Camilo Cuervo (Foto para columna)

OPINIÓN

Reforma tributaria, ¿una microrreforma laboral?

En los últimos días hemos logrado un milagroso consenso nacional: nadie está de acuerdo con lo que se nos viene en materia de reforma tributaria y no existe un gremio o grupo de interés que no se haya pronunciado en contra del proyecto de ley que ha presentado el Gobierno Duque a consideración del Congreso.

23 de abril de 2021

Empecemos por indicar que es imposible que lo que se presentó se apruebe tal y como quedó redactado. Para ser totalmente sinceros, parece más una carta al Niño Dios escrita por el ministro de Hacienda cuando estaba jugando monopolio con sus amigos, que un verdadero proyecto de ley. Es un cúmulo de deseos y sueños fiscales que puede que tengan mucho sentido, pero que están pensados más para el mundo de Richie Ricón, que en lo que realmente pueden pagar los colombianos en las actuales circunstancias.

Es muy probable que luego de grandes debates, concesión de múltiples dádivas a los congresistas y el cobro de cientos de favores, se logre aprobar un “Frankenstein” normativo que se convertirá en una pieza más de la inmensa colcha de retazos en que se ha convertido nuestro sistema tributario; pero de fondo nada cambiará y lo que cambié probablemente lo tumbe la Corte Constitucional o se reverse para la siguiente reforma tributaria. Como lo recuerdan varias canciones populares colombianas… ¡el que remienda … no estrena!

Creo que Colombia no tiene la madurez económica, social y política para reconocer la verdad: tenemos un sistema tributario anacrónico, excesivamente regulado, plagado de “esguinces” y que no le sirve a nadie; ni al que cobra, ni al que paga. Solo cuando sinceremos la realidad de nuestras finanzas y se le quite el oportunismo político al asunto, podremos construir un nuevo sistema tributario realmente eficiente y digno de una nación desarrollada.

Lo que ha pasado casi inadvertido y pocos han analizado es que el proyecto de ley contempla algunas normas aisladas y aparentemente sencillas que los numerosos críticos de la propuesta de la reforma han llamado “pequeñas zanahorias”, pero que en el evento en que sean aprobadas, podrían representar un gran cambio en el mercado de trabajo.

Según la propuesta, los empleadores que contraten menores de 28 años, personas discapacitadas, mujeres mayores de 40 años o adultos mayores sin pensión, podrían evitarse el pago de aportes a la seguridad social y parafiscales, siempre que se mantenga su vinculación por los próximos 5 años. Además, existirá un “cupo” de recontratación de trabajadores despedidos por pandemia que se mantengan vinculados por cuando menos 3 años permitiendo que los empleadores accedan al mismo beneficio.

De otro lado, por primera vez en Colombia se establece una renta básica universal, sin condiciones, para personas de bajos ingresos que de aprobarse sería revolucionaria por cuanto estaríamos en frente de la medida de mayor alcance social de la historia reciente. Ni el más optimista de los políticos de izquierda, hubiera soñado en poder establecer ese apoyo económico para las familias más necesitadas de nuestro país.

Finalmente, la reforma extiende el Programa de Apoyo al Empleo Formal – PAEF hasta junio de 2021, figura que subsidia el pago de la nómina de aquellas empresas afectadas por la pandemia y que ha demostrado su eficacia al momento de preservar plazas de trabajo. Muchos empresarios han podido subsistir y mantener a sus trabajadores gracias a ese apoyo estatal que era impensable cuando empezó la pandemia, pero que hoy se asume como un deber del Gobierno que no puede dejarse de atender.

Si bien es cierto que se trata tres escuetas figuras en un mar de 163 artículos, es claro que de aprobarse podría lograrse un importante avance en el anhelado esfuerzo de reducir los costos asociados a la nómina, lo cual representa uno de los mayores obstáculos para formalización del empleo en Colombia.

Todos los puntos laborales de la reforma son de aquellos en que todos estarán de acuerdo, porque nadie se opondrá a implementar figuras que reduzcan el desempleo y en especial si se enfoca a grupos altamente vulnerables como se ha propuesto. La incertidumbre radica en que es muy probable que estas prerrogativas se aprueben, pero los recursos para pagarlas se queden enredados en el camino, generando un hueco fiscal aún más grande del que ya tenemos.

Sumado a ese sombrío panorama, debemos criticar fuertemente que se utilice un tema tan trascendente como el fomento al empleo para darle sentido “social” a la reforma tributaria. Reducir los costos laborales no puede ser un “comodín” legislativo, sino debe corresponder a una política pública coherente, permanente y altamente estructurada.

Lo que se presentó como gran aporte social de la reforma, es en realidad una micro reforma laboral que seguirá aplazando la discusión de fondo: ¿Para cuándo una reforma laboral de verdad? Creo que en este Gobierno ya no fue…

Camilo Cuervo Díaz

@ccuervodiaz