POLÍTICA
Claudia López, nueva alcaldesa de Bogotá ¡Histórico!
En un hecho sin precedentes, Claudia López venció a su principal contendor Carlos Fernando Galán con el 35.25% de votos. Esta es la mujer que llevará las riendas de la capital durante los próximos cuatro años.
Era 4 de julio de 1978. Claudia López tenía 8 años y ese día Julio César Turbay y Belisario Betancur se disputaban la presidencia de Colombia. Claudia vivía con su madre, María del Carmen Hernández, en la Escuela La Granja, en Engativá, que por ser un colegio público era lugar de votación. “¿Qué es el éxito?”, le preguntó la pequeña. El tema de ganar o perder estaba en el centro del debate.
“¿Tú qué crees?”, le contestó su madre. “Pues ganar”, dijo Claudia con desparpajo, sin pensarlo mucho. María del Carmen le hizo otra pregunta. “¿Y si ganas haciendo trampa?”. Claudia se quedó pensando. Eso no podía ser el éxito, pero tampoco se le ocurría qué era entonces. Sin vacilar volvió a preguntar “Mami, ¿y entonces qué es el éxito?”. “Aprende esto desde ya —le dijo—. Ser exitoso es hacer lo que depende de uno y hacerlo bien. Así los resultados no sean los que esperas porque a veces la vida no es justa”.
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Cuarenta años después la candidata a la Alcaldía de Bogotá, de la coalición entre la Alianza Verde y el Polo, recordaba esta anécdota cuando se le preguntaba si tenía miedo de lo que sucediera en los comicios de este 27 de octubre. Hace unos meses iba de puntera en todas las encuestas, pero con el pasar de los días Carlos Fernando Galán, el candidato del movimiento ‘Bogotá para la gente’, la alcanzó y la pelea por el Palacio Liévano fue bastante reñida.
—¿Pero no le preocupa la derrota? No es lo mismo pero, por ejemplo, muchos temían que el plebiscito por la paz se perdiera y otros temían que se ganara…
—Ah no, el día en el que se perdió el plebiscito lloré. Teníamos una celebración en el Parque de los Hippies con 2.000 personas y cuando ganó el No muchos me preguntaron ‘¿Y ahora qué?’. Ese día yo sentí la responsabilidad de ser una líder política. Lloré y lloré mares. Estuve muy triste. Les dije que teníamos que negociar con los que ganaron. No me iba a poner a inventar que hicieron trampa. Así es la democracia. También estuve muy triste el día en que Sergio Fajardo perdió en la primera vuelta presidencial. Pero al otro día la vida sigue. Es diferente estar triste a tener temor. Yo de verdad siempre creo que voy a ganar, pero de perder tengo muchas otras cosas que me hacen feliz.
—¿Qué otras cosas la hacen feliz?
—Yo puedo volver a la academia, a la investigación, a hacer periodismo, a dar clases. ¿Cuántos políticos tienen eso?
¿Por qué votaron por Claudia?
En una de las salas de la Revista Semana Claudia hablaba suave, como si no quisiera opacar el sonido de la lluvia torrencial de esa tarde. Se veía tranquila, aunque sus ojos verdes estaban un poco hinchados. A eso de las seis de la tarde ya se le veía cansada y más delgada que al inicio de campaña. Antes de empezar la entrevista quiso mirar su Twitter. “Por el video en el que salgo con Antanas nos han dado palo”, dijo sonriente... “¿Puedes creer que por un trino de Pedro Adrián Zuluaga y de Carolina Sanín, Angélica y yo llevamos siendo tendencia 18 horas? — soltó una carcajada—Es que es absurdo. Como si en un país como Colombia no hubieran otras cosas de qué hablar. Yo acepto la crítica, pero tengamos proporción; acá matan gente todos los días”.
