EDITORIAL

Editorial: Los resultados empresariales

En el proceso de discusión y aprobación de la reforma tributaria que se viene, cualquier paso en falso puede resultar catastrófico para los balances empresariales. Nos corresponde insistir en que es necesario cuidar al sector productivo colombiano si la meta es garantizar un futuro promisorio para el país.

26 de mayo de 2016
| Foto: businessman

Uno de los mejores servicios de información económica que le presta el Gobierno a la sociedad colombiana es el informe anual que realiza la Superintendencia de Sociedades sobre la situación financiera y operacional de las más grandes empresas del país. El documento es importante porque muestra cómo marcha el sector real y de qué manera se están comportando los ingresos y los gastos de las ‘unidades de producción’, como se refieren los expertos al que es, sin lugar a dudas, el nervio de cualquier economía.

La Supersociedades acaba de revelar estas cifras, como lo hace todos los años, respecto de las 1.000 empresas de mayor facturación en el mercado colombiano. Se trata de una importante muestra que da razón de lo que pasa en muchos sectores.

Este año la novedad es que los resultados muestran los efectos de aplicar las Normas Internacionales de Información Financiera (Niif). Por su naturaleza, estas nuevas normas significan un cambio de enfoque en la manera como las empresas deben medir su situación financiera y operativa: la meta de la nueva regulación es reflejar más acertadamente cómo está funcionando cualquier firma. Así, estos balances muestran de manera más cercana en qué clase de mares se está moviendo el sector real.

Por eso, darle una mirada a estos datos es un ejercicio necesario que muestra las tendencias a las que hay que ponerles foco, porque pueden mostrarnos aquello que está andando mal.

El primer dato destacado es que las ventas de las compañías subieron 3,9% entre 2014 y 2015 y las utilidades sufrieron una caída de 70,5%. La rentabilidad sobre patrimonio cayó cinco puntos porcentuales hasta 2%, por cuenta de las disminuciones del margen neto ocasionado por los mayores costos y gastos. Eso refleja dos cosas: uno, la mala racha del sector minero-petrolero, que tumbó las utilidades de todo el sector real y, dos, el contexto inflacionario en que se están moviendo los hombres de empresa desde hace casi un año, lo que ha elevado todos los precios, inclusive los de sus materias primas, afectando la estructura general de costos.

Sin tener en cuenta las pérdidas que generaron las compañías mineras y petroleras, los indicadores mejoran levemente: las utilidades crecen al 5,5% y la rentabilidad decrece solo 0,1 puntos al pasar de 8,1% a 8%.

Estos datos deben ser analizados en contexto. Estos son momentos de enorme incertidumbre para los hombres de empresa: la devaluación, la inflación y el impacto de la reforma tributaria de 2014 han llevado a las firmas hacia un contexto de negocios que podría catalogarse como hostil. Un oasis es la demanda interna que, por cuenta de tasas de interés que se mantienen en terreno negativo o cercano a cero, permanece sólida.

Sin embargo, ya es habitual que los empresarios se quejen de que sus balances sigan creciendo en ventas, por cuenta de los mayores precios, pero no por los mayores volúmenes, lo que es un típico fenómeno inflacionario. De seguir así el asunto, y si se suma un mayor incremento en las tasas de interés, no estaríamos muy lejos de que los consumidores empiecen a reducir sus volúmenes de compra.

Lo otro de lo que se quejan los empresarios es de la alta carga impositiva que, luego de la reforma de 2014, casi nunca baja de 50% de la utilidad; lo que les sigue quitando caja.

Hasta cierto punto, los balances ratifican ese diagnóstico, en el que las ventas ya no crecen a los ritmos de otros años y los márgenes se han venido deteriorando.

Por eso, el Gobierno y el Congreso deben darles una mirada a estas cifras de la Supersociedades, para entender la nueva circunstancia estructural del sector empresarial colombiano.

En el proceso de discusión y aprobación de la reforma tributaria que se viene, cualquier paso en falso puede resultar catastrófico para los balances empresariales. Nos corresponde insistir en que es necesario cuidar al sector productivo colombiano si la meta es garantizar un futuro promisorio para el país.

Los resultados tienen algo positivo y algo negativo: positivo, que aún en medio de una desaceleración mundial, el tejido empresarial colombiano sigue respondiendo y está acomodándose para aprovechar las nuevas condiciones de precios relativos, lo que les da competitividad frente a los productos de otros países; lo negativo, que de mantenerse un contexto de inflación, volatilidad en el tipo de cambio y altas tasas de tributación, los balances de las compañías sentirán el golpe de manera cada vez más contundente. Si a eso se le suma una mala reforma tributaria, es muy probable que enfrentemos nuevos y más críticos problemas. Solo como ejercicio analítico, es necesario considerar esa posibilidad.