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Claudia Varela, columnista

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El estoicismo nos invita a fluir mejor, a tener armonía, a entender que hacemos parte de una conexión universal. Creo que a veces sufrimos porque decidimos sufrir.

Claudia Varela
23 de junio de 2024

Son momentos difíciles, estamos en problemas. Eso me dijo Santiago cuando le pregunté cómo iba el negocio. Para ir más allá de lo obvio, le pregunté si había solución al momento que estaba pasando en su vida. Me confesó que no estaba en sus manos generar una respuesta, pero que al menos su actitud podría hacer el cambio. Lo sentí tranquilo en su respuesta, bastante maduro desde la última vez que lo vi en una sesión de coaching.

Me recordó que juntos trabajamos en un concepto muy especial que es el estoicismo, una antigua filosofía que ofrece herramientas para enfrentar las dificultades de la vida y mantener la calma en medio del caos.

Me di a la tarea de retomar el tema que había abandonado, como se abandonan tantos temas ante las exigencias de vivir al día. Encontré que los estoicos creían en aceptar lo que está fuera de nuestro control. Buscaban la indiferencia hacia las circunstancias externas y se centraban en controlar sus propias acciones y actitudes.

Pensé que eso es lo que más nos cuesta. Soltar el control y entender que solo somos parte de un universo y un destino superior. El estoicismo enfatiza también en la importancia de la razón. Según esta filosofía, las emociones destructivas surgen de errores en nuestra percepción del mundo. Al mantener la mente racional, podemos enfrentar los desafíos con resolución y fortaleza.

Vi eso en Santiago desde que empezamos a hablar. Fui feliz de ver que se había tomado el tema tan en serio porque hoy, con tanta incertidumbre, se vuelve complejo centrar las emociones solo en la falta de control y la frustración.

Le pregunté a Santi cómo había logrado aplicar el estoicismo a su vida cotidiana. Y me habló de los principios que había decidido apropiar en todos los actos de su vida. Me los resumió (de memoria) así:

Vivo de acuerdo con la virtud: La virtud, definida como la conformidad con la razón y la naturaleza, es fundamental en el estoicismo. Se resume en actuar de manera virtuosa en las acciones y decisiones.

Acepto el destino: Esto implica reconocer lo que no puedes controlar, como el destino y las circunstancias de la vida. Aprender a aceptar lo inevitable y a adaptarse con calma.

Controlo mis emociones: Practicar la autodisciplina emocional. No reaccionar impulsivamente ante situaciones estresantes. En lugar de ello, mantener la calma y evaluar racionalmente las reacciones y respuestas.

Me enfoco en lo que puedo controlar: Esto implica dirigir la atención y energía hacia lo que está en mis manos cambiar. Dejar de preocuparse por lo que no se puede influir.

Recuerdo siempre que voy a morir: La vida es finita, así que vivo el momento presente. Valoro lo que tengo, cuido mis relaciones y hablo despacio.

Reconozco mis errores: Aprendo de los fallos y utilizo cada experiencia como una oportunidad para crecer.

Después de escuchar a Santiago de una manera tan clara y de corazón, me quedé con la sensación de alegría y orgullo de que él estuviera viviendo así su proceso. Cuando lo conocí hace unos años era ansioso y se quejaba de todo. Normalmente, la culpa era de los demás y no lograba fluir a pesar de su gran inteligencia. El estoicismo lo enseñó y él se había dejado enseñar.

Puedo decir que se veía incluso más joven y proyectaba una energía muy positiva. Fue un muy buen café que me recordó la importancia de soltar el control y entender la finitud de la existencia. De apalancar la resiliencia con una vida simplemente más en paz.

El estoicismo nos invita a fluir mejor, a tener armonía, a entender que hacemos parte de una conexión universal. Creo que a veces sufrimos porque decidimos sufrir. ¿Te gusta sufrir?

“Elige no ser perjudicado, y no te sentirás perjudicado. No te sientas herido, y tú no lo has estado”, Marco Aurelio.

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