Ni tanto que queme al santo ni poco que no lo alumbre. El popular adagio aplica cada vez que un Banco Central de la región o del mundo se rompe los sesos para ver qué hace con las tasas de interés. El balance perfecto entre mantener la inflación baja y una economía sana es casi tan difícil como el oficio del malabarismo.
En Colombia las cosas parecen más claras. Con un ojo puesto en Estados Unidos y Europa y el otro en el mercado interno, la junta directiva del Banco de la República se ha jugado últimamente por la estabilidad. En países como Argentina y Venezuela, donde la inflación cabalga entre 20% y 30%, el margen de maniobra es más bajo y el malabarista –o Banco Central– corre un mayor riesgo de errar.
La historia es la misma, pero no sus variables. Es por ello que, como siempre, la evolución de la economía en otros continentes, sumada al impredecible y volátil precio del petróleo, terminarán por definir el norte próximo en las tasas de interés.
En Colombia las cosas parecen más claras. Con un ojo puesto en Estados Unidos y Europa y el otro en el mercado interno, la junta directiva del Banco de la República se ha jugado últimamente por la estabilidad. En países como Argentina y Venezuela, donde la inflación cabalga entre 20% y 30%, el margen de maniobra es más bajo y el malabarista –o Banco Central– corre un mayor riesgo de errar.
La historia es la misma, pero no sus variables. Es por ello que, como siempre, la evolución de la economía en otros continentes, sumada al impredecible y volátil precio del petróleo, terminarán por definir el norte próximo en las tasas de interés.