Escuche el discurso de victoria de Claudia López
Claudia se refería primero a un video en el que ella aparece tocando un piano mientras que el exalcalde Antanas Mockus le dice “voy a votar por ella porque me permitirá dormir un poco más tranquilo (...) ella marcará una línea recta”. Le criticaron una supuesta cursilería del video, pero sobre todo “que reforzara el modelo patriarcal” y que aceptara “infantilizarse”.
En el segundo caso hablaba de un video en el que su pareja, la senadora Angélica Lozano, aparece empapada después de haber repartido volantes de la campaña de Claudia en las calles mientras diluviaba. Allí la senadora le decía a Claudia “esto es amor”, a lo que Claudia dijo “Mi muñeca divina, esto es amor puro” . Pedro Adrián Zuluaga, crítico de cine, dijo “¿Muy abnegada su muñeca mojándose por usted? La noción de encima-abajo en esta foto, el tonito condescendiente, la pañoleta-corbata que invoca el orden masculino, el árbol atrás que garantiza la estabilidad, la lluvia que insemina el fruto del amor: ¿el poder?”. Claudia respondió que se les olvidaba que hay otras fotos prácticamente iguales en la que ella es quien hace campaña a Angélica.
—Ya que se pone sobre la mesa el tema del patriarcado y de género, hay mujeres como Florence Thomas, por ejemplo, que la apoyan pese a que usted no es feminista.
—La verdad es que no lo soy. Estoy aprendiendo. Hace años cuando llegué al Congreso y conocí a Ángela María Robledo en el Verde empezaron a hablar en una reunión del partido feministas de verdad, como lo es ella. Yo no entendía nada. Salí del encuentro y le dije a Ángela María que por favor me enseñara feminismo. Es que es una ciencia, es una filosofía, un tema que tiene mucha profundidad.
—También la apoyan muchos líderes LGBTI, aunque defender esos derechos no ha sido su mayor bandera...
—Sí, la gente cree que porque mi orientación sexual entonces soy activista LGBTI y la verdad es que no lo soy. Angélica sí es feminista y sí es activista de la comunidad. Con decirte que cuando llegué al Congreso yo no entendía bien qué significaban todas las letras LGBTI y cuál era la diferencia entre cada una. Así de grave era el asunto.
Lo tercero muy curioso que me pasaba es que por ser del Partido Verde la gente asumía que yo era experta en temas ambientales. Una vez algún crítico del partido me dijo que nosotros no teníamos una agenda ambiental seria. Yo me quedé pensando y dije “la verdad, la verdad, tiene razón”. Entonces hace cinco años, mientras hacía el doctorado, empecé a estudiar los temas de género y de medioambiente. Por cuenta de eso he conocido a varios expertos. Independientemente de su ideología nunca se negaron a sacar horas de su vida para explicarme los temas.
Mujeres como Florence Thomas, la poeta Piedad Bonett, la periodista María Jimena Duzán, la escritora Melba Escobar y la actriz Margarita Rosa de Francisco no votaron por Claudia por ser feminista. Le reconocieron otras virtudes: sus denuncias sobre la parapolitica. Su lucha frontal contra la corrupción, una cualidad muy valiosa y más si se trata de manejar más de 25 billones de pesos anuales en presupuesto. También le alabaron su carácter y su determinación para defender sus ideas. Por estas razones también la apoyaron hombres como Sergio Fajardo, Jorge Enrique Robledo, Rafael Pardo, Humberto de la Calle, entre otros.
Claudia además tiene una historia de vida que puede generar mucha empatía entre los colombianos. Nació el 14 de marzo en 1970 en el seno de un hogar de clase media. Es hija de Reyes Elías López, un campesino y de María del Carmen Hernández, una maestra de escuela pública. Es la mayor de seis hermanos a los que ayudó a criar a través de varios empleos temporales. Hizo tantas cosas que incluso trabajó como animadora de fiestas para niños. Estudió con un crédito del Icetex Finanzas y Relaciones Internacionales en la Universidad Externado de Colombia. Hizo parte del movimiento estudiantil de la Séptima papeleta con el que se logró cambiar la Constitución. Fue becada para hacer una maestría en Administración Pública y Política Urbana en la Universidad de Columbia. Y de todos los candidatos era la única con un doctorado en ciencia política que pudo hacer gracias a una beca que le concedió la Universidad de Northwestern, en Estados Unidos. Su carrera política se la ha ganado a pulso, cosa poco común en un país en que los clanes y las maquinarias siempre han sido protagonistas.
