GUILLERMO VALENCIA

Opinión

Sin suministros

En medio de constantes noticias sobre la escasez y/o el aumento en precio de centenares de insumos, bienes y servicios, la fuerte crisis en la cadena de suministro amenaza la creencia de que, en medio de la recuperación económica mundial, las empresas iban a poder absorber toda la demanda que tenían retrasada por cuenta de la pandemia.

5 de abril de 2022

En momentos en que parece que lo peor de la pandemia ha pasado y se percibe una recuperación fuerte en materia de consumo, ahora el azote de una crisis en el comercio mundial parece ser una amenaza que no da marcha atrás.

En medio del alza en los precios de la energía, del transporte, de los insumos y hasta en la escasez de la mano de obra en algunos sectores, no se tiene mayor certeza de lo que sucederá en los próximos meses, sólo se espera un disparo de la inflación a nivel mundial.

A inicios del último trimestre del año 2020, la Harvard Business Review (HBR) evaluaba cómo serían, o deberían ser, las cadenas de suministro globales en un mundo pospandémico, basándose en el impacto de la oferta que empezó en China y el impacto sobre la demanda con el cierre de la economía mundial. Fueron muchas las deficiencias y vulnerabilidades que salieron a la luz en un periodo muy corto de tiempo; era claro que no iba a ser algo fácil de asimilar ni para las empresas ni para las personas.

Algo que se iba a mantener era la preferencia en la demanda por los precios bajos, especialmente después de un acontecimiento pandémico tan grande que comprometería gravemente su capacidad de gasto. En medio de una recesión esto era algo de esperarse, con un sector empresarial limitado a cobrar más; una presión que obligó a muchas de ellas a operar eficientemente, y optimizar el uso de sus recursos de una forma casi impecable.

En general, el desafío se planteó muy simple: las empresas tendrían que hacer que sus cadenas de suministro fueran más resistentes sin afectar su competitividad. Por supuesto, la ejecución era absurdamente compleja.

Allí surgieron una serie de recomendaciones que implicaba una identificación del riesgo categorizando a los proveedores más y menos riesgosos, una diversificación de este riesgo a partir de una diversificación en su base de suministro, reducir la dependencia con China en productos clave como muebles, materias primas o artículos para el hogar, velar por mantener un inventario intermedio o stock de seguridad (yendo un poco en contra de la técnica de just in time, por ejemplo) y sacarle provecho a las innovaciones que podían ser aplicables a varios procesos a través de la automatización o la fabricación bajo flujo continuo.

Muy buenas recomendaciones de parte de la HBR, aunque la mayoría de ellas se concentraban a largo plazo. Ahora, en pleno 2022, las empresas siguen esforzándose por configurar sus cadenas de suministro con lo que hay, en algunos casos con pocos inventarios, en otros casos obligados a subir el precio de sus productos afectando su demanda, y en general con una gran limitación basados en el riesgo. Aunque su apetito por este no sea tan grande, el contexto actual les obliga a aumentarlo cada vez más.

El resultado que más ha impactado, de una forma empírica, ha sido la escasez de productos y con ello un aumento de no creer en muchos de ellos, incluidos algunos de alto consumo en la canasta familiar como la papa, la carne, el pollo y el aceite. Vale recordar que, según las estimaciones del DANE, el aumento anual de los precios a febrero de 2022 fue de 8,01%.

Así, no ha lugar a duda de que la cadena de valor se ha visto seriamente afectada, desde el abastecimiento de materias primas hasta la distribución hasta el cliente final. La consultora KPMG se tomó el trabajo de resumir, en seis tendencias clave, algunos de los obstáculos que se están presentando en las cadenas de suministro.

El primero y más importante ha sido la interrupción logística que afecta el flujo de bienes de consumo a niveles nacionales e internacionales. A nivel mundial esto ha desatado un efecto dominó afectando la acumulación en el almacenamiento y una ralentización en los centros de distribución.

Otras dos tendencias ha sido, por un lado los retrasos en producción que conllevan, de una u otra forma, a la dependencia excesiva sobre un número limitado de terceros. Esto desata una limitada capacidad logística y el aumento en el riesgo al depender de relaciones sólidas con un proveedor importante, un cliente importante y/o un socio importante.

Finalmente, las otras tendencias refieren a la duplicación en la inversión tecnológico que ha agudizado la competencia en casi todos los sectores, una transparencia en el gasto un tanto escasa que produce una baja sincronización con el precio de los productos finales y una escasez del mercado laboral, tanto en trabajadores de cuello blanco como de cuello azul que propone nuevos desafíos frente al reclutamiento y temas de retención.

Aunque se percibe muy genérico, se espera que las compañías que estén enfrentando grandes desafíos relacionados a la cadena de suministro consideren estrategias como tener operaciones lo suficientemente flexibles para ajustarse en tiempo real a los flujos comerciales, lograr una adaptación a las operaciones digitales, una gestión eficiente en materia de transporte y mermar los riesgos a partir no sólo de la asociación con, por ejemplo, varios proveedores, sino también con la implementación de un monitoreo continuo de riesgos.

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