EQUIDAD
¿Dónde está la clase media de Colombia?
Aunque cada vez más colombianos han dado el salto a ese grupo social, muchos no han logrado consolidarse en ese nivel y, por el contrario, en cualquier momento pueden retroceder a la pobreza.
Una pareja de profesionales, sin hijos, que en conjunto devenga $6 millones mensuales son hoy, bajo los parámetros de las mediciones de ingreso en el país, clasificados en la categoría de ricos.
No obstante, la realidad muestra que si esta pareja quisiera vivir en arriendo donde, en efecto, viven las personas más adineradas, por ejemplo en el barrio Rosales en Bogotá, tendría que destinar la mitad de sus sueldos a pagar el alquiler por un apartamento de entre 80 y 90 metros cuadrados.
Tampoco podrían ser propietarios en ese barrio, donde según las estadísticas del portal Metrocuadrado.com, el mismo apartamento de 80 metros les costaría más de $500 millones y, de acuerdo con una calculadora hipotecaria del mencionado portal, con ingresos familiares de $6 millones solo alcanza para comprar un inmueble que valga $247 millones.
Esta pareja no estaría en capacidad de comer con frecuencia en los restaurantes de moda, donde una cena para dos con copa de vino, como se asumiría que consumen los ricos, vale más de $100.000. No tendrían para pagar un club social, ni para viajar a Europa (ni a Cartagena) en todas sus vacaciones.
En resumen, aunque sus ingresos en efecto superan con creces los de 90% de los colombianos, la verdad es que más que ser de clase alta, se les podría clasificar como de clase media, donde de nuevo, según las estadísticas oficiales, se ubican quienes ganan mensualmente entre $590.398 y $2.951.990 –cifras a 2017–.
Así que, si la pareja del ejemplo no es de clase alta sino de media, entonces, ¿quiénes estarían en esa clase social, que se supone es la que predomina en el país y que según organismos locales e internacionales viene en franco crecimiento?
Datos del Dane indican que en 2002 50% de la población era pobre y solo 16% era de clase media; para 2017 el porcentaje de población pobre se redujo a 27%, mientras que el de clase media se incrementó a 31%. “Estos resultados evidencian un cambio dramático, pues la población considerada emergente y de clase media pasó de representar 49% del total en 2002 a 70% en 2017”, explica Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrollo.
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El lío de nuevo estaría en que, aunque por ingresos efectivamente los de clase media estarían en la mitad de la tabla, por poder adquisitivo no tendrían la capacidad de comprar los bienes y los servicios que se relacionan con ese grupo social, que suena sencillo, pero es difícil de describir.
Más sociológico que económico
Los historiadores atribuyen la aparición de la clase media a la época de la revolución industrial para referirse a aquellas personas que no eran de la clase obrera, pero tampoco eran los dueños de las empresas.
“El concepto de clase media es más sociológico que económico, pues incluye temas como movilidad social y un componente aspiracional”, acota Juan Calos Guataquí, profesor de la facultad de economía de la Universidad del Rosario.
“Ser de clase media es no ser rico ni pobre”, explica con sencillez Camilo Herrera, presidente de Raddar, firma especializada en temas de consumo, y aclara que ser rico es ser dueño de los medios de producción o de unas rentas que hacen que otros puedan producir, y ser pobre es no tener propiedad ni un ingreso que permita construirla; así que en la mitad de estos dos se encuentra un grupo de personas que comienzan a hacer su patrimonio, por medio de su ingreso y créditos bancarios.
Advierte, sin embargo, que al hablar de patrimonio se debe tener mucho cuidado con el valor de la tierra, porque cerca de 50% de las familias colombianas son dueñas de su vivienda, pero de estas, cerca de 23% son pobres: “Tener vivienda no es ser rico, ni ser de clase alta, es simplemente tener una propiedad por la que ya no se paga arriendo, pero esta puede ser muy pequeña y de poco valor”, reitera Herrera.
Por su parte, el director de Fedesarrollo considera que la información preliminar recabada por el Departamento Nacional de Planeación hace tres años, con base en la Gran Encuesta Integrada de Hogares, permite afirmar que la clase media es una población con un poder adquisitivo relativamente bueno, educada y con trabajos estables.