Sus propuestas y lo que le critican
—¿Qué es lo que menos le gusta de hacer campaña? ¿Volantear? ¿Las peleas políticas? ¿Las fake news?
—Te voy a decir la verdad. Hay dos cosas. Las campañas son muy intensas y siempre tienes que estar querido, simpático, en tu mejor momento, tener la mejor sonrisa, la mejor explicación. Pero en los últimos días también me ha molestado algo. Me han llamado amigas del alma, y me dicen “Clau, te tengo consejos claves para que ganes”. Les dijo que me cuenten pues cuál es la fórmula. “ Clau, si tú dices algo clave de cómo combatir la inseguridad con eso tienes”. Otra me dice “Clau, si dices algo del ambiente eres imparable”.
Claudia volteó los ojos hacia arriba. Los puso en blanco. Los volvió a poner en su lugar. Frunció el ceño. Hizo una mueca de fastidio con la boca. Empuñó sus manos y las llevó hasta sus labios. “¿Puedes creer? — dijo con impotencia—Cuando me dicen eso me provoca ahorcarlas. Me pregunto ‘¿Dios mío, yo es que he dado los debates en Marte? ¿Dónde carajos no he hablado de la seguridad, del ambiente, de mi programa?’. Deberían ellas estar repartiendo mi plan de gobierno en vez de salirme a unos días de las elecciones con esto. Pero bueno”. Suspiró.
Aunque Claudia se convirtió después del tiempo en una de las grandes críticas de Enrique Peñalosa, con quien trabajó en el pasado, dijo que continuaría con buena parte de su plan de gobierno. Le reconoció al alcalde la disminución de la tasa del embarazo adolescente y de la deserción escolar, lo que hizo en remodelación y construcción de colegios, su política de atención a los migrantes venezolanos, también le pareció importante el trabajo en parques, y que buscara frenar el consumo de drogas. Así mismo, le daría continuidad a la construcción del hospital de Bosa, Usme y el complejo hospitalario San Juan de Dios. En cuanto a infraestructura vial, continuará con el metro elevado y lo llevará hasta Suba y Engativá.
Ahora bien, no construiría la troncal de la Séptima, no hará la troncal de la 68 y tampoco construiría el fragmento de la vía ALO que cruza la reserva Thomas Van der Hammen y prometió proteger toda la estructura ecológica. Esto le favoreció para contar con el respaldo de un número importante de ambientalistas que se animaron a votar por ella. Entre ellos estuvieron Manuel Rodríguez, primer ministro de Medio Ambiente del país, Brigitte Baptiste, exdirectora del Instituto Humboldt, Julio Carrizosa, y Gustavo Wilches, ambientalistas reconocidos.
Claudia aseguró que otras cosas en las que se diferenciaría de Peñalosa es que en su gobierno la participación ciudadana sería protagonista y la construcción de la ciudad sería concertada. Otra de sus principales apuestas sería por la seguridad, se enfocaría en combatir el narcotráfico, la violencia y el hurto. Ofreció capacitar a la Policía en derechos humanos y mejorar sus condiciones de vida para combatir la corrupción, “para que se dediquen a perseguir a los delincuentes y no a la señora que vende empanadas, a los estudiantes o a los que recitan poemas”. Dijo que habría “cero mermelada” en el Concejo de Bogotá, cero corrupción en la contratación pública y que trabajaría por generar oportunidades de educación gratuita sin el Icetex.
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Sus detractores le criticaron varias cosas. Ese tono, que algunos alaban, termina siendo agresivo para otros. Le reprocharon que descalifique y lance acusaciones sin reparos y aseguraron que su forma de hacer política “genera división y odio”.
