Opinión
Una leche que vale oro
La semana pasada se celebró la Semana Mundial de la Lactancia Materna, una época para crear más conciencia sobre este tema y plantear la importancia de tener medidas que protejan y promuevan la lactancia. Pero, desde una perspectiva económica, se dice que hace falta contarla dentro del PIB de las economías para darle mayor visibilidad dentro de la política pública; por ahora, solo un país del mundo lo ha logrado.
La lactancia materna es una de las formas más eficaces de garantizar la salud de niñas y niños en todo el mundo. Brinda los nutrientes necesarios que los bebés necesitan en sus primeros meses de vida y tiene los anticuerpos suficientes para proteger a los pequeños de muchas enfermedades infantiles. Prácticamente, la leche materna es considerada por muchos como invaluable, algo que no tiene precio… ¿o sí?
Pues bien, Noruega es un caso particular porque es el único país del mundo que incluye a la leche materna dentro de su Producto Interno Bruto, PIB. Si bien en todas las economías del mundo se hace un recuento aproximado de la producción de la industria alimentaria en general para convertir esto en un valor monetario que contribuya a la generación del PIB, la leche materna se cuenta como agregado a esta medición (que, si bien es altamente criticada por no medir realmente el bienestar, aún rige como una medida estándar mundial) en el país nórdico.
¿Pero por qué considerar algo tan íntimo como un producto de mercado? Pues muchos economistas, como Amartya Sen y Joseph Stiglitz, recomendaron hace mucho tiempo que el mundo entero debería seguir el ejemplo de Noruega, ya que, al no contar a la lactancia materna dentro del PIB, se tienen implicaciones negativas o deficitarias sobre las políticas públicas asociadas a la lactancia y la salud materno-infantil. Así que, si no se mide y no se calcula su rentabilidad, los hacedores de política no reparan plenamente en la importancia de tener leyes que protejan y estimulen la lactancia materna en un país.
Esta es una cuestión en la que se ha destacado notablemente la Dra. Julie Smith, una economista de la ANU (Universidad Nacional de Australia) que ha centrado sus investigaciones en la economía de la lactancia materna y la regulación de los mercados de la leche materna. Desde 2002, a través de sus primeras investigaciones en el tema, la Dra. Smith demostró que el hecho de que las madres no amamantaran era un costo para el sistema de salud por un monto estimado de US$ 100 millones anuales, principalmente debido a cuatro enfermedades infecciosas a las que son más vulnerables los niños que no reciben leche materna.
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Con el tiempo, fueron saliendo estudios como los de la OMS que demostraban que los niños que eran amamantados durante más tiempo tenían una ventaja en el coeficiente intelectual de 3 a 7 puntos porcentuales en comparación a los niños que no fueron amamantados o empezaron a arrojar cifras más alarmantes como que a nivel mundial se llegaban a perder alrededor de US$ 300.000 millones de productividad al año por cuenta de una lactancia insuficiente. Poco a poco, todos estos estudios daban más y más argumentos para apoyar la noción de que amamantar produce bebés más inteligentes que a futuro contribuyen a elevar el PIB de un país.
Entonces, bajo esta premisa, para diversos países se volvió muy importante tener programas y políticas dedicadas exclusivamente a la lactancia materna. Noruega es el mejor de los casos, pero en otros países también se convirtió en un bien calculable para buscar la creación de leyes y políticas que apoyaran la lactancia. Así, se empezó a determinar el precio de la leche materna a través del precio que se asigna en los bancos de leche, que en los países escandinavos es de US$ 20 por litro aproximadamente, o del precio comercial que tienen compañías que recolectan y pasteurizan esta leche para el uso de bebés muy prematuros, que es de US$ 100 por litro en Estados Unidos.
Y para ahorrar las excusas de no tener cómo medir la producción de leche materna en un país, la misma ANU, en colaboración con la Dra. Smith, diseñó la herramienta Mothers’ Milk Tool para calcular el valor de la leche materna basándose en la producción aproximada que puede generar una sola persona o todas las madres de un país en particular en un periodo de tiempo determinado.
En el caso de Colombia, por ejemplo, durante el primer año de lactancia se pierden 27,8 millones de litros de leche que equivalen a $ 12,7 billones, mientras que al segundo año se pierden 55,4 litros de leche materna, que representan unos $ 25,4 billones. Así, cada litro perdido al año cuesta alrededor de los $ 450.000.
Lejos de tratar a la leche materna como un simple producto de mercado, el propósito de tener algunas nociones económicas sobre su producción es intentar dar un estimado de su rentabilidad monetaria y brindar otra perspectiva sobre lo valiosa que es. De por sí, los estudios en medicina y salud han intentado derribar tabúes alrededor de la lactancia materna y seguir listando sus beneficios sobre la salud, pero aún se hace evidente la falta de políticas públicas que estimule la hermosa y saludable labor de amamantar: a modo de ejemplo, la OMS ha afirmado que menos de la mitad de los bebés menores de 6 meses reciben una lactancia materna exclusiva.
Entonces, si se tiene un estimado económico de lo que vale y los costos que acarrea la falta de programas para la lactancia, este podría ser un móvil más para motivar, en todo el mundo, las inversiones y los recursos que garanticen que las mujeres y los niños tengan un goce pleno de sus derechos humanos en donde, por supuesto, la lactancia materna ocupa un lugar fundamental.