“En materia de empleo, en 2015 la clase media tenía una tasa de participación de 72% frente a un promedio nacional de 65%, así como una menor tasa de desempleo: 5,8% frente al total nacional de 8,9%. A diferencia de la población pobre o emergente, donde la mayoría trabaja como cuenta propia, en la clase media priman los asalariados (alrededor de 62%), lo cual a su vez implica que están afiliados al sistema de salud, cotizan a pensiones y están cubiertos contra riesgos profesionales”, afirma Mejía. Agrega que mientras la tasa de embarazo y maternidad en adolescentes a nivel nacional se sitúa en 16,9%, la de la clase media es de 8,2%, al tiempo que el porcentaje de jóvenes que ni trabaja ni estudia evidencia un dato de 20% nacional contra 9,4% de quienes están en esta clase social.
Pese a lo anterior, Guataquí considera que es un sofisma seguir hablando de una gran clase media cuando se refieren solo a los que están en la mitad de la tabla de ingresos del país, pues ese es más un dato estadístico que social, en otras palabras, un promedio y “vale la pena recordar que los promedios aplanan montañas y elevan valles”.
Insiste en que, si bien los últimos gobiernos han venido sacando gente de la indigencia a la pobreza y de esta a la ‘clase media’, la verdad es que estas personas han logrado avanzar por los subsidios que se les dan, más no porque hayan adquirido activos que les permitan mejorar su situación, en especial vivienda y educación, que es lo que en realidad permite la movilidad social.
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Ingresos medios
En ese mismo sentido se centra el blog de Luis Felipe López-Calva, director regional del PNUD para América Latina, quien asegura que esta región es de ingreso medio, pero aún no se ha convertido en una sociedad de clase media.
Las economías latinoamericanas han crecido de manera rápida y constante durante las últimas décadas, pero este crecimiento no necesariamente se ha compartido equitativamente entre los hogares, pues muchos han avanzado en la escala de ingresos, pero esto no ha implicado que hayan logrado una mayor seguridad económica. Como consecuencia, “muchas familias en la región siguen siendo vulnerables, dado que tienen una probabilidad relativamente alta de volver a caer en la pobreza si se produjera algún tipo de evento adverso o ante un shock. Si bien la clase media ciertamente se ha expandido, en promedio en toda la región, más personas siguen siendo “vulnerables” (37,6%) que “clase media” (35,4%)”, sostiene el blog.
Según la tabla de ingresos de Colombia, pobres son aquellas personas con entradas mensuales inferiores a $250.620 per cápita y vulnerables, los que perciben entre $250.620 y $590.398, lo cual evidencia la fragilidad de la clase media emergente.
Guataquí insiste en que la falta de activos (inmuebles o capital humano) es lo que no les permite aguantar los choques a quienes recién salen de pobres a clase media vulnerable y que, incluso la clase media un poco más consolidada, se siente amenazada por medidas como las recientes reformas tributarias que gravaron más a los asalariados (al aumentar las personas naturales que declaran y pagan renta).
No obstante, en su blog López-Calva reitera la necesidad de los países latinoamericanos de convertirse en sociedades fuertes de clase media, la cual es importante no solo porque significa que más personas vivirán una vida libre de pobreza, sino también porque es un motor para fomentar el crecimiento económico y porque puede dar lugar a un tejido social más estable y cohesivo.
Es una percepción
Aunque el concepto de clase media esté desdibujado, es un hecho que es más una percepción que una realidad, sostiene Camilo Herrera, quien considera fundamental entender este concepto si se va a usar como indicador de política pública y no como un mecanismo de entrega de subsidios. Esto porque algunas personas prefieren decir que son “pobres” para ser sujeto de beneficios y compensaciones, pero “no pobres” frente al banco para pedir un crédito.
Según la Encuesta de Calidad de Vida del Dane la sensación de pobreza ha disminuido de manera importante en el país, pero no lo ha hecho de la misma manera la percepción de que el ingreso alcanza para cubrir los gastos mínimos, con todo y que ha venido bajando la tasa de desempleo.
Por eso, cuando a la gente le preguntan sobre la clase social a la que pertenecen, muchos no lo tienen tan claro. Prueba de ello son algunas encuestas que hacen en Raddar en las cinco principales ciudades del país, donde 47% de las personas se declara de clase media normal (la que está entre la clase media alta y la clase media baja), pero si esto se traduce a aquellos que viven en estrato 4, esto solo abarca a 11% de la población de dichas urbes.
Pero más allá de las percepciones existe otro factor, que para Herrera ha sido clave en el aumento de la clase media, y es el cambio en el tamaño de las familias, lo que ha permitido aumentar la escolaridad de los miembros del hogar y a su vez, mejorar el ingreso a mediano plazo.
