Cada año miles de africanos dejan sus países y se lanzan a la aventura en busca de oportunidades en Europa o América. | Foto: AP

MUNDO

África

Varios eventos que han repercutido en el desarrollo del continente africano.

25 de agosto de 2012

APARTHEID

Un líder para la eternidad
Por John Carlin / Fue corresponsal en Sudáfrica del diario The Independent. Autor del libro El factor humano, sobre la obra política de Mandela

La gran hazaña de Nelson Mandela fue convencer a todo un pueblo que cambiara de opinión. A través de la persuasión y no de la fuerza hizo que la población blanca sudafricana perdiera su temor a la negra, y que la negra abandonase sus deseos de justa venganza tras siglos de injusticia y humillación. Ahí está la gloria de su liderazgo. Como consecuencia, evitó un baño de sangre y construyó la democracia en su país, el objetivo al que dedicó su vida. La lección que Mandela deja a la humanidad es que uno puede ser un gran ser humano y, a la vez, un gran líder; que los grandes valores compartidos por todas las culturas en todos los tiempos –el respeto, la generosidad, el perdón– son compatibles con la eficacia política. Mandela demuestra que apelar a la división no tiene por qué ser el único método para llegar al poder. Resaltar los factores que unen a la gente también funciona, y es lo que distingue a los dirigentes meramente buenos, malos o mediocres de los que pasan a la eternidad.

MIGRACIONES

Travesía letal
Por Natalia Marriaga / Periodista de SEMANA

Dieciséis. Este número ha obligado a miles de africanos a hacinarse en botes improvisados y rogar para que el mar, en el recorrido entre su continente y Europa, sea benevolente. La cifra es importante porque, durante tres décadas, el PIB europeo fue 16 veces mayor que el de África subsahariana. Por ello, y por la cercanía geográfica, hoy la diáspora africana más grande está en Europa. En el mundo entero hay 30 millones de migrantes africanos, que al año envían a casa 40.000 millones de dólares. Nunca, desde las grandes migraciones tras la descolonización del siglo XX, fue dinero fácil. Y sigue siendo el resultado de una travesía llena de sacrificios, muchas veces ilegal, que supone el riesgo de la deportación y hasta la muerte. Aún así, hoy lo siguen haciendo, con la esperanza de encontrar hasta 16 veces más beneficios que en casa.
 
RECURSOS

Mantra maldito
Por Nathan Jaccard / Periodista de SEMANA

La riqueza de África es su maldición. Ese es el mantra expresado mil veces, casi una fatalidad. La historia del continente parece repetirse: la riqueza alimenta la guerra. Con diamantes en Sierra Leona, con oro en el Congo, con petróleo en Sudán, con madera en la República Centroafricana... Con el aumento de los precios de las materias primas es difícil que la codicia se agote. China, los países del Golfo Pérsico y las multinacionales ven con deseo esas minas, esos pozos, esas tierras. Y las personas no son siempre su primera preocupación. Pocos saben, sin embargo, que África está cambiando. Seis de los diez países que más crecieron en la última década están allí. Botsuana, gracias a sus diamantes, tiene un nivel de vida similar al de México. Según el Banco Mundial, “África puede estar al borde de un despegue económico, como China hace 30 años”. Los recursos no tienen por qué ser una condena.
 
RUANDA

La furia del machete
Camilo Jiménez Santofimio/ Cronista de SEMANA. Corresponsal en Colombia de medios internacionales

Nunca antes había desplegado el machete tanta sevicia. Nunca antes había el odio étnico desa-tado una ola tan destructiva. En 1994, en poco más de 100 días, un pequeño país africano sirvió de escenario para la matanza de cientos de miles de personas. No se sabe cuántos murieron; los más optimistas estiman medio millón. El genocidio de Ruanda fue uno de los peores actos de violencia del siglo XX. Un proyectil había derribado el avión del presidente ruandés, Juvénal Habyarinama, y este asesinato desató un baño de sangre. Paramilitares de la etnia hutu declararon a la etnia tutsi objetivo militar. Bloquearon carreteras, devastaron fincas, invadieron pueblos, violaron, torturaron, mutilaron y asesinaron a hombres, mujeres, niños y ancianos. Una quinta de parte de la población sucumbió a la acción de los garrotes y los machetes, de las balas y las bombas. Hoy, los responsables siguen en libertad.
 
PIRATAS

Sacando los garfios
Por Johannes Dietrich / Corresponsal del Frankfurter Rundschau, secuestrado por piratas somalíes en 2009
 
Mohamed Yusuf Ali no tiene un parche en el ojo ni carga una bandera con una calavera. Pero admite con una sonrisa que hace poco volvió a asaltar un barco. “¿Qué otra opción tenemos?”, dice este pescador y padre de familia de 33 años, oriundo de Eyl, un pueblo idílico en el océano Índico. “Devastaron nuestro mar y no pescamos nada”. Lo primero que llevó a los habitantes de la provincia somalí de Puntlandia a sacar sus garfios fue la desesperación. Flotas comerciales de pesca de todo el mundo se habían tomado las aguas de este país, que desde hace 20 años carece de instituciones estatales sólidas. Hasta hoy no existe una patrulla costera que pueda proteger a los otrora ricos caladeros somalíes. Lo que a finales de los noventa comenzó como defensa propia, se transformó en un negocio: príncipes marciales, milicianos y comerciantes aprovecharon su lucrativo potencial. Gracias a las ganancias producidas por las extorsiones, Bosaso, la capital de Puntlandia, vivió una rara bonanza. Del destino de Mohamed, a quien conocí a comienzos de 2006 en Eyl, solo puedo hacer suposiciones. Seguramente los ríos de dinero se secaron sin mojarlo. Probablemente los buques de la flota internacional antipiratería lo detuvieron. Y acaso, en algún lugar del mundo, este pobre pescador se consume hoy en una cárcel.

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