricto de los sindicatos a su campaña. De hecho, todavía no se sabe a dónde fueron a parar los quinientos millones que entregó Fecode para esta campaña, o los seiscientos millones que llegaron a las arcas de la misma desde la USO.

Pero lo que es una realidad es los compromisos que tiene Petro con los sindicatos. Es por eso que desde el principio de su mandato nombró a una encarnizada comunista y amiga del chavismo como ministra del Trabajo. Ya está claro que la reforma laboral que se tramita en el Congreso está hecha a la medida de estas agrupaciones.

A través de los tiempos, las reformas laborales han tenido un sentido común, la generación de empleo sin quitar beneficios adquiridos a los trabajadores, en un país que le ha costado como a ningún otro romper los dos dígitos en desempleo y, más aún, disminuir la informalidad que siempre ha estado por encima del 50 %.

Según el equipo técnico del Banco de la República, esta reforma laboral debe acabar con alrededor de quinientos mil empleos formales, que no es poca monta para la situación del país. Qué horror que congresistas estén apoyando este exabrupto a cambio de unos pocos contratos o puestos. El daño que se les hace a la economía y al país entero con estas normas es incalculable.

Pero lo anterior no lo es todo. Hay más temas bastante complejos en esta reforma, como el de cambiar la hora desde la que se deben contabilizar las horas nocturnas, o el manejo de costos de los dominicales, etc. Todo esto traerá muchos costos adicionales a sectores como el de alimentos y bebidas o entretenimiento. Es inentendible que cuando las ciudades del mundo luchan por estar abiertas veinticuatro horas, en Colombia queramos cerrarlas a las seis de la tarde.

Siempre me he preguntado por qué Bogotá no opera como Nueva York en el tema de distribución de mercancías a grandes superficies o restaurantes, en el entendido que estas labores se realizan en horas de la noche para no impactar el tráfico de la ciudad durante el día. Con estos sobrecostos, menos opciones tendremos para implantarlo.

No quiero acabar esta columna sin comentar la gravedad que se está haciendo desde el Gobierno con el apoyo a lo que se llama la economía popular, conocida como la informalidad, un problema que tenemos todos los países latinoamericanos, pero especialmente Colombia, que tiene el nivel más alto.

La informalidad no genera impuestos, no crea puestos de trabajo formales, no ayuda a buscar mejores condiciones como la pensión o el ahorro en cesantías. Es simplemente el rebusque diario. Nada más ver cómo se ataca la minería legal para dejar los territorios al acecho de grupos ilegales y minería ilegal que es diez veces más contaminante y dañina para lo que ellos dicen que cuidan con esmero, la vida.

Al final lo que vemos es que estamos manejados por personas que conciben el mundo y el futuro totalmente diferente a como es el deber ser. Al paso que vamos, al final del mandato nos va tocar reconstruir la patria desde los escombros.