INDUSTRIA

El rey de los botes

Eduardoño se está convirtiendo en el proveedor regional para la fabricación de botes civiles y militares. La empresa paisa vende desde tractores hasta aceites para vehículos y motos.

18 de septiembre de 2014

Medellín no tiene playa ni mar, pero tiene a Eduardoño, la principal fábrica de botes de Colombia. El negocio de este tipo de embarcaciones va viento en popa y se espera que las ventas sigan aumentando en el corto y mediano plazo.

También se empieza a notar un cambio de rumbo en cuanto al tipo de colombianos que decide comprar medios de transporte de estas características. “La situación de ahora es muy distinta. Son los empresarios y los accionistas de las compañías los que están llegando a Cartagena y otras ciudades de la Región Caribe para comprar un bote”, explica el gerente de Eduardoño, Carlos Arturo Londoño.

Otro hecho que ha impulsado este mercado en los últimos años está amarrado al boom inmobiliario que viven Cartagena, Santa Marta y Barranquilla. Este crecimiento urbano ha hecho que los ‘cachacos’ con poder adquisitivo –y que compraron propiedades en la Costa– se metan en la compra de un bote. No todos tienen para el yate.

Las posibilidades comerciales para el futuro son enormes. En la medida en que las ciudades del Caribe van creciendo y las del interior mejoran su poder económico, los botes son la excusa ideal de un ejecutivo para escaparse un fin de semana.

En cuanto a los precios, hay para todos los bolsillos. Un bote de buenas especificaciones para pescadores tiene un costo aproximado de $12 millones, pero si lo que necesita es una embarcación para disfrutar de un embalse o algún trayecto marino corto, lo mejor es uno recreativo, cuyo precio arranca en $60 millones.

También están los botes para empresarios, que pueden valer hasta $700 millones. Este tipo de equipos cuenta con toda clase comodidades como internet, televisión satelital, dormitorio de lujo, GPS y, naturalmente, potentes motores para navegar por las islas del Caribe.

Lo malo es que no solo se requiere dinero para la compra del bote. También hay que pensar en los costos asociados al mantenimiento. Este tipo de servicios puede generar facturas entre los $3 millones y los $5 millones al mes.

No solo placer

Pero no todo es gusto o placer en el negocio de los botes. Eduardoño es una de las empresas líderes en el continente en ventas de embarcaciones de interceptación militar. “El conflicto que vive Colombia nos ha dado una experticia en la fabricación de botes militares durante los últimos 30 años. Hemos hecho escuela en medio de la adversidad”, afirma Londoño.

Ahora Eduardoño quiere convertirse en el principal proveedor en países de la región como: Ecuador, Panamá, Costa Rica y Curazao. En Colombia también es el principal fabricante de botes veloces de la Armada Nacional e incluso está en capacidad de ofrecer blindaje en los cascos de algunas de estas embarcaciones. El otro gran frente comercial está en los vastos y fecundos campos agrícolas y selváticos de los territorios nacionales. Los botes son el ‘Transmilenio’ en los ríos de la selva y las llanuras colombianas.

En departamentos como Vichada, Guaviare, Amazonas y Putumayo, la mayoría de la población se moviliza en embarcaciones muy parecidas a un bus acuático y con capacidad hasta de 50 pasajeros. Otra frontera que se abre en esta industria está relacionada con la concesión del Río Magdalena que se acaba de adjudicar a un consorcio colombo-brasileño. Allí hay oportunidades para la industria de los botes pues se requerirá un número importante de embarcaciones de carga y botes de apoyo, como los remolcadores.

Las oportunidades comerciales no se detienen ahí. El río Meta también será intervenido por el gobierno nacional para convertirlo en una vía fluvial de apoyo al transporte en el oriente colombiano.

También están los botes para la Cruz Roja y la Defensa Civil. Incluso, algunas embarcaciones son acondicionadas para operar como bibliotecas o centros de salud en regiones muy apartadas.

Más negocios

Eduardoño también es muy activo con la fabricación y distribución de lubricantes, máquinas para el tratamiento de aguas, tractores y otros equipos agrícolas. Otro de los negocios con gran potencial es el de equipos para eliminar la sal del agua marina y así proveer del preciado líquido a las comunidades afectadas por las sequías. En ese frente ya hay negociaciones con alcaldes, gobernadores y el gobierno nacional para proveer estos equipos.

Dentro de las proyecciones de Eduardoño a corto plazo están llegar a otros países con los productos colombianos e incursionar con más fuerza en el sector agroindustrial. Esta empresa paisa es distribuidora de tractores y otros aparatos como guadañas y plantas de energía. “Colombia tiene un potencial muy grande en ese aspecto”, dice Londoño. Aunque la venta de botes sigue siendo incipiente si se compara con mercados como el estadounidense o el europeo –allí cada familia de clase media puede contar con un bote–, el potencial en Colombia es muy bueno debido a la vocación fluvial y marina del país y al crecimiento económico.

Los paisas lo tienen muy claro y demuestran que una o dos cordilleras no son obstáculo para incursionar en el negocio náutico.