Pero quizá la crítica más fuerte que le hicieron fue la de “su constante cambio de parecer y su falta de coherencia”. Que haya trabajado con Enrique Peñalosa y que ahora sea una de sus grandes críticas le cuesta. Que aparezca en tarima recibiendo el apoyo de personas como Lucho Garzón y los exministros, Guillermo Rivera y Juan Fernando Cristo, a quienes criticó en el pasado, también. Que haya invitado a Hollman Morris a una coalición, pese a conocer las denuncias en su contra, y que luego fuera uno de los argumentos con los que lo atacó, les resultó oportunista.
Ni qué decir de sus últimos enfrentamientos con Gustavo Petro. La gente la vio levantándole las manos en segunda vuelta para que fuera presidente hace poco más de un año, pero en esta campaña se dividieron por sus diferencias con respecto al metro. Sobre el metro le criticaron que hubiera acompañado al Polo ante el Consejo de Estado para que revisara la legalidad de la obra, pues para ellos la aprobación del proyecto tuvo irregularidades, y que al mismo tiempo Claudia se comprometiera a construirlo si quedaba adjudicado. Alguien que cambie tanto de parecer no puede ser confiable para una ciudad que ejecute, le dijeron sus detractores, entre los que hay personas tan distintas que pueden ir desde el Polo hasta el Centro Democrático.
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Los momentos más difíciles
Claudia tenía 4 años y medio. Estaba jugando junto a Martica, su hermana menor, en la terraza de su casa en Prado Veraniego. En una de esas Martica saltó encima de una claraboya que, con solo el peso de una niña de 3 años, se partió y la pequeña fue a dar un piso abajo, encima de un platón de ropa. “No le vi una gota de sangre”, lamenta Claudia. Pero el golpe en la cabeza fue tan fuerte que murió. Ese es uno de los episodios más dolorosos de su vida. Cuando lo cuenta se le quiebra la voz. Casi se le puede sentir un nudo en la garganta. Pero ese no ha sido su único momento difícil.
La separación de sus papás cuando ella tenía 10 años le pegó duro. Fue a varios psicólogos, pero nada la consolaba. La noticia de que sus padres tendrían hijos con parejas distintas acabó con cualquier esperanza de una reconciliación. “Les hice la vida a cuadritos en mi adolescencia, les hacía pataleta por cualquier cosa”, recordó Claudia. Fue tanto el estrés que sus padres decidieron internarla en el colegio de Nuestra Señora del Rosario en Funza. “Fue lo mejor que me pudo pasar. Entendí que la vida de mis padres era la de ellos y que la mía era la mía”.
Hubo también en su vida dos eventos desafortunados que sucedieron al mismo tiempo y que sí le hicieron sentir temor. Después de denunciar a Kiko Gómez en 2014 por parapolítica, la Unidad de Protección la llamó y le dijo que había varias amenazas de muerte en su contra. Eso no fue todo. Además le diagnosticaron cáncer en el seno izquierdo. Fueron dos noticias que la dejaron devastada, pero las dos amenazas contra su vida las superó.
Hay otro golpe menos grave. Claudia López quería estudiar medicina. Intentó tres años ingresar a la Universidad Nacional, pero no pasó. Consiguió entonces un crédito y se presentó a la Universidad del Rosario. Pasó el examen pero perdió la entrevista. Se ganó una beca para estudiar medicina en Polonia pero 15 días antes de irse se cayeron el muro de Berlín, el gobierno del país de Polonia y las ilusiones de ser médica. Fue así como finalmente decidió cambiar de rumbo.
Tener un hijo, su gran sueño
En los últimos días de campaña Claudia se acostó temprano, a eso de las 10 de la noche, y se levantó, como siempre, a las 5 de la mañana. “Estas noches le he hecho una aguadepanela a mi muñeca y le di unos analgésicos porque parecía que le iba a dar gripa”. Hablan de cualquier cosa, menos de política.
— Hace un tiempo usted le dijo a SEMANA que su sueño era tener una “Angeliquita chiquita”. ¿Cómo van con eso?