En 2008 había 3,70 personas por familia en Colombia, que tenían una escolaridad promedio de 6,5 años. En 2017 el primer dato bajó a 3,3 y el segundo aumentó a 8,2.
Otro indicador que podría ser positivo para la clase media radica en que ha incrementado su nivel de endeudamiento con los bancos (casi 182% en la última década), lo que les permite comprar vivienda y vehículo, así como otros bienes durables, “pero esta dinámica debe estar muy bien vigilada por parte de las autoridades financieras para evitar un problema de mediano plazo”, advierte Herrera, pues entre 2008 y 2017 aumentaron más los gastos de los hogares, que sus ingresos.
Además, aunque se tienen menos hijos hay más personas trabajando en cada hogar. “Esto significa que, para mantener el mismo nivel de ingreso de hace 10 años, cada vez deben trabajar más personas en la familia, pese a que se trata de hogares más pequeños, que en un creciente número ya ni tienen descendientes, solo mascotas”, precisa Herrera.
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Mal de muchos
Uno de los factores que definitivamente consolida el paso de la pobreza a la clase media es la llamada movilidad social. Si bien la mayoría de los hijos espera estar en una situación económica mejor a la de sus padres –o como lo diría jocosamente el humorista Andrés López, los hijos se sienten dos estratos por encima de los papás–, lo cierto es que un nuevo informe de la Ocde muestra que esa expectativa cada vez es menos probable.
Los niños nacidos en familias de bajos ingresos tienen cada vez menos posibilidades de ascender y mejorar su condición socioeconómica, al tiempo que aquellos que se encuentran en la parte superior de la escala de ingresos se aferran a su riqueza.
Una forma de intentar comprender esta falta de movilidad es observar cuánto tiempo le tomaría a alguien de una familia pobre ganar el ingreso promedio en su país de origen. Según el informe, en Colombia un niño del nivel más bajo del Siben demoraría 11 generaciones en llegar a ganar un salario promedio, mientras en Dinamarca solo tomaría dos generaciones y el promedio en los países de la Ocde es de 4,5 generaciones.
La demora se atribuye a la llamada trampa de la pobreza, que impide que quienes están en esa condición salgan de ella, al repetir parámetros de sus antecesores, por ejemplo, teniendo muchos hijos y sin educación, en medio de un círculo vicioso que no les permite mejorar sus ingresos. A eso se suma la desigualdad con la que se distribuyen los ingresos del país.
Precisamente las naciones nórdicas rinden más que otras en materia de desarrollo inclusivo, dado que reparten mejor sus recursos públicos y, como consecuencia, tienen una menor desigualdad.
Mejía, de Fedesarrollo, puntualiza que el país ha avanzado en materia de distribución del ingreso medida a través del coeficiente de Gini que va de 0 a 1, en donde valores más pequeños representan mejor distribución del ingreso. “Este indicador en Colombia pasó de 0,57 en 2002 a 0,51 en 2017, lo cual representa una reducción importante de la desigualdad. Ahora, tal como lo documentó la Comisión de Expertos para la Equidad y la Competitividad Tributaria de 2015 y la exposición de motivos de la Ley de Financiamiento de 2018, nuestro sistema tributario contribuye muy poco a mejorar la redistribución del ingreso y es algo que debemos corregir”, sostiene y agrega que en los países de la Ocde y algunos de la región como Brasil, Chile o México, el coeficiente de Gini se reduce de forma significativa una vez se tienen en cuenta impuestos y transferencias fiscales, mientras que en Colombia el cambio es relativamente pequeño.
Atribuye ese bajo impacto en la reducción del Gini después de repartir los impuestos entre la población, a la multiplicidad de deducciones, exenciones, descuentos y demás beneficios del sistema tributario, así como algunos subsidios, como los de pensiones, que se concentran en las personas de ingresos altos.
En el informe de movilidad social de la Ocde recomiendan reducir la desigualdad con medidas como políticas laborales favorables para la familia, así como otras que protejan a las personas de las dificultades y retos de la vida como el divorcio, el desempleo o el nacimiento de un hijo.
“Lo que importa no son solo los recursos públicos dedicados a la educación y a la salud, sino también su calidad, uso eficaz y orientación hacia los grupos desfavorecidos. Por lo tanto, la respuesta de la política no debería limitarse a gastar más en general, sino más bien a destinar el gasto a programas eficaces y garantizar su calidad e igualdad de acceso”, explica el informe.
