BREXIT
El costo del Brexit para Europa y los propios británicos
Tras varias votaciones fallidas, los parlamentarios británicos han dejado claro lo que no quieren. Pero nadie sabe aún lo que quieren.
Como ocurre con muchos malos matrimonios, el divorcio de Gran Bretaña y sus socios de la Unión Europea (UE) está resultando más caótico de lo esperado. Y no precisamente por el consorte abandonado. Quien decidió retirarse ha dado tantos tumbos que hoy muchos no descartan que todo vuelva al punto inicial.
Después de que los británicos votaron el 23 de junio de 2016 un referendo para retirarse de la Unión Europea, resultado que se conoce como Brexit, todavía no logran concretar una salida ‘suave‘, que debía haber quedado lista el 29 de marzo.
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La ley que dio origen a esta unión contempla mecanismos de escape. Pero es tal el nivel de caos político en Reino Unido, que todavía no han logrado un acuerdo para salir en forma ordenada. Y todo indica que podria haber un rompimiento abrupto.
Inicialmente se había planteado que el 29 de marzo de 2019 era la fecha máxima para hacer efectivo el retiro. Sin embargo, ante los desacuerdos en el parlamento británico, las autoridades europeas ampliaron el plazo hasta el 12 de abril.
La primera ministra Theresa May no ha logrado convencer a su partido de las bondades de un Brexit ordenado.
Pero el escenario es muy preocupante luego de tres votaciones en las que la ministra May salió derrotada y no logró convencer de las bondades del acuerdo que negoció con Bruselas. No se descarta un Brexit ‘duro’, es decir, sin cumplir los requisitos pactados en un comienzo.
¿Qué implica un Brexit duro? Que los británicos saldrán tirando la puerta y no cumplirán temas básicos como, entre otras cosas, definir qué pasará con la unión aduanera, que garantiza la venta de productos con un tratamiento arancelario preferencial. También, que cerrarán la puerta a la movilización de los ciudadanos europeos en doble vía.
Estos temas amenazan al gobierno británico, que tiene sus propios fuegos por apagar: Irlanda del Norte, integrante del Reino Unido, rechazó el Brexit en el referendo, y ha pedido mantenerse en la UE. Pero como esto es imposible, el desenlace obligaría a cerrar la frontera con la República de Irlanda, lo que minaría los acuerdos que pacificaron esa región.
Pero ni siquiera esta amenaza ha convencido a los políticos británicos de aprobar el acuerdo de salida ordenada negociado el año pasado con las autoridades europeas.
Se trata de un acuerdo de 185 artículos y 600 páginas que establece que el mercado común se mantendrá hasta 2022, e incluso se podría prorrogar por dos años más. Además, define cómo sería el manejo aduanero entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda; fija las condiciones de movilidad de los ciudadanos y define el monto que tendrá que pagar Reino Unido por su salida.
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Pero, tras convocar tres votaciones en el Parlamento, el fracaso ha sido total. El propio partido de la primera ministra ha rechazado el acuerdo, que no encuentra adecuado a los intereses británicos.
El lunes 1 de abril, el Parlamento volvió a rechazar las propuestas alternativas que llevó May para destrabar la negociación con los socios europeos.
Esto deja cuatro opciones: que el gobierno británico abandone el bloque pero permanezca en la unión aduanera con la UE; que se mantenga dentro del mercado único europeo; que haya un segundo referendo o que se revoque el proceso, informó la agencia de noticias AFP.
Camino de espinas
Todo apunta a que, si no hay un acuerdo para divorciarse ‘por las buenas’, el resultado será más costoso para todos.
Goldman Sachs estimó esta semana en 2,5% del Producto Interno Bruto las pérdidas que ha generado para la economía británica la incertidumbre registrada desde hace dos años y medio con el resultado del referendo.
Pérdidas de empleos y traslado de compañías que tenían sus bases de operación en Londres y otras capitales británicas han sido los primeros resultados.
Un estudio de la consultora EY citado por el diario Financial Times señaló que la salida abrupta del Reino Unido podría significarle perder al menos 7.000 empleos y alrededor de 1.000 millones de libras esterlinas.
El propio diario londinense hizo una encuesta entre los 15 principales bancos internacionales que operan en Londres. Confirmaron que desde junio de 2016 hasta la fecha han recortado unos 3.500 empleos.
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Pero no solo el Reino Unido comienza a sentir el coletazo del costoso divorcio. Los países europeos hacen sus propias cuentas del impacto. Especialmente en momentos en que la recesión toca a la puerta de los países desarrollados y se estima que Europa durante 2019 y 2020 tendrá un crecimiento bastante mediocre.
La falta de decisión política para adoptar un camino ordenado de salida tiene al Viejo Continente con los nervios de punta. Y todo indica que, si la Cámara de los Comunes no vota el acuerdo, los británicos tendrán que participar en las elecciones del Parlamento Europeo en mayo, un escenario que nadie quiere pues exacerbaría más a los antieuropeos.
Esta semana, durante su visita a Estados Unidos, el ministro de Relaciones Exteriores de España, Joseph Borrel, resumió muy bien la incongruencia en que se encuentran las partes. Entonces dijo: “si fuera ciudadano británico, me gustaría preguntarle a mi clase política cómo es que todavía tengo que votar para elegir representantes en una institución a la que decidí dejar”. Toda una paradoja.