— Muy bien. Te puedo decir que muy bien. No vayan a creer que ese plan lo hemos abandonado.
Claudia cerró los ojos y sonrió. Su jefe de prensa le decía “Claudia López, una imprudencia al día, por favor”.
— Mientras se convence de contar cómo va eso, cuéntenos cómo ha hecho para irse del país a estudiar y a la vez regresar como si nunca se hubiera ido.
— Pues es porque he trabajado muy duro. No fue porque me empeloté, como me propuso Daniel Samper cuando era director de Soho.
En pocos meses Claudia López hizo campaña para ganarse la nominación presidencial del Verde. Luego hizo campaña a la presidencia y fue fórmula vicepresidencial de Sergio Fajardo en las elecciones de 2018. Al tiempo hizo campaña al Senado por el Partido Verde, luego le hizo campaña a Gustavo Petro para la segunda vuelta.
Después vino la consulta anticorrupción, que ella lideró y que, aunque tuvo una votación histórica, se perdió. “La consulta sacó 11‘700.000 votos. Eso no se lo había soñado ningún político en la vida. Yo puedo decir que logré la mayor votación en la historia del país por una iniciativa ciudadana. Pero estaba agotada y de verdad quería parar”.
Llegó a su casa esa noche y le dijo a Angélica que tenía tres prioridades en la vida: tener un hijo con ella, terminar su doctorado y graduarse. Angélica le dijo que el siguiente paso en su vida debía ser la Alcaldía de Bogotá. “Tú sabes que te admiro, que pienso que eres brillante, pero no puedes durar cuatro años en el asfalto porque nadie se va acordar de ti en cuatro años. A Duque le perdonan que no tuviera nada de experiencia, a ti no te van a perdonar que te desaparezcas estos años”.
Claudia se fue a Chicago en septiembre de 2018 a terminar su doctorado. En diciembre, Angélica la visitó para ver qué había pensado, pero ella no quería perder los casi dos años que tenía de beca para estudiar, con un subsidio de manutención de 3.000 dólares. En febrero Angélica y Claudia llegaron a un acuerdo. En 2019 sí o sí harían el procedimiento médico para que Angélica quedara en embarazo. Y en marzo Claudia iba a presentar su tesis, que explica la diferencia que en unas regiones de Colombia hay presencia del Estado y otras no, y cómo eso hace la diferencia en la vida de los ciudadanos. Si se la aprobaban, se lanzaba a la Alcaldía de Bogotá, si no, se quedaría en Chicago. Los días pasaron y finalmente sustentó su trabajo de grado. Se lo aprobaron. Regresó en abril a Colombia y se enfrentó con Antonio Navarro, su compañero de partido, para obtener el aval del Verde. Quedó elegida.
— ¿Por qué le ilusiona tanto tener un hijo?
— Porque cuándo más vuelvo a encontrar un ser tan maravilloso como mi muñeca. Si no fuera con ella tal vez no lo tendría. Algo que me enamoró de Angélica, y que tiene en común con mi mamá, es que tienen una capacidad de ver el lado de bueno y de conectarse con lo mejor de cualquier ser humano del planeta. Puede ser la persona más difícil y ellas le ven algo bueno.
Lo simbólico de que una mujer como Claudia pudiera llegar a la alcaldía
El martes pasado, en la última semana de campaña, Claudia firmó un pacto con organizaciones de mujeres que le pedían que si llegaba a la Alcaldía se comprometiera a trabajar por la igualdad de género, por reducir la violencia contra ellas y por dar más oportunidades para todas. En el evento en el que hubo besos, abrazos y lágrimas, varias hablaron de lo simbólico que sería que una mujer como Claudia ganara. Significaba que hoy en el país es posible que una niña de un barrio popular pueda soñar con llegar al segundo cargo más importante del país sin escándalos de corrupción. Que en Colombia, un país tan conservador, es posible también que una mujer gay pudiera llegar al poder porque el país no es el de antes.