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Un lugar mejor
La clase media no solo es importante al crear un grupo fuerte de consumidores, que cada vez pesan más en el PIB, sino también porque son un indicador de desarrollo.
Uno de los defensores de esa idea es el académico sueco Hans Rosling, autor del libro Factfulness: Ten Reasons We‘re Wrong About the World -and Why Things Are Better Than You Think- (Factualidad: diez razones por las que estamos equivocados acerca del mundo –y por qué las cosas están mejor de lo que piensas-) sostiene que el mundo cada vez se vuelve un lugar mejor para vivir, contrario a lo que que muchos aseguran.
Rosling, dice, por ejemplo, que aunque durante las últimas décadas la globalización ha ejercido una presión a la baja sobre los salarios de la clase media en las economías desarrolladas, también es innegable que el aumento de la clase media en los países en vías de desarrollo ha ayudado a superar la barrera de la pobreza a cientos de millones de personas.
La consecuencia de esta situación es que por primera vez, desde la revolución industrial, alrededor de la mitad de la población mundial puede ser considerada clase media.
Resiliencia
En el blog de López-Calva, directivo del PNUD, se pregunta qué debe hacer América Latina para ser en realidad una sociedad de clase media y recomienda tres vías: productividad, inclusión y resiliencia, entendida desde lo económico como el aprovechamiento de las oportunidades. Esas vías deben estar cimentadas sobre gobernanza efectiva, que permita recuperar la confianza institucional a través de las capacidades del Estado para garantizar a la ciudadanía la entrega de servicios básicos.
Además, con el auge de nuevas tecnologías, considera que se deben formular políticas para el fortalecimiento de habilidades con educación: “Hay que preparar a quienes ingresan al mercado laboral con capacidades para adaptarse a un cambio tecnológico más rápido de forma temprana”, sostuvo López-Calva en un seminario al que asistió en Bogotá en noviembre pasado.
Para Herrera, de Raddar, mantener a esa clase media fuerte y consolidada requiere atacar la informalidad empresarial, como es el caso de las tiendas de barrio, que en el pasado sirvieron para que los recién llegados a las ciudades se pudieran adaptar, generando miles de empleos, pero ahora deben modernizarse ante la amenaza de nuevos formatos de cercanía, como los hard discounts (D1, Ara, Justo & Bueno).
También hay que desestimular la informalidad laboral: que ni la propongan los empresarios, ni la acepten los trabajadores para evitar los pagos de ley que, si bien reducen su ingreso presente, son claves para asegurar un ingreso futuro.
Un tercer frente, según Herrera, es la bancarización, que solo es posible en un entorno de formalidad y finalmente, considera básico aumentar la confianza entre las personas, dado que Colombia tiene uno de los índices de confianza interpersonal más bajos del mundo, lo que lleva a que hacer negocios en el país sea muy complicado y excesivamente normado.
“Históricamente nos hemos programado para desconfiar de los demás, y para capturar rápidamente las oportunidades que se presenten, incluso pasando por encima de los derechos de otros. En este punto, la clase media puede ayudar a mejorar la confianza, pues a diferencia de otros segmentos, quienes están en ese nivel socioeconómico tienen en común que quieren mejorar continuamente su calidad de vida hasta llegar a un estado de bienestar moderado, que no es riqueza, sino un estado de calma financiera”, subraya.
Esa calma financiera es la que se merecen todos los colombianos y no solo la pareja del inicio de este reportaje, que claramente no es rica, pero que hace su mejor esfuerzo por arraigarse en la clase media.
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Más ricos en promedio
Uno de los indicadores claves para evaluar una economía es el PIB per cápita, que entre otras cosas da una señal de qué tan rico es un país. Para calcularlo se toma todo lo que produce dicha economía en un año (el PIB) y se divide entre la población. Tradicionalmente, Colombia ha tenido un PIB per cápita inferior al promedio latinoamericano, pero con los nuevos datos del censo, que estiman una menor población, el PIB per cápita subiría unos US$1.000.
A partir de los datos del Banco Mundial, utilizando dólares constantes de 2011, el PIB per cápita en 2017 de Colombia pasaría de US$13.200, con una población proyectada de 49,1 millones de habitantes, a US$14.200 dólares, con una población de 45,5 millones.
“Con este cambio Colombia pasaría a estar ligeramente por encima de Brasil (US$14.100) y muy cerca al promedio de América Latina (US$14.550)”, explica Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrollo, y agrega que con estos datos es probable que cambie el número estimado de personas que hacen parte de la clase media, pero su participación en el total no debería verse afectada.